Pepe Rodríguez el Marmolista y el Turronero

Julio Rodríguez

Sus Primeros Pasos

José Bernardo Rodríguez Pedrosa hijo de Benito y Efigenia, nació en Cantoria en 1915 y murió en 1994. Fue el cuarto de cinco hermanos, cuatro hombres y una mujer. Su niñez fue corta en su pueblo ya que emigraron sus padres confiteros a Tíjola a la edad de 7 años.  Al poco tiempo se trasladaron a Macael en busca de mejores oportunidades, alquilando una casa cerca de la iglesia. Adaptaron la parte inferior como obrador y la parte superior como vivienda.

Cuando contaba con unos 11 años, fue cuando tomó contacto por primera vez con los oficios que marcarán su vida, el de artesano del mármol y el de herrero. Por la mañana empezó haciendo morteros a la luz que dejaba pasar el cañón de una gran chimena. Cuando acababa la faena en este taller, se iba algunos ratos a la fragua de Juan Pedro Miras a aprender el oficio de herrero y el resto del tiempo y de manera casi autodidacta aprendió, no sólo a leer y a escribir, sino a Dibujar, ayudado por un maestro local.

Cuando entró en el taller de Javier Larios, este trazaba las piezas directamente en la piedra, pero Pepe no contento, siempre le variaba las líneas. Al principio el empresario no le agradaba que un joven como él le debatiera su trabajo, hasta que se dio cuenta de que el zagal tenía un don que muy pocos poseían, ya que con unas pocas puntadas del lápiz, era capaz de visualizar la pieza completa y llevarla a cabo con gran maestría. 

Era tan bueno en el arte del dibujo, que su profesor le dijo que en un mes había aprendido lo que normalmente a los demás le costaba seis meses.

Pepe el Marmolista, también conocido como el Turronero. Colección: Julio Rodríguez

Su trayectoria profesional en Macael

A los 18 años ya era encargado general del mejor taller de todo Macael y el más joven de los 18 trabajadores con los que contaba esa industria. A esa edad en la herrería ya había superado a su maestro, especializándose en la fabricación de herramientas específicas para los marmolistas y canteros de la comarca. Aparte que él era zurdo para trabajar (que no para escribir ni para comer), siendo uno de los motivos de su interés por aprender el arte de la fragua para fabricarse sus propias herramientas que le permitiesen acceder a los trabajos más pequeños y delicados.

En esa época había muchos artesanos y empresarios de Macael asentados en Madrid que conocían su buen hacer, animándole a probar fortuna en la capital. Quizás por su juventud, o por ganas de conocer mundo y otros ambientes, no tardó mucho en hacer la maleta y presentarse en esa ciudad.

Pero la tierra tira y después de varios años decide volver a Macael, incorporándose en varios talleres.

En esta etapa es donde conoció a María García, la que sería su mujer cuando ambos participaban en la misma compañía de teatro. Y fue en un estreno donde ella hacía de dama y el de galán, que al darse el beso en el escenario al final de la obra, surgió entre ellos algo más que amistad. María aprendió el oficio de turronera de su suegra, llegando a superarla en poco tiempo, dando luego fama a Cantoria como pueblo turronero por la calidad de sus productos.

En este periodo en el que Pepe había formado su propia familia, tenemos que resaltar los tres meses que se trasladó a la localidad Villanueva de los Infantes en Ciudad Real (famoso porque allí murió Quevedo), donde se encontraba el hermano de su gran amigo Robustiano Esteban, que lo contrató para realizar el gran proyecto de la Cruz de los Caídos. Estando en esta localidad tuvo a su hijo Benito, que nació en la casa conocida como Agrimensores.

También hizo un Corazón de Jesús para la entrada del camposanto de esta localidad, que con el tiempo las mujeres adquirieron la costumbre de santiguarse nada más entrar y luego emprender cada una su camino.

De vuelta nuestro valle, comenzó un nuevo proyecto empresarial con su amigo Pedro Cruz y durante el tiempo que permanecieron de socios enseñaron a muchos aprendices. Según nos cuenta su hijo Julio, que de pequeño le gustaba jugar en taller cuando le llevaba el desayuno a su padre, cuando un día estaba Pedro cincelando una cruz de paño, y nada más oír el sonido de los golpes que estaba dando, le dijo que no continuase que ya estaba dañada y se iba a romper. Pedro le increpó y no había terminado de decir su última palabra, cuando la cruz se partió. 

Sagrado Corazón de Jesús en el cementario de Villanueva de los Infantes. En la imagen, su nieta María José. Coleción: Familia Rodríguez

Virgen del Carmen que se encuentra en el cementerio de Campo de Criptana (Ciudad Real). Colección: Julio Rodríguez

Cantoria, su destino definitivo

Al poco tiempo Antonio Pastor le ofrece el puesto de encargado general de su fábrica de Cantoria, y decide trasladarse a su pueblo. Pero como no se cumplieron del todo los acuerdos negociados, a los dos años decidió montar su propio taller con una pequeña fragua, en el local donde con el tiempo se construyó la sala de fiestas la Jarrilla (enfrente del consultorio médico actual) propiedad del tío José Trespisos. Desde el principio contó con varios trabajadores, entre ellos a Julio Lizarte y Paco Cuéllar y aprendices como su hijo Julio y Diego el Tostones. Todo lo que hacían era con plantillas echas por Pepe.

Luego se trasladó a la calle Romero hasta que compró una cochera enfrente del colegio, donde siguió acogiendo a muchos aprendices, entrando muchos de ellos cuando cumplían los 10 años. Algunos todavía eran tan pequeños que tenían que ponerles una caja para que llegaran a la mesa de trabajo.

Si en algo destacó por encima de todo, fue por sus esculturas, siendo las dos primeras que hizo en Cantoria las que decoran la puerta principal de la iglesia, encargadas por el párroco Antonio Durán Barrios. Después realizó tantas que no hay provincia en el mapa de la Península Ibérica que no cuente con alguna obra suya.

De esa cochera se trasladó al polígono de las Mateas, que le ofrecía más espacio para incorporar maquinaria más moderna, contando con la ayuda de sus tres hijos mayores que estaban aprendiendo el oficio de manos de su padre.

Eso decía mucho del carácter perfeccionista de Pepe, que no daba puntada sin hilo. Recuerdan sus descendientes que en la cámara de su casa había una mesa de madera antigua que utilizaba de despacho y en los cajones tenía siempre bocetos de esculturas y poesías, una de sus muchas aficiones, junto con la de hacer sopas de letras, fabricar juegos matemáticos, la cría de canarios (fabricaba hasta las jaulas).

En una época en que ni existía en el diccionario la palabra reciclaje, él lo guardaba todo, porque todo le servía, convirtiendo los desechos en algo útil e incluso bello.

Pepe (en camiseta de tirantes a la izquierda) con sus trabajadores y aprendices junto al Sagrado Corazón de Jesús que decora la fachada principal de la iglesia de Cantoria. En la imagen Joaquín Carreño, Juan Uribe, Manuel Piñero, Joaquín Uribe, Juan Manuel Serrano, Juan Jiménez, Julio Rodríguez, Benito Rodríguez, José Rodríguez, Diego Piñero y José Martínez. Colección: Julio Rodríguez

El barbero Juan Mirón más conocido como el Maestro Espumilla, afeitando al Pepe Rodríguez en su taller junto con la imagen de la Virgen María, que se encuentra en la fachada principal de la iglesia de Cantoria. Colección: Julio Rodríguez

Su otro oficio, el de turronero

Su otra faceta, la de turronero, fue conocido por todo el gremio del país y a pesar de que este oficio no le gustaba demasiado. Ayudaba a su mujer a hacer turrón, dulces, liar piononos, y lo hacía como nadie. Como tenía carnet de conducir, no se perdía una feria en 100 kilómetros a la redonda, llevándose como ayudantes a sus hijos y a los propios aprendices de su taller, montando varios puestos en el mismo lugar. En todas conocía gente y siempre las aprovechaba para cerrar algún negocio de lo suyo.

Como curiosidad, María tenía varios tipos de pesas, que aunque marcaban el mismo peso, la realidad era otra. Según el cliente, utilizaba una u otra. Para los buenos, utilizaba las correctas, para los quisquillosos utilizaba las que ya previamente le había amañado su marido en la fragua. Más viva que el hambre era su María y negocianta como ella sola.

Pepe con su mujer María, su hijo Benito y su prima Ramona. Colección: Familia Rodríguez

Su perfil personal

Persona ocurrente que no se callaba ni debajo el agua, siempre estaba con algún chascarrillo en la boca “viene el aire que te afeita a dos aguas”, o como cuando un aprendiz le vino un día con unos pantalones que eran de su padre, y que al romperse, su madre le recortó las patas para hacerlos cortos para el hijo. Cuando lo vio llegar al taller, le dijo:

Me cago en diez y en san diez

lo que me quiere mi madre

me ha hecho unos pantalones cortos

de unos largos de mi padre.

Llegó otro aprendiz del taller diciendo que tenía las mejores lechugas del pago y lo oyó otro que estaba pasando necesidades en casa y fue y se las quitó. A otra mañana temprano cuando llegó al taller, le dijo que sí que madrugaba esa mañana, a lo que le contestó que más madrugaba quien se las había quitado.

A su amigo Ramón el Colorín le decía “hola canario”, y como este se cabreaba, le replicaba “encima que te subo de categoría te enfadas”.

Uno de los chascarrillos que todavía se recuerdan en Cantoria, tuvo su origen en un personaje que tenía un albaricoquero que no le daba fruto. Lo arrancó y lo donó a un tallista para hacer un San Sebastián. Al tiempo cogió fama de milagroso, y un día, el propietario del madero se le plantó delante en una procesión y le recitó:

Glorioso San Sebastián

tronco de mi albaricoquero,

en mi huerto te criaste

y tu fruto no comí,

los milagros que tú hagas

que me lo claven a mí.

Tenía siempre la contestación apropiada en el momento justo, con un toque de humor, siempre con alguna historia de diablos y diablesas para sus nietos y demás niños de la calle.

Fue también muy amigo de uno de los profesores que venían a examinar del carnet de conducir y una vez examinaba a los futuros conductores, se iba con Pepe al bar del Galán y entre los dos decidían quien aprobaba.

En su casa siempre había gente, ya fueran familiares, amigos o vecinos, pero había una cosa que no perdonaba, y era la hora de acostarse, dejándoles encargados que cerraran la puerta al salir. Y claro, no se lo podían tomar a mal, porque era así y eso es lo que gustaba a la gente, porque con él no te aburrías y la tristezas las dejaba en el portal.

Pepe con su familia y vecinos de la calle Romero en su casa. Colección: Julio Rodríguez

Descarrilamiento del tren en el puente de la Jata el 11 de enero de 1956. En la imagen Pepe Rodríguez que fue el que se encargó de arreglar los desperfectos en las vías del tren. Colección: Familia Rodríguez

Pepe con su puesto de dulces en la Feria de Cantoria. En la imagen Vicente el fontanero, Paco el Tatatí y Pedro Antonio García. Colección: Familia Rodríguez

Grupos de aprendices de Pepe. Colección: Diego Piñero

Pepe ultimando el ángel que actualmente corona su panteón, acompañado de su nieto y  de Alejandro Granero. Colección: Julio Rodríguez

Imagen de la Virgen María que actualmente se encuentra en Guadahortuna (Granada). Colección: Julio Rodríguez

Imagen del ángel señalando al cielo que se encuentra en el cementerio de Espinardo (Murcia). Colección: Julio Rodríguez

Ángel en actitud de silencio que se encuentra en el panteón familiar de Pepe. Colección: Decarrillo

La Piedad que realizó para un panteón en el cementerio de Guadix. Colección: Julio Rodríguez