La Posguerra en Almanzora

Por Miguel Ángel Alonso Mellado

La represión franquista. 

Francisco García Castaño, fue encarcelado en la prisión de la Azucarera de Benalúa y de allí el 2 o 3 de abril de 1939, según contó Antonio Piñero, uno de los varios presos almanzoreños que allí estaban, vieron como se lo llevaban gente venida de Almería, que por su forma de actuar se cree que eran hijos de fusilados del bando nacional que busca de venganza. En Tabernas, en el tristemente famoso Pozo de la Lagarta, lo mataron, lugar donde supuestamente Castaño mandaba ajusticiar a sus detenidos.

Juan Cazorla Lozano, estuvo preso en Hellín (Albacete) condenado por un delito de Auxilio a la Rebelión, penado con doce años de cárcel. Según informes de la guardia civil, lo calificaban de peligroso, la Falange de Cantoria le acusaba de marxista y pertenecer a la C.N.T.; El cura de Cantoria, don Luis Papis, informó sobre él diciendo que era de ideas extremistas. Lo que si es cierto y así consta en su sentencia, es que se da como hecho probado que “con su actuación moderada, impidió que en Almanzora, se cometiesen desmanes, ni con las personas, ni con las cosas” ( Huercal-Overa 14 de julio de 1939, juicio de guerra sumarísimo ante el Consejo de Guerra Permanente). Hace dos años su hijo Julian hizo una visita desde Argentina a su tierra, donde se encontró con familiares y conocidos, afirmando al autor de este artículo, que después de la guerra le hicieron la vida imposible a su padre, teniendo que emigrar a Argentina, volviendo la última vez a su tierra a finales de los 70.

Francisco Jiménez Simón, fue detenido y preso en primera instancia en la prisión de Huércal-Overa, desde donde fue trasladado a la de Granada. A parte de participar en el asesinato de los dos ancianos de los Pardos, estaba acusado de denunciar ante el S.I.M. al guardia civil jubilado de Cantoria, Antonio Martínez, asesinado en la Venta de San Roque de Sorbas, según declaración de su hija Melchora Martínez en 1942 “fue descuartizado antes de dispararle con armas de fuego”. También fue acusado por la guardia civil de Cantoria de pertenecer a U.G.T y de ser un propagandista. Fue sacado de la prisión de Granada el 28 de marzo de 1940 y fusilado ese mismo día. En la hoja de defunción aparece el hospital como lugar de su fallecimiento, sin duda fue más bien alguna tapia. Lo mataron sin haber tenido al menos un juicio justo. Baltasar el Casillero le fue conmutada la pena de muerte por cadena perpetua, por ser menor de edad. Falleció a los pocos años en la prisión de Cartagena.

Pedro Antonio Rubio fue fusilado. Hace 20 años que escuché contar a Marisa, mujer de Juan Pardo el almazarero, que ella fue a despedirlo a la estación cuando trataba de escapar ante la llegada de los nacionales. Aunque es curioso, este ayudó a la familia de Juan Lozano acompañándoles en un taxi hasta Águilas.

Después la vida no fue fácil para casi nadie, pero menos para los de izquierdas. Luis Rubio Oller contaba que la guardia civil, en bastantes ocasiones, lo metían atado de los tobillos al pozo que había dentro de la oficina de Juan Lozano, y otras veces, cuando venía con la borriquilla del mercado de Albox, era automático que le requisaran la mercancía y como propina alguna paliza para calentar el cuerpo. El nunca agachó la cabeza ante la injusticia, como cuando llegaban los civiles al bar del Mojete y todo el mundo se apartaba para dejarles media barra del bar, Luis no se quitaba, sabía también que esa noche dormía en el calabozo.

Muchos paisanos aprovecharon la estación para vivir del estraperlo y mercadear con productos que estaban prohibidos fuera de las cartillas de racionamiento. Los delegados de abastos dejaban en las tiendas, arreglado a las cartillas que tuviera cada establecimiento, un número de kilos de azúcar, harina, legumbres, etc., y el resto se lo guardaban para su bolsillo.

El miedo se apoderó de la etapa de la posguerra, los chivatazos de los somatenes sobre palabras o hechos inapropiados de algún vecino podía resultar fatal para este. Se formaron los grupos de niños falangistas, para tenerlos controlados a ellos y sus padres, desfilando dos veces a la semana haciendo instrucción, vestidos con el uniforme de la camisa azul y cantando el cara al sol al entrar y salir de la escuela.

Juan Lozano, en el centro, antiguo administrador del banquero mallorquín Juan March, propietario de gran parte del palacio de Almanzora. Colección: María Lozano

Juan Cazorla el gordo, en el centro de la imagen con camiseta blanca con un grupo de amigos y vecinos de Almanzora en la playa de Águilas. Colección: Amparo García

Bibliografía

Archivo Histórico Provincial. Expedientes de responsabilidad políticas de los vecinos de Almanzora.

Testimonios:

Desfile de Requetés de Cantoria y Almanzora en la desembocadura del Arroyo. Colección Lolina Linares