El Terremoto de Partaloa de 1972

“Un temblor de tierra, al que siguieron otros, derrumbó la iglesia y dejó las casas todas, prácticamente, como una granada abierta a fuerza de grietas y techumbres y paredes caídas”

En la imagen, una vista de los daños causados por el terremoto en una de las casas del pueblo. Fuente: EFE 

La tarde en que tembló la tierra

Con estas palabras el noticiario La Línea de Murcia comunicaba el suceso del terremoto que dejó en ruinas a todo un pueblo. El jueves 16 de marzo de 1972 es una de esas fechas que permanecerá grabado a fuego en la memoria colectiva del medio Almanzora, y en particular de la vecina localidad de Partaloa. Esa tarde lluviosa casi todo el pueblo estaba en la iglesia, donde el párroco Francisco Serrano estaba dirigiendo unos oficios espirituales, cuando se sintió un seísmo que hizo temblar el templo, rajándose las cristaleras y la torre, moviéndose las losas como si fuese una ola del mar bajo los pies de los feligreses. El cura aceleró los oficios para terminar rápido porque ya se imaginaba que podía ser el preludio de algo más grande y mandó salir de inmediato a todo el mundo fuera. La gente salió a la calle en la que la lluvia ya había cesado, concentrándose en la plaza del Ayuntamiento y justo a la hora, sobre las 09:30 de la noche, se repitió el temblor llegando a una magnitud de 5. El pueblo se quedó sin luz, ni teléfono y sin agua, en medio de un griterío enorme con caras de auténtico terror.

Poco a poco se fue haciendo la calma y se serenaron los ánimos, pero a las 12 de la noche hubo otra sacudida, y a las 5 de la madrugada, a las 14:15 de la tarde del viernes, razón por la cual nadie, de las más de 100 familias que habitaban el pueblo, quiso volver a sus casas pasando la noche al raso. Permanecieron en la plaza, en las calles más amplias, en la carretera que une Oria-Partaloa-Cantoria, en las eras, en torno a hogueras para calentar unos cuerpos con el miedo calado en los huesos.

Y no es para menos, vieron cómo se resquebraja la cal de las paredes y techos,  incluida la Iglesia, en la que el techo y la torre finalmente cedieron derrumbándose delante de los vecinos, llevándose con los cascotes la única cabina de teléfonos de la localidad. Los 5 enfermos que había en Partaloa fueron evacuados a Cantoria y el alcalde, Fermín Moreno, partió varias patas de jamón y encargó pan del horno para dar de comer a todos.

Por suerte no hubo que lamentar víctimas, ni tan siquiera una leve lesión, gracias que cuando acabó la misa, en la que estaba casi todo el pueblo, la gente permaneció en el exterior y los que estaban en sus casas, de inmediato fueron alertados por los feligreses.

Según el testimonio de José González, recogido por el diario Mediterráneo, “La segunda sacudida apagó la luz. Estábamos en casa de la abuela, viendo la televisión. Se cayó la chimenea y el segundo piso de la casa. Salimos corriendo y en la misma puerta había un hundimiento. Nos fuimos como buenamente pudimos, con mucha dificultad, y nos reunimos en la plaza. Todo estaba oscuro, había humareda enorme al caer los tejados, tapias, tabiques, tierra y cascotes. Un espectáculo horroroso por la confusión y el griterío. Nos abrazábamos y llorábamos porque realmente no sabíamos en qué iba a terminar aquello”.

Llegó la calma y evaluar los daños

Por la mañana todo el mundo se afanaba por rescatar todos los enseres que quedaron en buen estado. Un bebé salvó milagrosamente su vida al quedar su cuna rodeada de ladrillos sin que llegara a caerle ninguno.

A la tarde siguiente se pudo restablecer la electricidad aunque sus calles seguían desiertas. Poco tiempo después el resto de suministros también quedaron reparados, incluido las comunicaciones telefónicas, que fueron reanudadas desde una tienda de campaña que sustituyó a la casa en la que estaba instalada la central y que sufrió derrumbes parciales. Aún así, la plaza presentaba un aspecto desolador, con los restos de los derrumbamientos, bancos, retablos, confesionarios y sillas se apilaban de cualquier manera.

Nadie quedó dentro del pueblo pero nadie quiso alejarse y por eso se instalaron los campamentos en los alrededores, con las tiendas de campaña proporcionadas por el ejército y por la Organización Juvenil de Albox (fueron 17 y las primeras en instalarse).  También la Diputación de Almería facilitó una serie de casas móviles que se colocaron en la pedanía de Retamar y formaron un pequeño pueblo anexo a Partaloa de forma provisional, hasta que todas las familias pudieran reparar sus casas en el pueblo y poder volver. La razón de ubicar este poblado provisional en ese emplazamiento, fue porque los terremotos no causaron daños en los cortijos de ese paraje.

Todo esto hacía sentir a la gente más seguros, haciendo que poco a poco fueran recobrando la confianza y la serenidad. Sólo los más vulnerables fueron evacuados por la Guardia Civil del puesto de Cantoria a Albox, Cantoria, Fines y Oria.

Sólo una casa situada enfrente de la iglesia, muy sólida y construida hacía poco tiempo, permaneció inmune. Sus propietarios dieron permiso para que en ella se instalara el sagrario y una pequeña capilla que sirvió para todos los oficios: ceremonias de domingo, bodas, bautizos, comuniones y entierros. La iglesia antigua fue necesaria su demolición para construir la actual.

No tardaron en personarse todos los alcaldes de la comarca a ofrecer ayuda, las autoridades provinciales para hacer un balance general de la situación y establecer un plan de actuación, incluso los arquitectos de la diputación y el de la delegación de la vivienda les costó varios días poder evaluar los daños. Hasta el obispo se trasladó con varios sacerdotes al tener conocimiento del derrumbe de la techumbre de la iglesia y lo quiso conocer de primera mano.

Tardó tiempo en recuperarse anímica y económicamente de aquella noche aciaga en el que creyeron que había llegado el fin del mundo. El estado no tardó en mandar ayudas a una población humilde y empobrecida por la catástrofe. Las televisiones se hicieron eco y durante varios días emitiendo en directo las noticas y novedades, ayudando con ello a conseguir colectas humanitarias por diferentes puntos del país.

En Cantoria, cuando se sintió el segundo temblor y después de que fuera avisado el Cuartel de la Guardia Civil de lo ocurrido en la localidad vecina, la noticia corrió como la pólvora haciendo que la mayoría de la población pasara la noche fuera de sus casas por precaución. En Fines se produjeron algunas grietas en casas de la parte alta de la población y en el Ayuntamiento. En Albox si se dejó sentir más, ocasionando algunos daños de consideración en unas 10 viviendas humildes, en el cuartel de la Guardia Civil y en el colegio de las religiosas de San Vicente de Paul. 

En la imagen, una vista de los daños causados en la iglesia del pueblo por el terremoto. Fuente: EFE 

En la imagen, una vista de los daños causados por el terremoto en una de las casas del pueblo. Fuente: EFE 

En la imagen, unos vecinos a la espera de ser alojados por el ejército en tiendas de campaña. Fuente: EFE 

Don Francisco Serrano, el párroco que estaba oficiando la misa el día del suceso y que fue el corresponsal de la Voz de Almería que transmitió la evolución de los acontecimientos en los días y meses posteriores. Colección: Encarnita Jiménez

Imagen de las casas prefabricadas cedidas por Diputación que se instalaron en el anejo de Retamar.

En la imagen, Marica en la puerta de una de las casas prefabricadas. 

Marica en la urbanización de Retamar que se creó con la casas prefabricadas de Diputación.

Nadie quiere volver al pueblo. Con este titular del periódico La Línea de Murcia encabezó la noticia del suceso el 18 de marzo de 1972.

Bibliografía y páginas consultadas:

TESTIMONIOS DE:

En la imagen, unos vecinos, que fueron alojados provisionalmente en tiendas que fueron prestadas por la OJE de Albox. Según nos cuenta Martín Berbel Granados, voluntario de esta entidad, estuvieron toda la noche montándolas y por la mañana explicaban a los que venían a ocuparlas como apretar las estacas de viento . Imagen: Agencia EFE