Un equipo de Leyenda

Casto Uribe Gómez y el testimonio de Antonio Fiñana

El Fútbol Club Cantoria

"Esto es lo que podemos decir de un puñado de hombres, de un pueblecito de 5.000 habitantes, perdido en la inmensidad de la sierra almeriense y que con un tesón y un sacrificio ejemplar han logrado sus aspiraciones consiguiendo tener un campo de deportes, donde enseñar a la juventud. Se ha construido un campo de fútbol donde pocos serán tan osados para acometer tamaña empresa. Supónganse ustedes subir al monte coronado, explanar determinado número de metros y acondicionarlo para practicar el balompié. Eso es lo que han hecho posible, directivos y jugadores, para que Cantoria, ese pueblecito perdido en la inmensidad de la serranía almeriense y con sólo cinco mil habitantes tenga un campo de fútbol".

Diego Rivero

Periódico Sol de España, 10 de Abril de 1968

Pepe el Polilla con el hijo de Casto el Pipa en un encuentro. Colección: Casto Uribe

Origen del Fútbol en España

El origen de la afición en España de este deporte en el último tercio del siglo XIX, mucho tiene que ver con la necesidad que tenía el país de una inmediata industrialización para seguir el ritmo de las grandes potencias y no quedar rezagada. La inversión en siderurgia para producir acero precisaba de carbón como combustible, el transporte de carbón de una zona a otra requería ferrocarriles y los barcos de vapor de gran tonelaje consumían carbón debiendo ser construidos con hierro y posteriormente acero, cerrándose así un ciclo industrial para el cual no estábamos preparados.

Durante este proceso de venta del patrimonio de la iglesia, nobleza, órdenes militares en las distintas desamortizaciones, 1868 fue un año clave, ya se promulgó una Ley de Bases que autorizaba la concesión de minas a perpetuidad, tanto a inversores nacionales como extranjeros a cambio de unas tasas al Estado. El capital francés y sobre todo británico que hasta ese momento venía actuando de forma encubierta, invirtiendo grandes sumas en participaciones de empresas nacionales, dirigidas por testaferros locales para esquivar las medidas arancelarias del Estado. Este fue el caso de las principales navieras vizcaínas y de las barcelonesas y sevillanas en menor escala, que se sumaban a las compañías de ferrocarril, vieron una oportunidad inmejorable para invertir directamente e instalarse en un país que le era tradicionalmente ajeno y en el cual había bastante que ganar. Esta experiencia le sirvió a los británicos, superiores en recursos y en número, como camino abonado para su gran despliegue.

Vigo, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Huelva, Riotinto, fueron los principales focos para las inversiones británicas, bien por ser puntos estratégicos o por la riqueza minera. Los británicos instalados en España vinieron en plena época victoriana con todo lo que ello suponía. Desde la nación más poderosa del mundo, la primera potencia colonial, su integración en un país decadente como el nuestro que estaba sumido en plena descolonización y lleno de deudas fue una quimera.

Edificaban sus propios barrios y se distanciaban de la población autóctona, trayéndose todo lo indispensable desde su procedencia y menospreciando lo aquí existente. Su relación directa con los españoles fue prácticamente nula y tan solo en lo laboral y lo político, a causa de sus intereses, había trato al existir trabajadores o técnicos nativos con capacidad de mando. Con el paso de los años y el nacimiento de una nueva generación, su integración progresó ligeramente, pero siempre para beneficiar un objetivo económico o político.

Sin embargo esta sociedad tan clasista y cerrada, no como la española más extrovertida y abierta, requería de espacios o lugares para desarrollar sus actividades de grupo, ya sean con fines meramente sociales, culturales o deportivos para compartir el ocio. Surgieron así los clubs. Deportes como el lawn-tennis, cricket, rugby, polo, remo y el incipiente fútbol, eran practicados ocasionalmente con motivo de fiestas o celebraciones.

Tras traspasar el ámbito universitario de sus orígenes, el fútbol desembarcó en el país junto con las empresas del Reino Unido, celebrándose los primeros partidos entre españoles y británicos allá por 1872, teniendo como jugadores a los trabajadores de la compañía minera Rio Tinto, que practicaban en un campo improvisado junto a la fábrica de gas de Huelva, constituyéndose oficialmente como club de fútbol en 1878, el primero de España. La expansión de este deporte por la geografía nacional fue de la mano de las inversiones inglesas, así en 1898 se crea el Athletic CLub en Bilbao, en 1899 en Barcelona el suizo Hans Gamper publica un anuncio en el periódico Los Deportes, solicitando a cualquier aficionado que se pusiera en contacto con él para fundar un club, a poco tiempo se constituye el C.F. Barcelona. En Madrid surge el Sky, germen de otros clubs como el Madrid F.C. cuyo presidente, Carlos Padrós, sería hombre clave para el desarrollo y organización del fútbol en sus inicios en España. El primer gran torneo que se organizó a nivel nacional fue la Copa de la Coronación de Alfonso XIII, celebrado en 1902. La Real Federación Española de Football, fundada a principios del siglo XX, aprueba en mayo de 1920 la creación de una la selección española para participar en los Juegos Olímpicos de ese verano en Amberes. De esa competición se trajeron la medalla de plata, todo un triunfo Nacional que impulsó la afición por este deporte, que a partir de ese momento fue imparable.... hasta que llegó la guerra civil.

Equipo con la equipación de la selección española. Los jugadores que aparecen son el Chochete (portero), Luis el Moco (defensa), Joaquín Llamas (delantero centro), Juan el Pipa (central), el Rubio, Teodorín, Enrique el Petro (entrenador), Juan el Remendao (extremo derecha), Natalio, Fernando Lillo, Cecilio Padilla y Juan Pedro Cerrillo. Colección: Carmen Peña

Guerra Civil y Posguerra

El 19 de abril de 1936 se disputaba la última jornada de una liga que coronó al Athletic Club de Bilbao como mejor equipo de España. En el verano de ese año los clubes planificaron la nueva temporada, que nunca llegaría a iniciarse tras el Golpe de Estado militar y posterior Guerra Civil que pararía la Liga, pero no el fútbol en España.

Conforme avanzaba el ejército nacional, este celebraba su propia liga, la Mediterránea, que contaba con equipos catalanes y valencianos. Por parte de la zona republicana, hubo intentos de utilizar a los deportistas como embajadores políticos, como es el caso del gobierno Vasco, que hizo un llamamiento a los futbolistas de Euskadi, para realizar una gira de partidos por Europa y la Unión Soviética con el fin de conseguir recursos para los militares vascos. Estando en la URSS recibieron la peor noticia de todas, que el País Vasco había caído y no podían volver a sus casas. Por ese motivo decidieron continuar con la gira disputando partidos por Europa hasta que decidieron probar suerte en América.

En 1939 el nuevo estado nacía, y el fútbol de la posguerra tuvo que partir casi de cero. Al exilio fueron a parar la mayoría de los grandes jugadores de la época, que fueron acogidos con los brazos abiertos por los clubes americanos. Tradicionalmente, se piensa en el fútbol de los 40 como un relativo espacio de libertad, como la válvula que el régimen dejaba para desahogar tensiones. Sin embargo, la evasión era imposible: la ideología y la realidad social lo permeaba. Hasta bien entrados los años 60 bastaba que algún miembro de la policía armada o la guardia civil se levantase de su banco y mirase a la grada para que se hiciera el silencio en ese sector.

El primer presidente de la Federación Española fue el teniente coronel Julián Troncoso, puesto en el cargo por el general Moscardó, que estaba a cargo del deporte. Troncoso dictó durante su mandato una curiosa norma: prohibir jugar al fútbol en julio y agosto. Por el calor, obviamente.

Los jugadores que aparecen son el Chochete (portero), Luis el Moco (defensa), Fernando el Guarro (delantero centro), Juan el Pipa (central), el Rubio, Teodorín, Enrique el Petro (entrenador), Juan el Remendao (extremo derecha), Natalio, Fernando Lillo, Ceciliio Padilla, Juan Pedro Cerrillo y el del maletín es Pepe Luís el Camisillas. Colección: Pedro M. Llamas

Club Deportivo Cantoria

A finales del siglo XIX dos compañías de capital inglés desembarcaron en nuestra comarca, una para explotar las minas de Serón y la otra para la construcción de la línea de ferrocarril Lorca-Baza-Águilas. Con ellas llegaron directivos y trabajadores especializados, junto con sus costumbres y aficiones, y que decir tiene que el Fútbol era una de ellas. Los jóvenes operarios locales que contrataron observaban las acciones y destrezas con el balón de los extranjeros, incluso algunas veces se animaron y se integraban en sus equipos. De esta manera empezaron a aprender los manejos y reglas primitivas de este juego que luego sería "el rey" entre los deportes.

Aunque sólo hay constancia de un club debidamente legalizado en el periodo de la república, sabemos que competía con otros equipos a nivel regional con los colores amarillo y negro como emblema. Jugadores de esta etapa destacaban Pedro Gómez, Juan Antonio el lobo, Perico el gitano, Andrés López el biscotelas, Fernando el guarro, etc. No tenían un campo oficial, jugando en una explanada en el río junto a la Alameda de la zanja del Prao o junto a la estación.

Con el alzamiento militar del 36 son llamados a filas miles de jóvenes de la provincia y entre ellos, muchos de los jugadores de los equipos de Almería, teniendo ello una doble consecuencia, la desaparición de algunos clubs y la paralización de los campeonatos. Los que quedaron siguieron jugando, pero de manera individual agregados a grupos de espontáneos, que formaban los equipos a suertes en el mismo lugar del encuentro. De esta etapa y hasta la constitución de nuevo del club, eran famosos partidos entre estudiantes y vagos (así llamaban los estudiantes a los jóvenes trabajadores que no habían podido o querido estudiar).

No sería hasta 1948, cuando las consecuencias de la contienda se iban superando poco a poco, se constituye de nuevo el Club de Fútbol Cantoria encabezado por los hermanos Juan Miguel y Cirilo García y Andrés López el biscotelas, con una gran cantera de buenos jugadores locales. Al principio utilizaban como terreno de juego y entrenamiento las explanadas del río y los solares de la avenida España, pero esta no era una opción de campo, siendo uno de los objetivos prioritarios conseguir un terreno adecuado. Se contacta con doña Luisa Cisneros que poseía unos solares al final del pueblo, donde hoy se encuentra el Instituto de Educación Segundaria, y con ayuda de los aficionados se limpia y allana haciéndolo apto para la competición. Para los vestuarios se utilizaban una balsa seca que había por debajo de la fuente del caño, y para guardar la ropa, se utilizaba cualquier rincón o escondite, y no es porque no se fiaran de la afición, sino para que los menores no les quitaran el tabaco guardado en los bolsillos.

El siguiente paso es contar con una buena equipación, acorde con los tiempos, así lo debió pensar Juan Miguel García que la pagó de su bolsillo a su regreso de Bélgica, donde estuvo trabajando en las minas de carbón. Se utilizaron los colores de la selección española, rojo para la camiseta y negro para el pantalón. Juan y su hermano Cirilo, junto con Manuel Lillo fueron los primeros presidentes.

Se contacta con equipos locales de la provincia, empiezan a jugarse los primeros partidos, afianzando poco a poco un liderazgo en la comarca, siendo sus más sonadas victorias el 19 a 0 a Vera y el 2 a 3 al Huércal Overa, que venía de ser subcampeona de España de aficionados. Sus mejores jugadores fueron Natalio, Juan Uribe, Joaquín Llamas, Teodorín, Rubio, Linares, Fernando Lillo, Fernando el guarro, Juan Pedro Cerrillo, y Bernardo el Chochete, que fueron objeto de deseo de algún que otro club con más posibles.

Verdaderamente hay hombres que se entregan a un ideal y no reparan en sacrificios con tal de que sus ilusiones y sus ideales se vean compensados con las mieles del triunfo. Un equipo que hizo de todo, incluso uno de sus presidentes, Manuel Lillo que además de entrenador, fue contable, chófer, poeta y trovador. A él se le debe la pegadiza copla que utilizaba el ritmo de la canción de nardos caballero y decía así:

Madre llévame al equipo de Cantoria

que no existe otro mejor,

tiene cinco delanteros que son artilleros

chutando a gol.

La media, son tres leones,

la defensa es la mejor

y el portero es el Bernardo el Chochete

que por alto ni por bajo

le meten un gol.

En 1951, el Albox tenía como entrenador a José Rancel Toledo (contaba en ese momento con unos 38 años), antiguo jugador del Betis antes de la guerra y después, del Gerona, Mallorca y el Murcia donde acabó su carrera de jugador profesional, además estuvo convocado para algunos partidos de la selección nacional. Por entrenar al equipo del pueblo vecino cobraba unas 2.000 pesetas al mes. En uno de los partidos que jugaron aquí, al terminar el encuentro, como era tradición, se fue con la directiva y jugadores del Cantoria a convidarse al bar de la Guadabujas, y tanto le gustó el ambiente y sobre todo el vino, que lo convencieron que entrenara al Cantoria sin cobrar. Lo hizo durante un año y después se marchó de la zona por motivos de trabajo.

Como todo en la vida, ese primer Cantoria de posguerra llegó a su final en 1953 por un cúmulo de circunstancias, en la que tuvo mucho que ver la muerte de dos jugadores jóvenes, Pedro Cerrillo Calandria y Luis Montoya con apenas 20 años de tuberculosis, una enfermedad con un alto índice de mortalidad que también se llevó por delante a más de 15 jóvenes del pueblo. No es de extrañar que los padres evitaran en todo lo posible que sus hijos jugaran por miedo al contagio. Otro de los motivos fueron las altas cotas de emigración de la década de los 50 ante la escasez de trabajo. Ante este desolador panorama se celebró el último partido, Cantoria contra Albox, con la victoria local de 3 a 2 que fue la agridulce despedida. Un equipo que luchó como una fiera ante los rivales más poderosos, pero que no pudo competir contra las circunstancias de su época.

Habrían de pasar diez largos años para que se constituyera de nuevo el club, en concreto en 1964, encabezado por Manuel Lillo y los jugadores Masegosa, Casto el Pipa, Joselito, Juan Miguel Mesas, Juan Ignacio, Pepe Luis, Pepe el Poli, Juan Sánchez, entre otros. En el campo de la Cisneros se estaba construyendo el Instituto de Enseñanza Segundaria, compitiendo de manera provisional en las eras de Balazote y de las Sánchez, hasta que no se consiguiera uno definitivo. Los propios jugadores fueron pidiendo por el pueblo para comprar unos terrenos (dos eras y una cueva, que se utilizaría de vestuario) que estaban a la venta detrás de la ermita, propiedad del tío Severo y de Patrocinio. Se lo allanó el industrial Pedro Pastor que no les cobró nada por su trabajo, sólo el gasóil que utilizó su maquinaria.

Llegaron a reunir la cantidad estipulada, en total unas 11.000 pesetas e inmediatamente todo el club y voluntarios, participaron en adecuar en nuevo campo.

La inauguración oficial iba a ser con la eliminatoria del Campeonato Nacional de Aficionados contra el Albox, pero no se presentó, por lo tanto, se puede decir que realmente fue en la eliminatoria siguiente contra el Fines, siendo árbitro en ambos encuentros Andújar Oliver, que luego llegaría ser árbitro de primera división e internacional (al no contar la cueva-vestuario con duchas, Andújar se vio obligado a utilizar la casa de Casto Uribe para estos menesteres).

En el 67 queda subcampeón de la Copa Interregional de Almería, quedando primero el Macael. Pero si tenemos que buscar un año clave que se quedará marcada con letras de oro en la memoria de los Cantorianos, ese fue 1968 cuando este modesto equipo rozó la gloria en los partidos disputados en Málaga y en Cantoria con el A.T. Malagueño. El Cantoria viajó a Málaga, al campo de la Rosaleda, pagando entre jugadores, familiares, directivos y demás aficionados el coste del autobús y dietas. Era el partido de ida, para el ascenso a primera regional, motivo por el que se vivió con mucha ilusión y sobre todo nerviosismo, primero por lo lejos que habían llegado, conscientes de que estaban escribiendo con letras de oro en la historia de nuestro deporte y después, porque el malagueño se había interesado por cuatro de nuestros mejores jugadores, Masegosa, Joselito, Casto y Juan Mesas. Los entrenadores eran Manuel Lillo y Joselito.

Al llegar a Málaga llovía a cántaros, esto no impidió que los jóvenes jugadores salieran a visitar la ciudad y por supuesto, recorrer algunos locales de fiesta. Al día siguiente, el gran día, nuestros jugadores salieron a un campo desconocido, algunos con resaca de la noche anterior, el terreno de juego era de césped y encima estaba mojado de las intensas lluvias de la víspera. Nuestros jugadores eran más bien de sequía, acostumbrados a su campo de la ermita de tierra y piedras, por eso más de uno se quedó plantado cuando pisó ese terreno de hierba encharcada. El partido acabó con un 5 a 1 para el Málaga. Tenemos que tener en cuenta que por esas fechas sólo había un campo en Almería con césped, que era el del equipo oficial de la capital y luego el Vera, un adelantado en nuestra zona en cuanto a organización, equipación y recursos.

A las pocas semanas, el Málaga vino a Cantoria a jugar el segundo encuentro de rigor, en esa fecha, el equipo entrenó nuevo campo, esta vez en el otro extremo del pueblo, detrás de la ermita, ya que el solar cedido por doña Luisa Cisneros se construyó el Instituto. Para recibir al equipo visitante, los jugadores construyeron con sus manos unos vestuarios, que el día del partido todavía estaba el cemento fresco, porque la cueva que utilizaban hasta ese momento no daba buena imagen. Diego Rivero, periodista del Sol de España que vino a cubrir la noticia, alabó el tesón, constancia, el buen hacer de este equipo, resaltando sus ideales y valores, por el recibimiento recibido, solicitando ayuda a las autoridades federativas provinciales, regionales y nacionales para este equipo y sus gentes, "de un pueblecito perdido en la inmensidad de la serranía almeriense con sólo 5.000 habitantes".

Pero sobre todo llamó la atención de Rivero la buena fe de los espectadores, que sacaban sus localidades a pesar de no estar el campo vallado y ser de fácil acceso; que los jugadores pagaban sus cuotas religiosamente al club como cualquier otro aficionado y que entrenaban después de una dura jornada de trabajo en algún taller de mármol de la localidad.

El Cantoria perdió el partido, 3 a 2, pero ganó en otras muchas cosas, y sobre todo, en que la calidad de su juego les había llevado hasta allí ese día, pero había que seguir trabajando para ser aun mejores, labrando un futuro igual de esperanzador que ese presente vivido de manera intensa.

En esta etapa, el club contaba con dos personas excepcionales, el recogepelotas que además se encargaba del vestuario Mateo Borgoñoz, y el masajista Juan Asensio el Cortas. Ninguno cobró nunca un duro, todo por su afición y compromiso con el equipo.

En esa etapa destacó la figura de Juan Sánchez López que destacó como el mayor goleador de su generación en toda la cuenca del Almanzora, como así recogieron los diversos diarios de la época.

La emigración, una constante durante toda la dictadura y tener que realizar los estudios superiores fuera de la provincia, fue la causa principal de que se disolviera de nuevo el club en 1975. Fueron transcurrieron los años y no sería hasta 1992 de la mano de Joaquín Balazote, Francisco Juan, Alfonso García, Ricardo Mora, y Juan Arán como entrenador, que volvieron a a escribir páginas brillante en el libro de la historia del Fútbol en Cantoria. Y como no podía ser menos, en un campo nuevo, que es el que se utiliza actualmente en la salida del pueblo dirección Almanzora-Albanchez. (Véase Revista Piedra Yllora número 3, año 2008, páginas 98-101).

El entrenador Enrique, Chiquito, Juan Ignacio, Casto el pipa, Massegosa, Rodrigo, Joaquín Mesas, Pepe Pallarés, Ramón Carreño, Pep el Polilla, Domingo, Joselito, Juan Sánchez, el Chochete y el niño es Diego, el hijo mayor de Casto. La foto está tomada en el partido que de disputó contra Purchena. Colección: Casto Uribe

Los jugadores Antoñín (portero y natural de Roquetas), Juan Miguel Mesas, Casto el Pipa, la Mula, Pepe el Polilla, Joselito, Pedro el Chapao, Juan Pedro el Comino, Masegosa, Pepe el Cura, Pedro el Chiquito (reserva) y Pedro el Cortas (masajista). Colección: Casto Uribe

Los jugadores el Chochete (portero), Pastor, Berbel, Gensana, Casto el Pipa, Federico Fuentes (entrenador), Ángel Balazote (extremo derecha), Joselito, Rodrigo, Masegosa, Pedro el de la Blanca, Benito. Colección: Casto Uribe

Una goleada que casi acaba en cárcel

Como todo gran equipo, nuestro Cantoria también tuvo etapas más bien oscuras, como el ejemplo de partido que se disputó en Serón, donde no se presentó ningún titular del equipo y fueron varios jugadores borrachos. Ante este panorama no se esperaban muchos milagros, y ciertamente no los hubo. Perdieron por goleada, 12 a 0, ante la diversión del público y la prensa almeriense. Pero la cosa no acabó ahí, la directiva del club contrincante y  don Cristino María Sánchez, a la razón alcalde de Cantoria en ese momento, los quiso meter en la cárcel para un merecido escarmiento. Pero Manuel Lillo, que se las sabía todas, lo corrigió mandando una nota de prensa que dio por finalizada la polémica y que decía así:

"Que como presidente del Cantoria no tenía noticias de que el equipo se hubiese desplazado a Serón, ya que según le constaba, fueron unos obreros murcianos que habían venido con motivo de la recolecta del albericoque".

Casto el Pipa con su hijo Diego. Colección: Casto Uribe

Comercios patrocinadores:

Presidentes:

Noticia de la Voz de Almería  de diciembre de 1979 que se hace eco de la suspensión por un año del presidente del club por amenazas y coacción al árbrito. Colección: Encarnita Jiménez

Entrenadores:

José Rancel Toledo

José Rancel Toledo nacido en Santa Cruz de Tenerife el 16 de Septiembre de 1913. Desde muy joven se integra en el Club Deportivo Tenerife como delantero, participando en las competiciones regionales que por aquel entonces se jugaban en las islas Canarias.

Cuando la Liga se inicia en la temporada 1928-29 los equipos canarios, debido a la lejanía de la Península, no se integran en este torneo. Si participan en el de Copa, y precisamente es en la primera participación del CD Tenerife en esta competición cuando Rancel se da a conocer en Sevilla. En 1932 el sorteo enfrenta en Dieciseisavos de final al Betis Balompié, recién ascendido a Primera División, y al Tenerife, que participa representando a Canarias como campeón regional.

Los dos partidos se juegan en la Península. El 10 de Abril en Mestalla, actuando el Tenerife como local, empate a 1; el 17 de Abril en el Patronato el Betis se impone 41, obteniendo Rancel el tanto tinerfeñista.

En Agosto de 1934 ficha por el Betis, perteneciendo por tanto a la plantilla bética que obtuvo el título de Liga en la temporada 1934-35. Permaneció una temporada más en el club, la 35-36.

Al final de esa temporada abandona el club. En plena guerra civil aparece como jugador del Gerona, en las competiciones regionales que se organizan en Cataluña durante la contienda. Después de la guerra jugaría en el Murcia. 

José Rancel Toledo en su etapa Bética