Los Paquitos, la  primera discoteca de España

Por Enrique R. Urrea el Juglar del Río Almanzora

La primera discoteca de España

Episodios en clave de humor con octosílaba rima preñada de ripios de la obra APUNTES PARA LA HISTORIA DE LA VILLA DE CANTORIA:

Conforme mi senectud

va reviviendo la Historia

va mermando mi salud,

acuden a mi memoria

episodios que he vivido

en mi pueblo de CANTORIA,

lugar en el que he nacido,

y se puede constatar.

Yo me llamo ENRIQUE URREA

y firmo como 'EL JUGLAR'.

Y quiero que ustedes lean

lo que aquí quiero plasmar:

escenas y situaciones,

sucedidos y emociones,

que existieron tiempo atrás;

con mucha sinceridad

con poquita mala leche,

con buen humor, con respeto,

con un relato veráz

que por algo soy el nieto,

de Don Pedro Pérez Reche.

 

Ya que fui identificado

y no ofrecen duda alguna

mis señas de identidad,

ahora me siento obligado

a cantar una por una,

las cosas de esta ciudad,

porque tengo la fortuna

de que yo sea su Juglar.

 

Sabed, que fuera Cantoria

primera villa de España,

a la que cupo la gloria

de realizar esta hazaña,

ya que se prohibía el bailar,

condenado por Decreto,

por el motivo concreto,

de ser contrario a moral.

Eran el cabo y el cura,

la máxima autoridad

de las dos asignaturas,

Orden Público y Moral;

justamente respaldados,

por el Decreto citado,

y por mandato divino

cada uno por su lado;

con criterios sibilinos,

con mala uva y firmeza,

nos mantenían  sojuzgados,

con ira y mucha dureza.

En virtud de tal problema,

bien con multas  o anatemas,

con 'hostias' de esas que duelen,

o con sermón que demuele

el caso era dar por culo;

lo digo sin disimulo

porque estamos cabreados,

jodidos, y puteados.

 

En aquella situación,

que refleja este relato,

surgieron los tres jabatos

que hacían su revolución,

con mucho arrojo y sin dudas;

como "Los Tres Mosqueteros"

de Don Alejandro Dumas;

como aquellos "Tres Lanceros"

luchadores Bengalíes,

los tres Paquitos, así es,

discurriendo, discurriendo,

mientras iban componiendo

su programa de actuación,

esta idea les asaltó

que hasta hoy estaba inédita:

- hostigar al monseñor,

- driblar la Benemérita,

- y a buscar la ubicación

del local más adecuado

para hacer la instalación

con el lujo programado.

 

Y sin levantar sospechas,

los Paquitos decidieron,

un ataque por sorpresa.

Ninguno tenía un real,

pero tenían gran ingenio,

que nadie puede negar.

Los tres forjaron el plan

y ese plan tuvo su premio;

Paco López lo parió,

pues venía de Barcelona,

en donde se hizo inventor

de productos para el mármol,

con ' Made in Santa Coloma'.

Eso fue  la rama de árbol,

que le dio su salvación.

Lograron los tres Paquitos,

con tesón y sin desmayo,

llegar hasta  su tocayo,

don Francisco el Dictador;

se decidieron y listo,

su artimaña resultó

tal como estaba previsto.

Consistía tal artimaña,

en no faltar a la verdad,

diciéndola en forma tal,

que el gran Caudillo de España

se la tragara doblá.

El de la Casa Civil

comunicó a Su Excelencia:

- ¡A la orden de Vuecencia!:

Nos han llegado hasta aquí,

tres sujetos de Cantoria;

se trata de tres capullos,

por cierto, tocayos suyo,

que le han venido a pedir,

que les conceda la gloria,

y  en  la Villa de  Cantoria,

les sea instaurado allí,

el  'gracioso movimiento'.

Sabían de buena tinta,

de cuando entraron en quintas,

que Franco era  teniente,

antes de ser General,

y que eso era lo normal,

así que por consiguiente,

el oiría cosa distinta,

por eso de estar 'teniente'

pues dá la casualidad,

que es lo mismo ser, que estar,

y obviamente, así ocurrió.

El Caudillo muy contento,

enseguida se creyó,

que era la obra meritoria,

y rápidamente  ordenó:

- ¡Llámese al Gobernador

que atienda a los de Cantoria!.

 A partir de ese momento,

todo marchó sobre ruedas,

aquello era miel sobre hojuelas,

no podía pedirse más,

esa bendita secuela,

de Franco, que oía mal,

benefició a Los Paquitos,

de forma espectacular.

Ellos habían recabado

permiso para bailar

y Franco le había otorgado,

'licencia para matar'.

¡¡Y a ver quién era el valiente

que tuerce el gusto al 'teniente'!!

Los Paquitos bien contentos,

hablaron de esta manera:

- ¡¡¡Con eso del movimiento

va a bailar Cantoria entera!!!.

Así fue como surgió,

la discoteca señera.

 

Un pueblo como poquitos,

que una discoteca tuvo,

que se llamó “Los Paquitos”,

¿más vanguardista?, lo dudo.

Abundando en este dato,

que estaba contando antes,

la Discoteca citada,

se ubicaba entre el Teatro

y tienda de Lola Sánchez,

frente al bar "Gran Parada”,

de Jacinto Castejón.

La Discoteca en cuestión,

tenía un alto mostrador

con moderna estantería,

y el licor que contenía,

ya no podía ser mejor:

nuez de cola, ponche y ron,

menta y el 43,

coñac y licor café,

y en más de una ocasión,

mistela, vermú y sifón.

No era el suelo de traspor,

era cemento alisado

y mosaico colocado,

en pista y su alrededor.

 

¡Y en el corral, dos retretes!,

con su puerta y su pared,

para hombres y mozalbetes,

el otro es para mujer;

porque tenía su cerrojo

pa' que no pudieran ver,

ni siquiera de  reojo,

esos moscones voyeurs.

Detalles de exquisitez,

del nuevo establecimiento,

eran  trozos de papel,

pinchados en la pared

del dicho departamento:

periódicos atrasados,

del 'Yugo' y del 'ABC',

papeles de estraza usados,

o cualquier otro papel

que no fuera acartonado.

Como ya debéis saber,

eran pa'  limpiarse el culo

el hombre y la mujer,

en vez de que usen el zuro

de panocha de panizo,

que tiene su encanto y hechizo,

pero yo al menos procuro

no hacer lo tradicional;

lo moderno gusta más,

lo pasado era tan duro….

que era penoso evacuar;

pero estos excusados

eran una maravilla,

se podía cagar sentado,

que antes se hacía en cuclillas,

con un garrote a la mano,

para arrearle al marrano

y ahuyentar la borriquilla.

 

Y vaya decoración

de la zona principal;

un lujo señorial

alarde de ostentación.

De su techumbre pendían,

colgando de los maderos,

imitando a las arañas,

artísticos candeleros;

eran cuatro 'Petromax',

igual que los turroneros

que están en la Capital.

Era por seguridad,

por si se fuera la luz,

para la tranquilidad

de padres, madres y abuelas

de toda la juventud,

y de toda la clientela.

Si se iba la corriente,

a toda velocidad,

se cebaba el 'Petromax'

y se ponía incandescente,

y no había posibilidad,

de hacer actos indecentes.

Los Paquitos diligentes,

vigilan al personal,

custodian la estantería

y encienden los 'Petromax'

y cuando arreglan la avería,

la música a todo gas.

 

Del entramado de cañas,

que les sirve de techumbre

los farolillos colgaban

junto con mil banderillas,

y guirnaldas de costumbre,

de mil vistosos colores;

y todo el mundo decía:

- ¡Cojones!, ¡qué maravilla!

¡mucho mejor que Almería!

¡qué lujo de veladores!,

¡qué comodidad de sillas!

¡vaya copas  de licores!.

No había allí ni un farol

que no tuviera perilla,

ni tampoco una nación

sin tener su banderilla.

 

En Los Paquitos había

un buen arsenal de discos,

con las canciones y ritmos

a la última y al día

de los sones más punteros,

el fox, la rumba, el bolero,

¡la conga!, recién llegada

que ya todos se sabían,

y ya todos la bailaban.

Ese baile consistía:

marcha en columna de a uno,

tías y tíos entreveraos;

en la cintura ponían

las manos y bien apretaos

y con mucho disimulo,

las bajaban casi al culo;

un, dos, marcando el paso

y una patá pa' los laos.

La gente tarareaba

lo que en el baile sonaba,

y Cantoria estaba al día

de cuanto se cocinaba

en últimas melodías.

Un gramófono excelente,

de zafiro y a motor,

altavoces envolventes,

que causaban estupor,

con sus disco de vinilo

que duraban un montón.

Los de antes de la guerra,

eran discos de pizarra

que pesaban casi un kilo,

sonaban con púa y a cuerda,

cual vulgar pito de caña.

Se corrió la gran noticia,

y no hubo ni un rincón

de Villaricos a Serón,

en el cual no hiciera ricia,

este enorme notición.

.Lo que más les extrañaba,

porque no se lo creían,

que las mujeres bailaran,

sin llevar su  compañía,

pues nadie se imagina

que una muchacha soltera,

fuera al baile o a la era,

sin llevar su carabina.

La gente murmuraría

por tamaña displicencia;

sin amiga, prima o tía,

o madre o la propia abuela,

toda mujer se expondría

a que dañen su inocencia

y consiguientes secuelas.

Cantoria: Villa avanzada

de costumbres disolutas.

Los Paquitos: sin disputa,

 líderes  de la cruzada;

rompieron todos los moldes

de conductas atrasadas.

 

Cantoria tuvo el honor

de encontrar nuevos senderos

y Los Paquitos, pioneros

en romper la tradición.

Las chicas con permanente,

tanto en frío como en caliente,

falda corta y sin volantes,

y por encima del vientre,

escotes insinuantes,

'arribaespaña' en su frente,

y en sus piés, zapatos tanques.

En los días de confesar,

perfectamente doblados,

los objetos apropiados,

que exigía la moral:

la rebeca, los manguitos,

velo, rosario, abanico,

y el libro para rezar.

Para contemporizar,

la de cal, con tres de arena,

porque si querían bailar,

- a la misa,

- a la novena,

- y el domingo, a comulgar.

Los muchachos se vestían

con sus chaquetas cruzadas

y sus camisas planchadas,

provistas de cuello duro,

muy compuestos y elegantes,

aunque no llevaran guantes,

y en el bolsillo, ni un duro.

Nudo wilson en su corbata,

calzaban limpios zapatos

en vez vieja alpargata.

El progreso ha progresado

lo que nadie se imagina,

pellizas por gabardina

y un sombrerillo terciado

en cabezas repeinadas.

 

Item más, amplío el relato,

para aclarar la cuestión,

pues tu tampoco sabrías,

que Cantoria también tuvo

un pionero pinchadiscos

que recordarás seguro:

Él era el primer  Francisco

y se que tu lo conoces,

hermano de Pedro López.

Un muchacho emprendedor,

incansable trotador

por todas partes del mundo,

Paco López fue inventor,

del disco de carborundo,

y Pedro su distribuidor.

 

Me viene aquí a la memoria,

esta letrilla siniestra

que van como anillo al dedo

y que exhibo como muestra.

Nos dan un tiro certero,

a las gentes de Cantoria:

 

“Señoritos de Cantoria,

hombres de poco dinero,

dos bancales y un mediero;

por la mañana las migas

y por la noche el puchero”;

al Casino, a medio día,

a tomar café fiao;

su brisca y su subastao,

y a hacer hora para el vino,

del Balazote al Casino,

 se ponen bien ajumaos "

Y como me he desviao

y se me ha ido el santo al cielo,

perdonad este libelo,

que este cuento se ha acabao..

Paco Juárez, uno de los socios fundadores

Isidoro Alex, otro de los socios