Emigrantes entre dos culturas

Por Dolores Carreño López

Cantorianos entre dos culturas

Quiero comenzar este pequeño artículo con la intención de ir desde lo general a lo concreto, un relato sobre la emigración con algunos datos oficiales, del Instituto Nacional de Estadística (INE) y de l’institut d'estadistica de Catalunya (idescat) también con alguna bibliografía cuya lectura realicé hace años por mi propio interés. Las pretensiones de este capítulo tienen poca ambición exhaustiva, mas bien reflejar recuerdos, desde la memoria y desde el desarraigo de quien ha vivido la emigración, de los sentimientos de familiares y amigos y por supuesto de los propios, del alejamiento de una tierra gris y oscura, la más árida de todo el país, donde el color azul del cielo no tiene parangón con ningún otro lugar, donde el viento sopla casi todos los días de primavera y otoño y el siroco abrasador en verano y, desde donde aún se puede divisar en sus noches un increíble cielo estelar…  

Y como iba diciendo…

España ha sido un país de emigrantes, Andalucía es tierra de emigrantes, aunque  la situación insostenible de precariedad y pobreza andaluza se materializó en Almería, con diferencia, la provincia más pobre. El ser emigrante deja una huella profunda a quien lo sufre, el desarraigo, vivir entre culturas lejos del entorno familiar y la necesidad de adaptarse para poder convivir y trabajar, son los principales problemas a los que se enfrenta.

Llegó el éxodo, del campo a la ciudad, o de ambos lugares a otros países, desde finales del siglo XIX hasta la década de los 80 del siglo XX. Un siglo de continuo movimiento de personas que han configurado la identidad de nuestro país.

Podemos clasificar dos grandes etapas emigratorias de Almería, reflejo de lo que sucedió en Cantoria, como podremos observar más adelante en los gráficos, ambas diferenciadas tanto por su volumen como por el lugar de destino.

Una primera etapa, fue la emigración a otros países y continentes, como el Norte de África (Argelia), Centro América y América del Sur. Una segunda etapa empezó durante y después de la Guerra Civil, esta fue exterior e interior, Europa Occidental y Catalunya respectivamente. La gran diferencia entre ambas, era que en las emigraciones exteriores el objetivo o mas bien la esperanza era poder hacer fortuna, la posibilidad de retorno a corto plazo era difícil o remota, aunque no por ello renunciaban a regresar y muchos no lo consiguieron.

Quienes emigraron a Catalunya, visitaban la tierra y a sus familias con mas asiduidad (matanza del cerdo, pascua, verano y era corriente mandar a los hijos a pasar todas vacaciones estivales con los abuelos), y muchos de ellos echaron raíces y se asentaron en Catalunya. Fue Juan Goytisolo quién dijo aquello de que “si Dios hubiera querido que el hombre viviera siempre en el mismo lugar, le hubiera dado raíces, como a los árboles, y no piernas como a los hombres”… Goytisolo es un autor que recomiendo encarecidamente, pues ha sabido plasmar en sus diferentes libros, esa realidad almeriense que aunque no es desconocida, si está olvidada por muchos.… Para las nuevas generaciones debería ser de obligatoria lectura. El conocimiento y vivencias de la etapa reciente de la que partimos, ayudaría a planificar mejor el futuro, y procurar que no se cometieran los mismos errores de nuestra historia reciente, pero esto sería motivo para otro tipo de artículo y no deseo desviarme del actual tema que me ocupa.

Si durante el siglo pasado Andalucía se podía catalogar como una comunidad subdesarrollada, donde existieron los mayores desequilibrios sociales y económicos de todo el país, gran parte de este subdesarrollo lo aportaba Almería, por ello contribuyó con mayor porcentaje a las estadísticas de emigración y como no, Cantoria no iba a ser menos, hicieron la maleta y emigraron. En algunos casos se iniciaba con el cabeza de familia, o emigración masculina, en otros casos, los más arriesgados, con la familia al completo. Los ratios más altos se concentraron en países como Francia, Alemania y Suiza, en cuanto a la emigración de ultramar, Argentina y Venezuela, y la interna, en Catalunya, y mas concretamente en el área de Barcelona...

En el gráfico se puede observar la pérdida de población en el municipio casi hasta el año 2.000, es a partir de entonces que se inicia una ligera recuperación, que muy posiblemente se deba al turismo residencial británico y a los inmigrantes latinoamericanos y de países del este (el boom de la construcción). Tal como se observa en la figura, el volumen de la población en algo más de un siglo aún no se ha recuperado de la pérdida sufrida. En el gráfico podemos ver claramente los dos puntos de inflexión más importantes sufridos, el de los años 30 y el de principios de los años 60.

En el gráfico se puede observar la población de hecho y de derecho. Para realizar una interpretación fácil y entendible se trata de reflejar la diferencia entre una y otra cuyo número de habitantes es el que no se hallaba en sus hogares en el momento de realizar el censo, esto me lleva a interpretar de que al ser la diferencia un porcentaje bastante importante podría tratarse de la  emigración masculina, los cuales se encontraban trabajando fuera del municipio, fuera donde fuese, pero su lugar de residencia seguía siendo Cantoria, su hogar. No creo que exista ni una sola familia en este pueblo que no tenga familiares (hijos, tíos, primos) o allegados que no hayan emigrado.

Mi familia por ambos lados es emigrante, y se dan todos los casos habidos. Uno de mis tíos por parte de madre emigró a la Argentina con su esposa y sus dos hijos, posteriormente ya en Buenos Aires aumentó la familia y no regresó. No pude conocerlo, quizás alguna vez alguien de mis primos recupere el espíritu valiente y aventurero de su padre y nos visite, o quizás sea yo quien vaya a conocerlos.

Otro de mis tíos, esta vez por la rama paterna emigró a Francia y se estableció en Tolouse, llevado mas por motivos políticos que económicos; no pudo visitar a la familia  en España hasta entrada la democracia, y fue entonces cuando le pude conocer. Mientras tanto sus hermanos Ramón, Joaquín y Antonio que vivían en Barcelona, habían ido a verlo e incluso habían concertado encuentros en la frontera.

Corría el invierno de 1.964, besos, abrazos y llantos de familiares y amigos, y yo no entendía el porque. Lo que para una niña es una novedad y una aventura inconsciente, para los adultos es una incertidumbre, un alejamiento y un camino a lo desconocido, a una ciudad que no se sabe con certeza lo que deparará, el viaje hacía un lugar diferente, hacía el conocimiento y vida en otra cultura… Cuantas lágrimas se han debido derramar en la antigua estación de Cantoria. Cuando se hace consciente mi memoria ya íbamos por la provincia de Valencia y los compañeros del vagón con ánimo de entretenimiento me preguntaron si reconocía los árboles que se veían por la ventanilla y que no dejaba de mirar. La curiosidad propia de alguien que empieza a descubrir un nuevo mundo hasta entonces desconocido. Hay que decir que la velocidad que llevaban los trenes hace 50 años daba tiempo de sobra para recrear la vista en casi todo, y por supuesto que reconocía las arboledas del paisaje, que tanto se parecían al pago de Cantoria (pero mucho mas grandes), aunque no acerté con precisión, la respuesta de que se trataban de mandarinos, cuando en realidad eran naranjos chocó a todos, no tanto por el error sino por casi el acierto. Mi corta edad, poco mas de 4 años…contribuyó a muchas  risas, el desparpajo y la ingenuidad infantil favoreció a que el viaje de todos se amenizara, como luego mi familia me comentó en mas de una ocasión.

Recuerdo que en mis brazos llevaba mi pepón, un muñeco de cabeza gorda, que emigró conmigo, vestido de azul, regalo de mi padrino. También un bolso, parecido a un maletín, con entrelazado de tiras formando cuadros en blanco y azul. Dentro iban los caramelos para  mis primas que vivían en Barcelona. El tren paró en la estación de Francia, ese el nombre de la única estación central que tenía por aquel entonces Barcelona. Ya estaba anocheciendo, no era consciente del tiempo que llevábamos en ese tren, pero debió ser muchísimo. En el andén aguardaban mi padre y mi hermana mayor que habían adelantado unos días para preparar la vivienda. Esta llevaba en las manos una bufanda y unos guantes de color beige-crudo para protegerme del fuerte frío y viento. No recuerdo bien cuanto tiempo tardamos en llegar al piso, pero si recuerdo mi asombro al ver tantas luces encendidas, que no era para tanto pero como nunca había visto algo así y menos en Cantoria. Me pareció subir muchísimas escaleras y andaba perdida por el cansancio del largo viaje hasta quedar sumida en un profundo sueño, hasta el día siguiente que la voz de mi madre me despertó. Cuando abrí los ojos había una niña de mi edad sentada en mi cama mirando fijamente, - ¿tu quien eres? Pregunté mientras iba abriendo los ojos y Rosita, que así se llamaba y era mi prima, respondió, -he venido a por los caramelos que me han dicho que me has traído-, y así conocí a la primera catalana, fue mi primera amiga y compañera de juegos. Después vino el colegio, nuevas amigas, los veranos de vacaciones en Cantoria con mis padres, con mis hermanos, familiares y así fueron pasando los años, bastantes años… y ahora es cuando pensando sobre ello y echando la vista atrás…..

A mis padres no les debió ser tan fácil tomar la decisión, pero antes de ver como poco a poco sus hijos y hermanos hacían las maletas en busca de un futuro mejor (mi hermano mayor ya había emigrado), el temor de que la miseria nos pudiera alcanzar, las vagas posibilidades y ausencia de expectativas de desarrollo social, cultural y económico que nos esperaban en Cantoria, tomaron la decisión y se marcharon a Barcelona. Atrás quedaron parte de familiares, amigos y vecinos, guardando un recuerdo especial de algunos de ellos, de aquellas noches de ronda en la casa de Pedro José…

Lejos quedaron los días de nostalgia por su amada tierra de la que fueron arrancados, y las dificultades y lucha sufrida por hacerse un hueco en una sociedad diferente y hostil por ser andaluz. La acogida de los inmigrantes andaluces en Catalunya no siempre fue agradable. A continuación me gustaría realizar una reseña de un artículo de Antonio Robles, filósofo y periodista crítico sobre el nacionalismo catalán, y estaré en mayor o menor acuerdo sobre sus ideas, pero si me parece oportuno citar estas líneas, no como apoyo a su ideología de pensamiento pero si como una plasmación real, de lo que en  “palabras textuales” he reconocido en boca y actitud de quienes veían y vivían como una amenaza la llegada de los andaluces a Catalunya y con los que a diario se compartían relaciones de convivencia, ya fueran profesionales, vecinales o inclusive personales.

“Los caciques te echaron de tu tierra y dejaron sin futuro a tus hijos; aquí, en tu país de adopción, te damos trabajo y un futuro para ellos” (No eres tú quien se gana el sueldo, ni cooperas con el empresario a aumentar sus ganancias; es el patrón quien te salva de la miseria. Los años 60 son un claro exponente de la explotación de la clase trabajadora inmigrante, hacinada en colmenas del cinturón o de barrios enteros de aluminosis, que tantos dividendos dieron a los especuladores de entonces, a los nacionalistas de ahora); “Cataluña me quitó el hambre por primera vez” (Se empiezan a asumir sentimientos de culpa, mezclados con los de agradecimiento. El acoso moral comienza a erosionar conciencias); “No muerdas la mano de quien te da de comer”; “De fuera vendrán y de tu casa te echarán” (A la menor resistencia, mayor dosis de acoso moral); “La lengua catalana desaparecerá en 50 años por culpa del castellano” (Victimismo como estrategia para legalizar futuras agresiones a la lengua impropia). Hasta la misma palabra “inmigrante”, una vez interiorizada, les lleva a asumir su condición de extraños, forasteros o extranjeros.

No es mi deseo entrar en estas últimas líneas en una politización sobre el tema político-cultural, únicamente reflejar y si cabe plasmar algunos retazos de lo que supuso iniciar una vida en un entorno diferente, para trasladar ese sentimiento a quienes no lo vivieron directamente, donde los estamentos políticos catalanes lanzaban el mensaje de que se consideraba catalán a “todo aquel que vive y trabaja en Catalunya”, presuponiendo tácitamente la voluntad de serlo, ¿Quién quería ser catalán?. Dejando pendiente la reflexión y la formulación de lo que eso comporta, a nadie nos preguntaron. Los catalanes tienen su cultura e identidad y los andaluces tenemos la nuestra, que tan fácil sería poder respetar ambas y vivir esa interculturalidad, alejándonos de cualquiera de las tipificaciones nacionalistas. Pero esto daría para escribir en otro apartado.

Muchos son los cantorianos (823 en 2.008) extendidos por todas las comarcas catalanas, sólo en seis de las 41 comarcas no hay representación Cantoriana. Son muchos son los andaluces que viven en Catalunya que no tienen posibilidades de regreso alguno, porque para que ello se produjera, tendrían que ver que sus posibilidades de mejora o la de mantener su nivel de vida fuera posible. Y creo que esas condiciones en Cantoria no han llegado del todo. Tampoco creo que las estructuras socio-económicas en Andalucía hayan cambiado apenas como para poder acoger a la mayoría de los emigrantes que un día se fueron, puesto que tampoco ha habido una política clara desde la comunidad de Andalucía (local, provincial, autonómica) para facilitar el regreso en vida. Así es como formaremos parte de la historia, aquellos cantorianos que se fueron arrancados, se alejaron y que jamás regresaron definitivamente…

Es mi deseo también incluir una mención especial en este capitulo a muchos de los Cantorianos inmigrantes en Catalunya ya fallecidos, algunos que regresaron por suerte y deseo a descansar a su propia tierra y a otros que descansan en tierras catalanas, para todos estos valientes, va este homenaje en su memoria.

Juan Pedro Carreño López con su esposa y dos de sus hijos en Francia. Colección: Familia Carreño López

Distribución y número de habitantes nacidos en Cantoria residentes en las comarcas de Catalunya. En total 356 hombres y 467 mujeres. Fuente: Idescat

Dolores López con sus hijos, Ramón, María, Encarnación y Dolores Carreño. Colección: Familia Carreño López

María Dolores Carreño, autora de este artículo. Colección: Familia Carreño López

Ramón Carreño y un compañero en la Guerra Civil. Colección: Familia Carreño López

Hijos de Juan López Mateo antes de emigar a Buenos Aires. Colección: Familia Carreño López