Epidemia de Cólera de 1885

Por Miguel Ángel Alonso Mellado

El Cólera Morbo Asiático

Debido a las deficiencias sanitarias, la calidad de las aguas y a los escasos recursos que se contaban en los medios rurales, en los últimos 50 años del siglo XIX nuestro Valle, al igual que gran parte del país, sufrió tres grandes epidemias, en 1855 de viruela, en 1860 de sarampión y el cólera en el verano y en 1885 se repite el cólera. Esta fue la última gran epidemia de este siglo, y precisamente en Almería empezó en el Valle del Almanzora entre los días 10 y 25 de julio. Desapareció a finales de septiembre, lo que su duración llegaría a los dos meses.

El cólera es una enfermedad infecciosa que llegó a Europa procedente de la India entre 1817 y 1823, de ahí su nombre, cólera morbo asiática por su procedencia y por su mortalidad. En el año 1884 varias zonas de Europa y algunas del levante Español comenzaron a sufrir epidemias de peste. Llegando a nuestra tierra como hemos señalado anteriormente, en el verano de 1885. Los enfermos mostraban un síndrome basado en vómitos y una excesiva diarrea, con heces líquidas sin mostrar apenas fiebre. Tras un periodo de incubación de 1 o 2 días, la muerte se producía por deshidratación en menos de una semana. El desconocimiento de la enfermedad llevaba a tener poco control sobre ella, pues se trasmitía por el agua y por los alimentos. Una vez asentada la epidemia en la población, son las propias y abundantes deposiciones (unas 30 al día) las que contaminaban las fuentes y las ropas. En un primer momento los facultativos se limitaban a intentar atajar el brote mediante sangrías y lavativas.

La entrada del cólera en el valle del Almanzora parece ser que fue en Fines a mediados de julio de 1885, con un muchacho procedente de Mula, que al llegar a esta población cayó enfermo y falleció a las pocas horas. Pero el joven tenía parientes en Cantoria, un tío y un sobrino que fueron a Fines a asistirlo, y una vez fallecido, ayudaron a amortajarlo. Después del entierro, llenos de aprensión y con el miedo a que fuera algo contagioso, cada uno se comió una onza de sal de higuera y como eran trabajadores del campo, uno se fue a sacar cáñamo de una balsa, cuyas aguas lógicamente estaban corrompidas y el otro se fue a una era para seguir trillando y en donde se comió una ensalada de pepinos contaminados. A los dos días habían fallecido ambos.

Estos hechos coincidieron con el regreso de los segadores de otras provincias a sus pueblos de origen en el valle, iniciándose las invasiones en torno al día 20 de julio en la mayor parte de los pueblos. Se intentó aislar a las poblaciones de los transeúntes y creando unos lazaretos o recintos para los infecciosos, donde pudieran estar contenidos. Se intentó atajar la epidemia mediante la desinfección constante de calles y las casa de los afectados con azufre, desinfectantes líquidos y cal viva. Se prohibió a la población que bebieran agua de las acequias. Incluso en Huércal se quemaban en las calles y plazas enebro y otros árboles resinosos. Conseguir que la población cambiase sus hábitos no era tarea fácil, pues toda la basura de las casas se arrojaba a las puertas o lo que es peor, la convivencia con los animales domésticos dentro de la propia vivienda hacía ya de por sí un ambiente insalubre. La verdadera arma de ataque del cólera era el agua, pues al no haberla de manera corriente, era muy fácil que las personas o los animales contaminaran las fuentes y curiosamente, cuanta más agua bebían para evitar la deshidratación más enfermos caían. El brote por este motivo no respetó clases sociales y salvo algunos ricos que pudieron alejarse a otras zonas donde no había aparecido la epidemia, los demás soportaron de igual forma sus ataques.

La máxima autoridad de la provincia envió a Cantoria 100 kilos de azufre para desinfectar y 1.000 ptas para cualquier necesidad urgente, a la misma vez que ordenó también a 2 médicos que se acercaran a la población con un maletín de medicinas y desinfectantes. En este pueblo se achacaba el brote a que el cementerio se encontraba sólo a 60 metros, por parte de levante, de la población.

La labor de los facultativos ese verano fue de órdago, arriesgando sus vidas y la de los suyos para atender al innumerable número de enfermos. En Cantoria se distinguió la labor de Trinidad Fernández (abuelo del oftalmólogo Eduardo Fernández), reconociendo la prensa almeriense su labor en la atención de los infectados, al igual que las acciones caritativas de Amador Jiménez Molina, María Olmos Carvajal y Federico Ricardo de Liria.

El sacrificio de los 2 médicos de Albox fue muy alto, pues D. José de Arvide Sevilla y D. Tomás García contagiaron a sus esposas, falleciendo una a finales de agosto y otra en los primeros días de septiembre. Otro que obligadamente tuvo contacto con los enfermos fue el cura de Albox, Sr. Mijoler, falleciendo también. El hijo de 2 años del abogado José Antonio Alascio del Águila, que también sucumbió al cólera.

En Albox con una población de 9.100 personas, se originó la epidemia el 4 de agosto, con un total de 237 infectados de los que fallecieron 102 personas, cesando el 2 de septiembre. En Cantoria con 4966 habitantes, el primer caso de cólera se produjo el 16 de julio y hubo 267 infectados de los que fallecieron 90 personas. En Arboleas, de 331 casos, fallecieron 70 personas entre el 21 de julio y el 18 de septiembre.

En este mapa podemos ver en negro el alcance de infección que tuvo la epidemia

Parte diario del Cólera en el Almanzora, donde se puede observar el alto índice de mortandad diario por esta epidemia. Colección: Miguel Ángel Alonso

El facultativo D. Trinidad Fernández con su mujer e hijos. Colección: Eduardo Fernández

Noticias de Hemeroteca

Inicio del Cólera

La Crónica meridional del 1 de agosto de 1885 hace referencia al origen del cólera en nuestra comarca, que llegó a través de un muchacho de Fines que al volver de Mula se sintió enfermo muriendo a las pocas horas. Los familiares de Cantoria que fueron a asistirlo de un mal que no se le había dianosticado, cayeron enfermos también y murieron al poco tiempo. Después se propagó por Arboleas, Olula, Zurgena, dejando en pocos días más de 200 muertos. También hacer referencia a la necesidad de habilitar un cementerio provisional alejado del actual ya que se encuentra demasiado próximo al pueblo y puede ser un peligroso foco de infección.

Situación Desesperada

La Crónica Meridional del 7 de agosto de 1985 narra la angustiosa situación de Cantoria ante la falta de médicos, medicinas y desifectantes, que los 100 k de azufre y las 389 pesetas que han enviado no repara nada o casi nada. Recalca la labor de determinadas personalidades que son sus recursos, intentan paliar la situación lo buenamente que pueden.

Bibliografía

TESTIMONIOS: