La Piedra Íllora: Historia y Arqueología de la Primera Población de Cantoria

Por Antonio Luis Molina Berbel, Juan Francisco Molina Berbel y Francisco Miguel Medina Cerrillo

Hogar y refugio de antiguas civilizaciones

Cuesta a la imaginación creer, una vez alcanzada la cima, y apenas rodeados de espeso matorral, montículos de piedra que pretenden ser murallas y de alguna que otra cabra montesa como único testimonio de vida, que aquello pudiera ser, mucho tiempo atrás, hogar y refugio de legendarias civilizaciones . Sólo desde lo alto de la Piedra se es consciente de cómo el abandono y el olvido se han cebado con este antiguo lugar. Un lugar que reclama, por sí mismo, su relevancia en la memoria histórica del pueblo de Cantoria y que aún hoy, tras muchos siglos de deterioro e indiferencia, conserva su tesoro más preciado: su Historia.

Piedra Illora es un alto peñón escarpado en la Sierra de los Filabres que se eleva algo más de cien metros desde su base, por la cual discurre el Arroyo de Albanchez. Perteneciente al término municipal de Cantoria, se sitúa casi en el límite entre los términos de Arboleas y Albanchez, y está formado por una elevación de roca caliza que domina visualmente toda la zona, incluyendo el curso del Río Albanchez.

El acceso al Peñón es muy dificultoso por casi todas sus laderas, exceptuando su cara SE, que es en la cual se concentra el mayor número de restos de muralla. En la cima existe una explanada de planta poligonal, de unos 280 mts de perímetro exterior aproximadamente y más de 4.000 m² de superficie, donde al parecer se localizaba el núcleo urbano de la población.

Este núcleo urbano está protegido en sus caras N y O por abruptas paredes de roca natural y en su caras S y E por muros defensivos de mampostería de piedra que resguardaban las laderas más accesibles del Peñón y por lo tanto los puntos más susceptibles de sufrir posibles ataques.

Son, precisamente, este carácter inexpugnable del peñón, el dominio visual que ejerce sobre todas sus inmediaciones, además de un cómodo abastecimiento de agua (tanto del mismo Arroyo de Albanchez como de un manantial situado a los pies de la elevación) los que han hecho siempre de Piedra Illora un enclave muy frecuentado por la presencia humana desde tiempos muy remotos.

Fueron los primitivos pobladores de Cantoria quienes aprovecharon por primera vez las ventajas de este emplazamiento. Ellos fueron, muy posiblemente, los primeros “cantorianos”. Así lo atestiguan los restos de cerámica de la Edad del Bronce (alrededor de hace 4.000 años) encontrados en la zona.

Fue, quizás, la cultura del Argar, tan expandida en todo el sureste peninsular durante la Edad del Bronce, la primera que ocupó las elevaciones de Piedra Illora.

Pero es siglos más tarde, durante las ocupaciones pùnica y romana de la península, cuando parece que Piedra Illora gozó de mayor esplendor. Así lo parecen revelar los abundantes restos arqueológicos encontrados hasta la fecha en el Peñón, los cuales hacen diferenciar entre dos nuevas etapas de ocupación:

- En un primer lugar la ocupación púnica de Piedra Illora, en torno a los siglos V y IV a.C., datada a partir de los restos de cerámicas hallados (en concreto restos de ánforas púnicas) y que pudo buscar un emplazamiento cercano a los yacimientos de hierro de la zona.

- Y una última etapa de ocupación, de época romana tardía y datada de los siglos IV al VII d.C., de la cual se ha podido extraer abundante cerámica sigilata (cerámica fabricada en moldes y en serie, de color rojizo o anaranjado).

A pesar de esta diferenciación de etapas, tanto durante la ocupación púnica como en la romana, el papel que jugaban este y todos los enclaves situados a lo largo del río Almanzora en aquella época era el de construir un sistema económico que abarcara todo el valle y que estaría basado en la explotación de las materias primas de la región, como el hierro, plomo, cobre o el preciado mármol de Macael.

Además de todo ello y bastante apreciables todavía podemos encontramos aún hoy con las líneas de muralla que recorren toda la parte alta del Peñón, especialmente en la que pareció ser su ladera de acceso (ladera sureste). Este ámbito presenta una doble línea amurallada formada por un trazo curvo y otro recto, de alrededor de unos 33 mts de longitud (ver Foto 1).

Es en este punto donde pareció situarse la puerta de acceso al poblado, además de los correspondientes bastiones y líneas de muralla defensivos que todavía hoy parecen seguir protegiéndola.

Esta hipótesis se refuerza si cabe aún más con la presencia, muy debilitada ya por el paso del tiempo, de la que pudo ser, siglos atrás, una calzada romana que aún hoy nos acompaña en nuestro sinuoso trayecto de ascenso a Piedra Illora.

No sucede lo mismo con tanta claridad el interior del recinto en el que sólo se puede diferenciar ya notablemente una línea de muro longitudinal que recorre toda la explanada de Este a Oeste y que la divide en dos sectores casi idénticos en superficie.

Todos estos que exponemos aquí son tan sólo algunos de los escasos datos y testimonios históricos que hasta hoy día nos ha revelado un lugar tan enigmático e impregnado de historia como lo es Piedra Illora. Sus murallas, su calzada, así como las maravillosas vistas que nos ofrece desde su cima siguen despertando la curiosidad de todo aquel que se anima a descubrirla.

Sólo la consciencia y el interés de todos nosotros hacia estos enclaves históricos podrán hacer que se preserven, ya que en ellos reside gran parte de nuestro pasado y de nuestra memoria. Una memoria ya casi olvidada que llevamos siglos ignorando, pero que aún hoy, en los rincones de Piedra Illora, estamos a tiempo de recuperar.

En amarillo podemos ver los puntos de interés arqueológico que deberían estar protegidos.

Bibliografía