Luis Juan Picazos Castejón

Por Sergia y Andrés Berbel Picazos

Luis Juan y las Fiestas de San Cayetano

Es de justicia reconocer a las personas que lucharon por un ideal hasta el final de sus días, y más cuando era en beneficio de su comunidad. Por eso Luis Juan Picazos Castejón merece mantener su memoria viva entre sus vecinos. Sobre todo cuando llega el 7 de agosto....

Luis Juan nació en Cantoria el 20 de marzo de 1914, y murió el 20 de enero de 1952. Las personas mayores saben muy bien de quién hablamos cuando decimos el Lijuán; los más jóvenes, después de leer este artículo, conocerán algo del principal responsable de la fundación de las fiestas de San Cayetano.

Lijuán tenía un gran amor y devoción por nuestros patronos, San Antón y San Cayetano. Él se preguntaba muchas veces por qué se celebraba todos los años la onomástica de San Antón, y no la de San Cayetano. Entonces empezó a trabajar y, con la ayuda del pueblo, se crearon las Fiestas de la Ermita, en honor a San Cayetano, el día 7 de agosto.

Pero en realidad no sólo fue eso: su compromiso llegó mucho más lejos, ya que fue uno de los principales impulsores de muchas de las obras que se realizaron en la Ermita, como por ejemplo: la restauración del muro y la explanada, los nichos para el Via Crucis (que empezaba en El Barrio y terminaba bordeando el perímetro de la explanada), el acondicionamiento del campanario de la Ermita para que allí pudiera vivir un ermitaño con su familia y cuidaran de ella, etc.

Para pagar todo esto la principal fuente suponemos que serían los donativos, pero tambien hubo que agudizar el ingenio, y otra cosa que hizo fué abrir una cuenta en la que la gente se abonaba pagando una cantidad de dinero al mes a cambio de su trabajo, que consistía en llevarles dos cántaros de agua potable a su casa al dia. Los albañiles y jornaleros ayudaban con su trabajo porque, aunque él siempre les decía que les iban a pagar, ellos sabían que jamás lo cobrarían.

Una vez encargó una partida de cemento para el solado de la explanada de la Ermita, pero cuando ese cemento llegó a Cantoria por tren, él estaba ya enfermo con una neumonía, la cual le provocó a la vez una endocarditis, falleciendo con sólo 38 años. Ese cemento estuvo en la estación del pueblo durante un tiempo, pero como nadie se hizo cargo de él, al final fue devuelto.

Lijuán murió el 20 de enero, su velatorio coincidió con la subida de los santos a la Ermita, y al pasar la procesión por la puerta de su casa los pararon y los giraron hacia la entrada.

Con la banda de música tocando, fue un momento muy emocionante para todo el pueblo.

Quién conoció al Lijuán sabe muy bién que era una persona impulsiva, nerviosa y que tenía un comportamiento a veces extravagante, por ejemplo: él no solía pisar el suelo del umbral de las puertas, lo saltaba. Y en las esquinas de algunas calles no giraba como todo el mundo, sino que apoyaba la espalda en pared, y así pasaba de una calle a otra. Todo esto y algunas cosas más daban lugar a que fuera una persona un tanto peculiar, pero con una gran bondad: en la época que él vivió había mucha miseria, y no podía ver a gente con hambre o descalza, pues se quitaba sus zapatillas y se las daba. Toda la comida y la ropa que podía la daba a los pobres, cuando en su misma casa había también mucha pobreza.

Luis Juan era un hombre muy pacífico, para él no había motivo alguno que justificara una guerra, era lo que hoy día conocemos como un objetor de conciencia. Pero le pilló la Guerra Civil en plena juventud, de modo que cuando el ejército llegó a Cantoria alistando a los jóvenes en edad de combatir él prometió a su familia que en modo alguno iría a la guerra; así que al ser presentado ante el Capitán que les hacía las entrevistas se hizo pasar por loco, y por supuesto que ni lo alistaron ni fue a la guerra, cumpliendo así la promesa hecha a su familia.

Todo esto que hemos escrito nos lo contó nuestra madre, la hermana del Lijuán, y lo corroboran los muchos vecinos que aún le recuerdan.

Única foto de Luis Juan que se conserva. Colección: familia Berbel Picazos.

Un grupos de amigas en las fiestas de San Cayetano cuando se celebraban en la ermita. Colección: familia Picazos Ramos.

Grupo de amigos en las fiestas de San Cayetano en la Plaza de la Constitución. Colección: Encarnita Jiménez

Segundo año de la celebración de las fiestas de San Cayetano en la Ermita. Colección: Pedro Fernández

Confidencia

Según nos relata Eduardo Fernández Muñoz, una persona de nuestro pueblo amigo de Luis Juan le contó una confidencia sobre una revelación que tuvo nuestro personaje en un sueño, donde San Cayetano le manifestó que hiciera lo posible por adecentar la Ermita, y aunque era un Santo modesto, también quería algunos honores como su “compadre” San Antón. Ya no podemos corroborar este relato por la ausencia del actor y de relator (que podía haberse inventado la historia), pero como es bonita y no perjudica a nadie, podemos darle el beneficio de la duda y darlo por cierto.

Bibliografía

TESTIMONIOS DE: