Falco, Asociación Juvenil Ecologista

Por Juan Francisco García Masegosa

El Comienzo del Viaje

Hablar de Falco en los días de globalización y desarraigo en los que vivimos, es hacer un viaje a la verdadera conciencia de Naturaleza y armonía con nuestro planeta. Aún conservo la fascinación que de adolescente me llevó a ser un seguidor incondicional de esta asociación de jóvenes ecologistas. No sé cual fue la razón aunque adivino en ocasiones la inspiración, que les llevó a organizar algo que supondría la envidia de cualquier estructura social de su edad en el momento actual. Se trataba de un número de jóvenes adolescentes con una idea común: el conocimiento y la defensa de su naturaleza, en cualquiera de sus formas. De lo complejo a lo sencillo. Había escuchado hablar mucho de ellos, eran muy respetados en la pedanía de Almanzora, conocidos y admirados en toda la provincia por otros grupos de más envergadura y premiados a nivel nacional. Un día decidí acercarme a su sede, un cortijito cerca de la rambla. Estaba lleno de libros de animales, dos mesas autoconstruidas con materiales reciclados. Las paredes estaban cubiertas de fotos de pájaros de todas clases y sobresalía una estantería con unas enciclopedias que parecían especiales. Su denominación, Falco, viene del nombre científico del halcón, y en especial el halcón peregrino al que veneraban (Falco Peregrinus), por su destreza, velocidad, astucia y belleza desde que a mediados de los 80 Liria y Pepe se constituyeron como grupo defensor de los animales. A partir de ahí se generaría un autentico movimiento al que se unirían multitud de jóvenes de toda la provincia.

Repoblación de 1000 pinos en el Barrio de Almanzora. Colección: Miguel Ángel Alonso

Salvemos aves

En una esquina de la sede había un Águila Calzada que le habían entregado hacía dos días unos vecinos que lo habían encontrado en un campo de limoneros, al parecer herido por un una escopeta de caza y de forma intencionada. En dos días lo enviaron a un hospital de rehabilitación de aves rapaces; estaban tristes porque se tenían que despedir de él, pero en sus caras se veía el orgullo de haber salvado otra rapaz más, y no sería la última. No había nadie que no supiera donde dirigirse cuando encontraran un animal herido. “llevadlo a Falco, que ellos lo curarán”. Nunca he visto un cuidado tan paciente como el que se llevó a cabo con este animal. El ave, rebelde al contacto humano, terminó habituándose a comer su carne de las manos de estos intrépidos amigos, e incluso con un poco de antiséptico y paciencia, logré verla volar de nuevo y emprender su vida salvaje en el territorio del que provenía.

Antigua sede de Falco. Colección: Miguel Ángel Alonso

Las redes japonesas

Eran muy comentadas, transparentes, casi invisibles a los ojos de cualquier ser vivo, pero crueles por su característica de enredar a cualquier animal y dejarlo atrapado hasta la muerte por inanición o por las inclemencias meteorológicas. Fueron numerosas las ocasiones que los acompañé a desenredar todo tipo de especie de pájaros que quedaban atrapados en ellas. Abubillas, mochuelos, gorriones, alcaudones, mirlos, zorzales. De igual forma los campos estaban llenos de cepos en los que podía caer abatido cualquier tipo de animal, terrestre o volador. Pronto aprendí la técnica de desactivación. Algunos eran realmente peligrosos ya que si una mano quedaba atrapada podías tener verdaderos problemas. 

Comenzamos la idea del reciclaje...

En la habitación de al lado, algunos trabajaban en un sofá. ¿Estáis construyendo un sofá?. Sí, no tenemos ninguno y hemos pensado en rehabilitar este que estaba para tirarlo en la calle. Era alucinante, se reciclaba todo y todo era posible. Uno era inteligente, el otro ponía en marcha las tareas y todo era como una gran maquinaria de producción de proyectos que se ponían en marcha de forma continua. Pensamos que sería bueno tener unos contenedores de reciclaje para vidrio y papel en el pueblo, reunimos dinero y llamamos desde una cabina a algún alto cargo de la Juta de Andalucía, que nos trató de forma políticamente correcta. La intención se adelantaba a los tiempos, pero quizás demasiado, porque nadie en la zona sabría qué hacer con un montón de vidrio y de papel. Y su correcto reciclado vino años después cuando se creó una empresa para esos cometidos. Porque Falco no entendía de política, economía, o especulación de mercados, pero entendían algo mucho más complejo, y es que la vida está totalmente encadenada y que el todo depende de la sucesión de los pequeños detalles de la vida diaria. ¡Ahí van esos ecologistas!, ¿que se estarán proponiendo ahora? escuchábamos muchas veces.

El mundo académico de FALCO

Ese día había mucho ruido en la sala principal. Hablaban en un lenguaje que no lograba entender y al principio me asustó. “Halcón esmerejón”, pronunció rotundamente Líria. No pasó ni un segundo y Pepe respondió con orgullo “Falco Columbaris”. Otro miembro del grupo me aclaró que estaban haciendo una guerrilla de nombres científicos. Jugaban a preguntarse un animal en su nombre común o en el científico y el otro tenía que dar la respuesta correcta. Aquellos chavales controlaban más de mil nombres científicos de memoria, y no solo eso, si no que te sabían recitar la ficha técnica del animal en cuestión. Recuerdo como se entrenaban para identificar a los animales por sus sonidos. Con un magnetófono antiguo habían grabado el sonido de cada episodio del “Hombre y la Tierra” de la televisión y lo ponían como “música de fondo” en su estancia en la sede, de tal forma que educaban su oído y resto de sentidos a la identificación de la fauna de la zona y de la península ibérica.

Halcón Esmerejón (Falco Columbaris)

El petirrojo, la cigüeña y las avesfrías

¡Venga, se nos hace tarde, vamos al trabajillo!, ¿que tenemos que hacer esta mañana?. Observar la existencia en esta época del año del petirrojo, un pajarillo esquivo, del que no se había documentado casi nada en la zona. Los cuadernos de campo personales era la herramienta que con más orgullo se enseñaban unos a otros. Los dibujos, las anotaciones, algunos verdaderas obras de arte parecidos a libros creados por escribanos medievales. En realidad, se logró crear una auténtica base de datos de la fauna y flora del valle, que posiblemente no se llegó a explotar lo suficiente. Pedí permiso para participar en la aventura de descubrimiento del petirrojo, y me dijeron que si lograba estar callado y llevaba ropa verde oscura, no había problema en ir con ellos. Portaban dos walkies blancos enormes, el sonido no era muy bueno pero suficiente para la comunicación entre los dos miembros del grupo ecologista que barrían los campos cercanos a la rivera del Almanzora en busca del petirrojo. Cada ave que avistaban la comentaban y la apuntaban en sus cuadernos, alguno incluso se atrevía a esbozar un pequeño dibujo que más tarde perfeccionaría en la sede. El año de las avefrías fue especialmente traumático. Por algún motivo aquellas miles de aves se perdieron en su ruta de emigración. Podían haber pasado por un lugar bonito, y hasta elegir nuestra comarca para volver otros años, pero desafortunadamente se veían caer del cielo como ángeles abatidos por cañonazos de perdigones. Confieso el miedo que siempre he padecido a tocar un pájaro, y aún tengo en mis manos la sensación de sostener uno de estos seres heridos.

 ¿Una cigüeña en el campo?. Llevaba unos días muerta por el aspecto, pero se podría documentar en el cuaderno de campo. Además tenía una anilla muy rara, donde decía “Helvetia”, y una dirección. La curiosidad les llevó a enviar esa anilla a la dirección que mencionaba.  Al mes recibieron un correo con toda la información de la ruta de esta ave y agradeciendo que les enviaran la anilla que identificaba este ejemplar.

Petirrojo

Las egaglópidas

¿Quieres saber donde habitan los mochuelos y los búhos?. Pues busca egaglópidas me decían. Eran bolas de material que estos pájaros regurgitaban tras la ingesta. Me encantaba escalar los salientes de los cerros en busca de esta curiosa pista y luego dibujarlo en mi cuaderno de campo. Esto era una auténtica Universidad.

Búho

El reconocimiento a un trabajo

Por las tardes estaban trabajando en un proyecto para presentarlo en un concurso nacional de comics con la temática del bosque mediterráneo. Los recursos eran limitados. Folios, colores, algún rotulador, acuarelas de mala calidad… pero existía algo que superaba todo esto y era la inquietud y el deseo de conocer y proteger su entorno. Y esto les llevaría a ganar el tercer premio del concurso, unas medallas con el sello de Féliz Rodríguez de la Fuente. Galardón que recogería nuestro amigo Líria de manos de la mismísima esposa e hija del naturalista en Madrid. Este trabajo reflejaba la problemática de la conservación de nuestro medio en forma de textos y viñetas. Residuos, basura, gestión ambiental, Una verdadera obra de arte hecha a mano e inspirada por toda esa energía ecológica que emanaban estos jóvenes. Muchos de los planes de mejora de nuestro medio ambiente creados por nuestras instituciones deberían echar un vistazo a este trabajo. Estoy convencido que les inspiraría.

Premio Dr. Félix Rodríguez de la Fuente otorgado a los miembros de Falco de manos de su mujer e hija de Felix. Colección: Juan L. Liria

El descubrimiento de la tierra

Los viajes a la Sierra era otro de los puntos fuertes de la asociación. Cuando no existían grandes almacenes destinados a la infraestructura de los montañeros, estos ecologistas se valían de sus libros y de su ingenio para fabricarse todo tipo de tiendas de campaña y vivac que le servían para pasar semanas en pleno contacto con el monte. Uno de los viajes que realicé con más ilusión en mi vida fue uno de estos. Un buen hombre con su Land Rover nos trasladaba con nuestras tiendas, indumentaria, cazuelas, comida, cuadernos de campo, libros…

Sierra de los Filabres

El significado

Personalmente he de agradecer la gran cantidad de seguidores que tuvieron estos grandes personajes en la década de los ochenta y principios de los noventa. La gran conciencia de vida en la naturaleza que se nos quedó como una impronta. En homenaje a todo este mundo, la movilización reciente de nuestro pueblo para salvar la vida de cuatro olmos que han estado en peligro de muerte por razones que se escapan a este escrito. En todo ese movimiento juvenil sin lugar a dudas brillaba la llama del espíritu Falco.

Mi sueño es transmitir esta conciencia a nuestros jóvenes, a los videoconsolados, a los teleatrapados, y a los facebookadictos, la idea de que no es necesaria la alta tecnología para captar la esencia de las cosas, con un simple paseo podremos descubrir un amalgama de colores, formas e insinuaciones de vida, mucho más complejas que cualquier ordenador. Propongo retomar el movimiento falco adaptado a nuestro tiempo. Buscar incansablemente el tesoro que ellos poseían y al que le daban uso., y ese tesoro se llamaba ilusión. Ilusión por descubrir, por vivir, por fascinarse por las cosas de nuestro entorno, por colaborar, por sentirse útil y sobre todo por amar la naturaleza, condición indispensable para la vida en nuestro planeta.

A la entrada de Almanzora se puede divisar un dibujo en una nave agrícola con el retrato de Félix Rodríguez de la Fuente, y un lobo, donde vela un mensaje que es todo un estandarte a lo que Falco nos dejó. “Vida Salvaje”.

Toda las ideas de gestión de medioambiente que parecen tan novedosas en nuestro tiempo, ya se adelantaron en las conciencias de Falco.

Falco prevalece con nosotros, con muchas generaciones, y le debemos continuar su trabajo.

Desde que era pequeño, como amante de los animales y fiel admirador de Félix, siempre que pasaba por Almanzora me gustaba contemplar ese mural. Un acierto su restauración y que valga como homenaje a la labor de Juan L. Liria. Colección: Miguel Ángel Alonso