La batalla que enfrentó a moros contra moros en Cantoria

Antonio Luis Molina Berbel

La batalla en el Castillo de Cantoria

A lo largo de la historia de Cantoria diversos y muy variados han sido los sucesos y capítulos históricos que sobre nuestras tierras se han producido. En nuestra particular historia hemos vivido desde batallas hasta capitulaciones, inundaciones o emigraciones, y hasta ilustres visitas históricas,  como la que realizó Don Juan de Austria (hijo de Carlos V y hermanastro de Felipe II) allá por el siglo XVI, y todas ellas a lo largo de las distintas épocas en las que muy diversas culturas habitaron nuestra tierra.

Pero, sin lugar a dudas, de entre todos estos episodios, uno de los más singulares acontecidos en nuestro pueblo se produjo hace ya algo más de cuatrocientos años, a principios del año 1569. Relatábamos en el primer número de esta revista la batalla que libraron, a finales de ese mismo año, los Tercios (cristianos) de Lorca, contra los moriscos que por entonces ocupaban el Peñón o Piedra del Lugar Viejo de Cantoria. Aquellos acontecimientos supusieron el punto final de la presencia musulmana en nuestras tierras tras varios siglos de ocupación, ya que recordemos que la fortaleza del Peñón del Lugar Viejo data, como mínimo, de la época nazarí (siglos XIII-XV). Pero sin duda alguna mucho más singular aún resultó la batalla que, pocos meses antes, se libró en ese mismo emplazamiento del Peñón. Fue una batalla desprovista de diferencias religiosas y de desavenencias culturales como las que enfrentaban a moros y cristianos, y como la mayoría de las libradas en aquella época de la historia. Fue una batalla que enfrentó a moros contra moros: los moriscos de Aben Humeya, líder de la Rebelión morisca de las Alpujarras, contra los moriscos asentados en Cantoria.

Pero, antes de ello, pongámonos en situación: Cantoria fue reconquistada por los Reyes Católicos allá por el 1488, cuatro años antes de la rendición de Granada , y mediante capitulaciones y sin apenas oposición por parte de los moriscos asentados hasta esa fecha en nuestro pueblo. Recordemos que durante los primeros años de dominación cristiana tras la Reconquista, concretamente desde 1492 y hasta 1502, los antiguos moros pasaron a llamarse mudéjares, ya que tras la Reconquista pasaron a ser musulmanes en territorio cristiano, y a los cuales se les permitió mantener tanto su religión, como su cultura, su lengua y sus posesiones. En 1502, y a raíz de diversas divergencias tanto sociales, como económicas y religiosas entre las dos culturas, cristiana y musulmana, los Reyes Católicos obligaron a los mudéjares a convertirse al cristianismo, pasando a ser denominados moriscos, o en su defecto a abandonar la península.

A pesar de todos estas divergencias sociales entre las dos culturas, y durante casi un siglo, desde 1488 hasta 1569, los moriscos asentados en el Peñón del Lugar Viejo (poco menos de trescientos) y los primeros pobladores cristianos de Cantoria tras la reconquista cristiana (alrededor de unos cincuenta habitantes) convivieron pacíficamente.

A finales de 1568, y a raíz de las cada vez más asfixiantes presiones a las que se veía sometida  la población morisca, estalló la Rebelión o Sublevación de las Alpujarras, liderada por el autoproclamado capitán morisco Aben Humeya, natural de Válor. Toda la población morisca de las Alpujarras se sublevó, a veces contra su propia voluntad, contra el régimen de gobierno de Felipe II. Toda, a excepción, en un primer momento, de un asentamiento morisco: la fortaleza morisca de Cantoria.

A continuación traduciremos parte del libro “La guerra de los moriscos” (segunda parte de las "Guerras Civiles de Granada", de Ginés Pérez de Hita) en su capítulo Quinto, en el que se narra el terrible asalto que dio El Maleh, capitán morisco a las órdenes de Aben Humeya, a la fortaleza de Cantoria, para que se sublevase contra el poder cristiano:

“ …y Aben Humeya despachó al Capitán Maleh para que, con mil soldados, diese en Cantoria y la tomase, y que a los moriscos de ella los hiciese levantar por la fuerza contra el poder cristiano, y así mismo hiciese con los de Oria, Albox y Partaloa, y todos los demás lugares del Marqués de los Vélez.  Tomó El Maleh mucha gente de la fortaleza de Purchena, y al llegar a Cantoria quiso antes levantar la fortaleza por las buenas. Los de Cantoria, siendo avisados de la venida del Maleh, cerraron bien las puertas de la fortaleza, estando dispuestos a guardar lealtad al marqués de los Vélez. El Maleh acampó a sus tropas muy cerca de la villa, y con quince soldados más se acercó a la puerta de la fortaleza, con una bandera blanca en señal de paz. Los dos hombres principales de Cantoria, Abenayx y Almoçavan, elegidos capitanes por su gran valentía, preguntaron a El Maleh qué buscaba o quería de Cantoria. El Maleh, conociendo el valor y sabiduría de los dos capitanes, les habló de esta manera:

….”muy bien conocéis las causas principales de la Guerra del Reino Granadino, de sus gentes… .los agravios y los males que nos causan, haciéndonos pagar mil tributos, llevando nuestra sangre injustamente, quitándonos nuestras ropas y nuestra lengua….Y queriendo Alá sacarnos de esto, provoca a todo el Reino de Granada a una indignación cruel y dura contra el Reino Cristiano, injusto y fiero, para que con las armas defendamos lo que es justa razón que se defienda….y que a toda España sometamos poniéndola bajo nuestras leyes, con esperanza de que todo el reino se alce a las armas….es por esto que el Rey (Aben Humeya) me envía para que deis ayuda a su bandera y seáis buenos vasallos, o de lo contrario el cruel castigo caerá sobre vosotros, y con fuego cruel derribará vuestras murallas, haciendo que paséis por cruda muerte.”

Muy atento estuvo el buen Abenayx de Cantoria a todo lo que El Maleh había dicho, pero como hombre de mucho valor, ya que había propuesto ser fiel y leal al rey Felipe II y a su señor el Marqués y no hacerle traición, respondió a El Maleh de esta manera:

“muy atento he estado a todo lo que habéis dicho, y maravillado del gran error en el que tú y los demás que seguís tan injusta guerra estáis, sin cimiento alguno que firme sea. ¿Entendéis que el Rey de Castilla y de España, contra quien levantáis flacas banderas, no tiene potencia? ¿No consideráis que el rey Felipe de España tiene sometido lo mejor y más importante del mundo, y que no han sido excepción ni las remotas Indias? ¿No sabéis que tiene a toda Italia puesta bajo sus pies, y que aun dentro de África posee fuerzas y castillos? Pues, si esto es así, ¿cómo vosotros y ese Reyecillo que te envía, pensáis prevalecer contra tan gran poder como el de Felipe, no teniendo otro poder que el de las nevadas sierras y las oscuras cuevas?

Muy errados vais, y perdidos de toda luz. Peleáis por libertad, y dais el mayor cautiverio: andáis perdidos por las sierras, vuestros hijos y mujeres arrastrados, muertos de hambre, sujetos al frío de las sierras.  Acabaréis muertos, o cautivos, vuestras haciendas perdidas…. Y lo que más me duele es el haber perdido la Fe de Cristo, y que habéis hecho con vuestras manos mil sacrilegios, injustamente robando…

Vete, Maleh, y dile a tu rey que esta tierra no es para él ni de ella tenga esperanza, que hará mejor en pedir perdón al Rey (Felipe II), que no seguir tan injusta guerra sin provecho. Y si no te quieres ir, haz lo que quieras: si quieres batalla, aquí te la daremos, si quieres no tenerla, en tu mano está. Escoge a tu modo, que para todo nos hallarás.”

Oyendo esto El Maleh retiró su bandera blanca y se fue hacia su gente, y movilizándola, ordenó que fuese combatida Cantoria por tres partes, con tanta bravosidad y estruendo que parecía hundirse el mundo, tal era el ruido que se hacía. El ejército de El Maleh estaba bien armado y se produjo una sangrienta batalla, ya que de ambas partes cayeron muchos heridos, más de la parte de El Maleh, porque los de Cantoria atacaban a salvo tras las almenas y la muralla y tirando a través de las saeteras. Llovía tanta piedra sobre el ejército de El Maleh que el ruido se oía desde Purchena y en todos los lugares de aquel río. Quisieron los cristianos de Oria salir al socorro de los moriscos de Cantoria, ya que fueron avisados de lo que pasaba, pero dejaron de dar este socorro por temor de que los moros de Oria se levantasen y porque su fortaleza no quedase sin guardia.

Tres veces se retiró el Maleh con su gente vapuleada, y otras tantas volvió a acometer, pero su afán era en vano ya que cuanto más combatía mayor resistencia encontraba en los de Cantoria. Y por donde más acechaba era por la puerta principal de la fortaleza, porque ganada aquella puerta estaba todo llano, pero por esta razón se centraba allí la mayor resistencia. Y es que además estaban allí peleando catorce cristianos de Cantoria, que apoyaron aquel día a los moriscos de su pueblo (se mencionan los nombres de todos ellos en el citado libro)

Cierto es que los de Cantoria no estaban tan bien armados como los del Maleh, pero aun así, a pura piedra y algunas otras armas, el Maleh quedó vencido y, alzando sus banderas de paz, se retiró esa misma noche sin combatir más la fortaleza.

Mientras, los de Oria, viendo las humaradas de auxilio que pedía Cantoria y animados por Don Luis de Fajardo, hijo del Marqués de los Vélez, marcharon finalmente en socorro de Cantoria, llegando al amanecer del día siguiente, acabada la batalla, y viendo los muertos que allí habían quedado del Maleh.

El Maleh, al ver que Cantoria se había defendido tan bravamente, muy enojado dio con otros lugares del Marqués, los cuales levantó a la fuerza, que fueron: Partaloa, Albox, Arboleas, Albanchez, Somontín, Benitagla y otros más cercanos.

…. Y así el Maleh volvió a Purchena, escribiendo a Aben Humeya de todo lo acontecido. Este le ordenó que se rehiciese con más gente y volviese a Cantoria, y que no levantase el cerco hasta tomarla. Los de Cantoria, teniendo noticia de esto, pidieron socorro a Vélez Blanco, a Lorca y a Vera. Pero no hubo auxilio. De esta manera volvió El Maleh, con más de diez mil hombres, a Cantoria. Los de Cantoria, viendo el gran poder que traía, y visto que el socorro de los cristianos no lo tenía, terminaron por entregarse.

Hipótesis del aspecto que pudo presentar el cerro castillo en el siglo XV, con su torre vigía de planta cuadrada en pie. Documento: Antonio Luis Molina

Peñón del Lugar Viejo, emplazamiento de la antigua ciudad amurallada de Cantoria. Colección: Antonio Luis Molina

Romance de la toma de Cantoria  por el Capitán Maleh

Con tres diversas vanderas

De purchena se ha salido

El valeroso Maleh

Llevando un campo crecido.

La una vandera roja

Y la otra es de amarillo,

La otra es azul y blanca

Pintado en ella un castillo.

La buelta va de Cantoria,

Que lo manda el Reyecillo;

Obedécelo el Maleh

Como a su rey y caudillo.

Cantoria quando lo sabe

Se apercibe a resistillo.

Allegando avía el Maleh

Y por buen a prendido

Que se le entregue Cantoria,

Mas hazerlo no ha podido,

Que el valiente Abenayx

Lugar no dio a tal partido;

El Maleh, con grande enojo

Viéndose assí despedido,

Mandó combatir la fuerça

Con gran furor y ruydo;

Por tres partes le acomete

Con braveça y alarido,

Mas defiéndese Cantoria

Con esfuerzo muy crecido;

Muchos matan del Maleh

Y muchos le han mal herido.

Le conviene retirarse

Por no verse allí perdido

Tres veces le diera asalto,

Mas siempre fue resistido.

Con gran pesar el Maleh

Se retira aborrecido,

Pide que den las mugeres

Que el Marqués allí a traydo

Y les quitará aquel cerco

Con que les tiene oprimidos;

Los de Cantoria las dan

Por no verse alli afrigidos.

El Maleh se parte luego

Muy enojado y corrido

Por no salir con su intento

Y a lo que avía venido.

Los Cristianos con temor

De Cantoria se han salido;

Los demás piden socorro,

Mas no le fue venido.

El Maleh se volvió a Oria

Mas muy pronto le ha valido,

Porque vino de Lorca

Un socorro muy luzido.

El Maleh se ha retirado

Y al Reyecillo le ha escrito

Lo que passa en Cantoria

Y lo poco que ha podido.

El Reyecillo le manda

Que con campo más cumplido

Rebuelva sobre Cantoria

Y cumpla lo prometido.

Mucho tiempo no pasó

Que Cantoria no se vido

Del Maleh otra vez cercada

Con poder engrandecido.

Mas Cantoria dase luego,

Pues socorro no ha tendio.

FIN

Bibliografía