Tuzaní y las guerras de las Alpujarras

Ginés Pérez de Hita, soldado y escritor que conoció y recogió las hazañas del Tuzaní en su libro Las Guerras Civiles de Granada.

Preámbulo

El Tuzaní es sin duda uno de esos personajes que los siglos ha envuelto en un áurea de misterio y leyenda, y no es para menos ya que su historia contiene todos los ingredientes para una buena historia de amor, traición, honor y guerra. Y si no que se lo digan a Pedro Calderón de la Barca que se basó en lo que escribió sobre él el escritor de novela morisca, historiador y soldado Ginés Pérez de Hita, en los capítulos XXII y XXIV de su libro Las Guerras Civiles de Granada para su obra Amar después de la muerte o el Tuzaní de las Alpujarras. En esta obra Calderón, que la escribió unos 50 años después de que ocurrieran los hechos, representa la guerra de las Alpujarras como la consecuencia de una sublevación poco menos que suicida, a la que la minoría morisca es forzada por la mayoría cristiana. También resaltar que no los presenta como enemigos de España, sino como españoles que no les dejan serlo. La ciudad quemada por Juan de Austria de Galera, es el marco de la escena más patética de la obra, en la que aparece como muñón de una nación mutilada.

Contexto histórico

La rebelión de las Alpujarras es el resultado de las continuas restricciones a que la población morisca del reino de Granada fue sometida y más concretamente como reacción a una política encaminada a conseguir la conversión de los moriscos frente a su expulsión. La finalidad última era instaurar el catolicismo como religión única y verdadera en todo el territorio nacional.

Como consecuencia principal es la pérdida paulatina de derechos y de la singularidad cultural del pueblo árabe que permaneció en España después de la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos. Su extinción parece cada vez más evidente, apoyadas por la corona en las medidas tomadas en los años posteriores, como la prohibición de todas las “particularidades” moriscas que se instaura en 1526 y la Pragmática contra la cultura morisca publicada en 1567, ya en tiempos de Felipe II. Con este panorama, Granada se convirtió en el último reducto de la resistencia, donde se concentraron todos los moriscos que habían sido desplazados de sus respectivas zonas diseminadas por toda la península. A esto se unía la proximidad física con las costas de África y el anhelo de restaurar un improbable nuevo estado musulmán con la ayuda de las naciones berberiscas de la otra orilla del estrecho. Es precisamente en dicho contexto en que se prohíbe hablar, leer o escribir en árabe y vestir o celebrar de manera diferente a los cristianos. Además, en un recrudecimiento sin precedentes, se acuerda eliminar la validez de las transacciones realizadas en árabe, lo que, en efecto, dejó sin posesiones a familias enteras que llevaban muchas generaciones afincadas en España. Impuestos y mas impuestos esquilmaban los ya maltrechos bolsillos de esta población. Casa vez que la corona necesitaba liquidez para costear sus guerras por medio mundo, más estrangulaba a los moriscos. Fue un problema que se fue cociendo a fuego lento a lo largo de los años y que cuando llegó a su punto de ebullición, estalló. Esto ocurrió en 1567.

Decepcionados por la situación, los moriscos se retiran a las Alpujarras donde dejan de usar sus ropas y nombres cristianos y adoptan una nueva identidad islámica. Nombra como jefe de la sublevación a Hernándo de Válor y Córdoba, y de nombre musulmán Muhammad ibn Umayya, conocido como Aben Humeya, haciendo referencia a su descendencia directa de los Omeyas de Córdoba. Su abuelo se convirtió al catolicismo después de la reconquista del reino de Granada y los Reyes Católicos le concedieron e señorío de Válor.

La Guerra se recrudece, los sublevados se hacen fuertes en la Alpujarra, Valle del Almanzora y en la zona norte de Granada, sin que las tropas de el marqués de los Vélez, encargado de la defensa de esos territorios pudiera hacer nada contra este avance. A Felipe II no le quedó mas remedio que mandar a su hermanastro don Juan de Austria con un gran ejército a aplacar la revuelta. Y fue en Galera que contaba con una considerable población de origen musulmán, convertida masivamente al cristianismo, una de las plazas más inexpugnables, donde los cristianos pusieron más ímpetu en su conquista. 

El asedio duró casi dos meses asaltándose la plaza el día 7 de febrero de 1570, a consecuencia de lo cual se produce una espantosa matanza y se destruye el pueblo tras un completo saqueo. 

Pronto llegó la noticia al Almanzora de la toma de esta población, de la desolación y ruina del lugar en la que sólo se habían salvado unas 15 personas que se escondieron en una mina de agua que formaba el río Galera cuando entraba en la localidad.

Grabado que representa la reunión de los moriscos de Granada para elegir rey y del que fue elegido Aben Humeya.

La antigua población de Galera se encontraba en el lugar conocido actualmente como el Cerro de la Virgen que fue arrasado por las tropas del Tercio de Nápoles comandadas por don Juan de Austria.

Personajes de la historia

Jerónimo el Maleh

Noble morisco de la comarca de Guadix, era alguacil de su pueblo natal cuando estalló la rebelión de Las Alpujarras en la Navidad de 1568. Por presión de los alzados, en los primeros días de enero de 1569 sublevó su villa y la de Dólar, extendiendo la revuelta al resto de lugares del marquesado del Cenete. Pronto se ganó la confianza de Abén Humeya, participando activamente en la segunda rebelión de la comarcafue designado alguacil general del ejército circunscrito al Cenete, río Almanzora y frontera de Guadix y Baza. El Tuzaní era uno de los soldados de confianza del Maleh.

Maleha

Hermana del Maleh y novia del Tuzaní, que cuando este tenía su Estado Mayor en Purchena, se trasladó a Galera (Granada) a visitar a unos parientes, quizás buscando la seguridad de una población muy protegida por su fuerte muralla.

Francisco Garcés

Natural de Peal del Becerro (Jaén) se alistó con las filas del ejercito de don Juan de Austria en busca de fortuna y fue el asesino de Maleha en Galera.

Juan de Austria

Don Juan de Austria, hijo ilegítimo del rey Carlos V, y de Bárbara Blomberg; fue miembro de la familia real española, militar y diplomático durante el reinado de su hermano Felipe II.

El Morisco de la Bandera

Compañero del Tuzaní cuando era un soldado del Maleh. Personaje con pocos escrúpulos que sólo seguía a sus intereses, cambiando de bando en la guerra según se iba desarrollando esta.

Aben Humeya

El nombre de Abén Humeya es la versión hispanizada del nombre árabe Ibn Umayya, que significa "Hijo de Umayya" haciendo alusión a un antepasado de los Omeyas. Fue el jefe de la rebelión de las Alpujarras de 1568-1570, aunque murió asesinado por los propios sublevados a los pocos meses de iniciarse. Su primo Abén Aboo, le sucedería como “rey de los andaluces”.

Aben Aboo

Diego López, llamado Abén Aboo, vecino de Mecina Bombarón (Granada), fue un morisco español de familia principal, participante activo en la rebelión de las Alpujarras, que la encabezó en su última etapa al morir asesinado su primo Aben Humeya.

Lope de Figueroa y Zapata

Un gran miliatar fiel servidor del rey Felipe II, nació en Guadix (Granada) y murió en Monzón (Huésca). No hubo un servidor más aguerrido e interesante para las glorias de España que Figueroa, artífice de la primera infantería de marina conocida. Lo hallaremos en todos los escenarios bélicos principales de su tiempo, desde Italia a Flandes, pasando por Túnez y la costa africana, Lepanto, las Alpujarras o en las Islas Terceras. Acompañó también a otros personajes principales como don Juan de Austria, Alejandro Farnesio o Álvaro de Bazán, para los que fue un personaje esencial en sus victorias.

En las Guerras de las Alpujarras, el Tuzaní estaba bajo su mando.

Lope de Figueroa según el escultor Juan Figueras y Vila 

El Tuzaní, comienzo de la historia que forjó su leyenda

Maleha, hermana del Capitán Jerónimo el Maleh que había situado su estado mayor en Purchena, había ido a ver a unas parientas suyas muy cercanas a la ciudad de Galera cuando esta fue sitiada y conquistada por don Juan de Austria, y hallándose allí cuando se levantó el lugar. Cuando su hermano supo lo ocurrido, lo sintió muchísimo y buscó quien fuera allá secretamente y averiguara si se hallaba el entre las demás mujeres muertas, o si estaba cautiva. De ella decían que era hermosa en extremo, de modo que la fama de la bella Maleha era celebrada y universal por todo el reino de Granada.

Por fortuna un mancebo moro que había servido muchos años en casa del Maleh, se ofreció a ir en su búsqueda. Este no era otro que Tuzaní, enamorado de Maleha y que no tenía otra pretensión que casarse con ella. La amaba mucho y su intento era, en el caso que la hermosa morisca estuviese cautiva, ir a echarse a los pies don Juan de Austria, ofreciéndose a ser su esclavo a cambio de la libertad de su amada. Una vez rescatada su señora, casarse con ella y quedarse a vivir por la zona de Huéscar o pasarse al antiguo reino de Murcia.

Determinado al viaje, el enamorado Tuzaní se despidió del Maleh, y montando en su caballo tomó el camino de Galera. Cuando llegó a Orce, que ya estaba despoblado, entró en una casa que él conocía, y dejó allí encerrado su caballo con abundante comida para que se pudiese mantener. A media noche, aprovechando el tiempo lluvioso, entró en Galera, donde se espantó de ver el gran número de muertos que iba encontrando a su paso que lo llenó de confusión. Decidió entonces esperar a la claridad del amanecer para acercase a la casa de los familiares de su señora que bien conocía por haber estado allí en varias ocasiones, no sin antes buscar un punto donde ver al ejército enemigo, admirado de su gran número y potencia. A continuación se fue a la casa donde debía estar su amada y entrando en un patio encontró a la desolación hecha muerte y entre tantos cadáveres esparcidos por doquier, se encontraba Maleha a la que reconoció de inmediato. Aunque llevaba muerta unos tres días, se conservaba tan bella como si estuviera viva, fuera de la extrema palidez que ocasionó la falta de la sangre que había vertido de las heridas. Aunque le habían quitado la ropa, le dejaron la camisa que era rica y labrada en seda verde lo que atestigua que el cristiano que la mató tenía ciertos principios.

Al parecer los cristianos acabaron de saquear el lugar y de matar a todos los moros que enontraron a su paso, siendo ya muy de noche el día que entraron en Galera; y aunque Juan de Austria mandó que al siguiente se derribase la muralla, no se había podido hacer por estar lloviendo y nevando continuamente. Esta fue la causa por la que los cristianos aún no habían vuelto al lugar.

El Tuzaní, oprimido por el dolor, tomó en brazos a su amada y pudo observar que tenía sólo dos heridas concentradas en el pecho, besó su boca y según Pérez de Hita, mientras lo hacía, le iba diciendo:

Bien mío, esperanza de mi consuelo, no pensé yo al cabo de siete años que te he servido alcanzar la gloria de juntar mis labios con los tuyos, aunque fríos, porque la muerte ha triunfado de tu belleza. Cristiano cruel, ¿cómo tuviste valor para sacarla del mundo? ¿Quisiste bien algún día? ¿Fuiste algún tiempo enamorado? ¿Supiste lo que es una mujer hermosa? Di: sí, o no. Si no lo sabías, no me admiro de tu crueldad bestial; mas si lo sabías, ¿por qué no te acordabas de que fuiste amante, y que esta dama hermosísima que tenías delante de los ojos era un retrato de la tuya, para que detuvieras la mano airada al tiempo de herirla? Si por caso te hubiera enojado u ofendido algún moro, enhorabuena que en él vengaras tu saña; pero ¿cómo podía merecer esta pena un ángel, criado para ser objeto de adoración? ¿Pensabas, miserable, que la gloria de un general, cuando triunfa del enemigo, estaba en matar a una beldad, que no se había conocido mayor en el reino de Granada? Mal pensaste y peor hiciste: que semejantes atrocidades son indignas de los que menean las armas; con los varones esforzados debías hacer alarde de tu valor, y no contra quien ningún daño te podía hacer. Cruel, mataste a quien daba vida y muerte con sus ojos, a aquella que tras de su mirar se llevaba mil almas colgadas. Di, villano, ¿si no la mataras, dejaras de alcanzar mayor gloria y provecho, teniendo presa a quien a tantos sabía prender? Yo fuera a buscarla donde la tuvieras, y en lugar de un esclavo hallarías dos, porque te sirviera como tal, entregándome en tus manos. Mal lo miraste, cristiano, y yo te juro por el alma de mi bien, que cuanto pueda te he de buscar para darte el galardón que merece tu villana mano”.

Y así lo hizo este moro y después de haber desahogado su dolor, decidió esperar a la noche parar sacar el cuerpo de su amada de allí y llevarla al Almanzora. Viendo luego que eso iba a ser en extremo peligroso, decidió darle allí sepultura, disimulando cuanto pudo el lugar donde la dejaba depositada. Tomó luego un carbón, y en la pared, que era blanca, escribió en lengua arábiga este epitafio:

Aquí la bella Maleha yace,

hermana del Maleh;

yo el Tuzani la enterré

por ser mi señora idea.

Matola un perro cristiano;

mas él me vendrá a la mano,

donde perderá la vida,

pues de mi bien fue homicida,

como pérfido villano”

Una vez que terminó de escribir la última palabra, salió de Galera por la misma mina de agua en la que habían huido los únicos supervivientes del asalto a Galera. El mal tiempo jugó a su favor, favoreciendo el no ser descubierto durante su vuelta a Orce donde tomó a su caballo en la casa donde le había dejado, y no paró hasta Purchena.

Allí dio noticia de todo lo visto y toda la destrucción y muerte que encontró a su paso y en especial de la muerte de su hermana, dando detalles de como la encontró y le dio sepultura. Todo lo cual sintió él mucho, y lloró amargamente su pérdida. Dando ocasión a que sobre esto se hiciera el siguiente romance también por parte de Pérez de Hita:

En Purchena está el Maleh,

que no osaba salir della,

con deseo de saber

lo que pasaba en Galera;

y estando un día en consejo

con muchos moros de guerra,

vuelto a ellos suspirando,

deste modo les dijera:

Mucho deseo saber

lo que ha pasado en Galera;

cómo sostiene el asedio

y cerco que está sobre ella.

Le daría por mujer

a mi hermana la pequeña

al que me dijese ahora

lo de Galera y de Huéscar;

si es ganada o no es ganada,

si está libre o está presa,

porque tengo allí a mi hermana

la que le llaman Maleha,

que fue a ver a mis parientes:

¡Ojalá que allá no fuera!

Y si Mahoma quisiese

decir lo que pasa en ella,

yo le hiciera sacrificio

de una cristiana doncella.

Allí habló un moro mozo,

diciendo desta manera:

Ofrezco hacer ese viaje

por ganar tan alta empresa.

Siete años serví a tu hermana

sin alcanzar cosa della.

Porque veas si es así,

he aquí un retrato della.

Allí sacara el retrato

en una hoja pequeña

de un blanco y liso papel,

que cualquier la conociera,

pareciendo tan al vivo,

que dijeran que era ella

Otro día de mañana

se saliera de Purchena

en un ligero caballo

que rucio rodado era.

Borceguí lleva calzado,

y un alpargate de seda,

lanza y adarga llevaba,

y un alfanje en la correa.

Y en el arzón de la silla

una escopeta de piedra,

que el moro la entiende bien,

que en Valencia lo aprendiera.

Toda una noche camina

por una áspera sierra,

sin temer fuerza cristiana,

porque amor va en su defensa;

y al tiempo que el sol salía

descubre el campo de Huéscar.

En Orce aguardó la noche,

que entrar oculto quisiera,

y allí dejó su caballo

con recado que le diera,

en una casa escondido,

y él parte por una senda.

En Galera entraba el moro

por sitio que conociera,

sin ser de nadie sentido,

porque el cielo llueve y nieva.

El moro se espanta

al ver tan destruida la tierra,

y de encontrar tantos muertos

de la batalla sangrienta;

y como era ya de noche,

no puede atinar la puerta

do entiende que está su dama,

o la piensa hallar muerta;

y sí muerta no la halla,

que es cautiva es cosa cierta:

aguarda que venga el día

para poder dar la vuelta.

El día siendo venido,

la casa bien conociera;

sin temor se mete el moro

hasta el patio, donde viera

estar muchos moros muertos

de cuchilladas muy fieras.

Mas adentro en una sala vido

muchas moras muertas,

donde muerta también halla

a la hermosa Maleha.

Con lágrimas en sus ojos

la abraza y mil veces besa,

con palabras muy sentidas

solemniza su tristeza:

El cristiano hubiese mal

que mató tanta belleza;

mas yo juro por Mahoma

de tomar dello la enmienda.

Con esto el moro buscaba

por la casa una herramienta

para poder sepultar

a su infeliz dama muerta.

Un azadón ha hallado,

y con él hizo una huesa;

llorando entierra a su dama,

cubriéndola bien de tierra,

hacia una parte del patio

que no fuera descubierta;

y en la pared con carbón

un epitafio escribiera,

que el nombre suyo declara

y el de la bella Maleha.

Habiendo hecho esto el moro,

de Galera se saliera

por la mina que va al río

muy secreta, y de manera

que de ninguno fue visto

por la lluvia que cayera.

A Orce se vuelve el moro,

do su caballo le espera;

en él huye muy lloroso,

y vuelve para Purchena,

donde le contó al Maleh

la ruina de Galera,

y cómo a su buena hermana

entre otras halló muerta.

No sabemos a ciencia cierta donde nació Tuzaní, ya que el autor de las Guerras Civiles de Granada dice en un capítulo que pudo ser en Cantoria o en los Vélez y en otro que en Fines. Lo que si sabemos es que fue una persona valiente, de nobles principios, con tez clara, que conocía muy bien a los cristianos ya que desde pequeño se crió entre cristianos viejos, y que podía pasar por uno de ellos con facilidad.

Así que éste llegó a Purchena dando la nueva de lo que había pasado en Galera, informó del gran ejército de los cristianos, y comunicó su resolución de vengar la muerte de su dama. Para ello se fue de la zona del río de Almanzora en traje de soldado cristiano, tan bien puesto que al verle nadie le creyera morisco. Ataviado con una buena espada, una escopeta de rastrillo, que sabía manejar porque había estado muchas veces en la zona levantina como Valencia y Játiva donde se usanban semejantes armas y que fue donde la compró.

Saliendo así de Purchena, y llevando un salvoconducto del Maleh para que los moriscos de aquel río no le impidieran su camino, no paró hasta Baza; de allí se fue directamente al campamento de don Juan de Austria. Con hábito de cristiano, confiado en que hablaba a la perfección el castellano, se alistó bajo las banderas del ejército de su Alteza don Juan de Austria, el hermanastro de Felipe II, en el cuerpo de guardia de uno de sus mas aguerridos capitanes, don Lope de Figueroa, siguéndolo como el mejor de los soldados.

De la zona de Baza, don Juan se pasó a pacificar las plazas del Almanzora, situando su campamento en Tíjola la Nueva. Esa primera noche le tocó, junto con tres soldados mas hacer de centinela. El propuso empezar con la guardia e incluso hacer parte de la de los demás, alegando que conocía esas tierras y el tiempo tan extremo que hacía. Agradecido el resto de compañeros, estos se resguardaron a dormir y esperar a que el Tuzaní los avisara para empezar su turno.

Una vez dormidos, aprovechó y se dirigió a la parte de las murallas de Tíjola que tenían una menor altura e hizo sonar un pito, conocido entre los moriscos del valle y al poco se asomó el alcaide de la fortaleza, que al conocer al Tuzaní, le causó gran alegría. Le dio el salvoconducto para que pudieran salir de la fortaleza y así salvar la vida aprovechando la lluvia y la niebla de la noche.

Y así lo hicieron, hasta que el ruido de las gentes conforme iban pasando cerca del campamento cristiano despertó a los centinelas, lo que causó un gran revuelo y alarmó a ambos bandos, llegando incluso a entremezclarse por la mala visibilidad de la noche.

Cuando el ejército cristiano se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, el Tuzaní exclamó ¡Arma, arma, que se salen los moros del lugar! componiéndose de inmediato los soldados de don Juan para atacar a la ciudad. No encontraron ninguna resistencia e incluso la fortaleza tenía la puertas abiertas por donde estaban huyendo sus moradores, topándose con los últimos, que le dieron muerte allí mismo, junto con el alcalde de la ciudad y luego se fueron a perseguir al resto, que iban camino de la sierra de las estancias. Aún así, se salvaron mas de dos mil vidas. Esto ocurrió un Jueves Santo. Al día siguiente, llega un morisco con bandera de paz e informa a don Juan que el Maleh ha salido con sus tropas de Purchena y se ha adentrado en la sierra de los Filabres. De inmediato manda una guarnición a Purchena para tomar la Alcazaba y evitar que el enemigo se vuelva a hacer fuerte en esa plaza, desplazándose el mismo al día siguiente y pasando allí toda la pascua. Después continuó hacía Cantoria que la encontró deshabitada. De allí pasó a Arboleas y Zurgena, Vera y Antas, Sorbas y Lubrín, Uleila y Tabernas, de allí al río de Almería en dirección a Santa Cruz y Terque, asentando su campamento en Andarax (Laujar).

El Tuzaní acompañó a los ejércitos de don Juan hasta esa población, obsesionado con la muerte a manos de los cristianos de su amada y decidido a cumplir el juramento hecho de vengarla si la fortuna hacía que se topase con su verdugo. Para este cometido se introducía en todas las reuniones de soldados que se encontraba y como tenía tan buena labia y daba buenas razones, era aceptado de buen grado en todas, desviando sutilmente y con maña el tema de conversación a la toma de Galera, afirmando que había participado activamente matando a tantas moras y niños. Luego era seguido por los demás soldados, como es costumbre, iban diciendo cada uno lo que había hecho de muertes, robos y saqueos.

Representación de la obra Amar después de la muerte de Calderón de la Barca dirigida por Carlos Martínez-Abarca y que tiene al Tuzaní como protagonista.

Desenlace

Hasta que un día, un soldado llamado Francisco Garcés y natural de Peal del Becerro (Jaén) relató a los allí presentes, incluido el Tuzaní lo siguiente:

Pues si vos, señor soldado, habéis muerto a tantos en la rota de Galera, sin tener compasión de las mujeres y niños, yo digo que soy de corazón duro y acerado, porque finalmente, es acción que da mucha lástima matar a una mujer, en especial si es hermosa. ¿Que culpa tenían las cuitatas de lo que hacían los hombres? Yo maté a una sola y me dolió en el alma, particularmente después que la vi muerta, y me dijeron otras moras que quedaron vivas que aquella que yo había matado era hermana del Maleh de Purchena; y bien parecía ella ser una mora de grande estima por los buenos vestidos que llevaba puestos, las manilla y arrancadas de oro, de todo lo que yo la despojé, dejándole solamente la camisa, que era harto rica; y esta se la dejé porque no mostrara sus carnes, quedándose desnuda. Aún me parece que la estoy viendo, y que la labor de la camisa era de seda verde y grana muy rica; otros soldados se la quisieron quitar, mas yo no lo permití, y me pesó mucho de haberla muerto, porque era la mora una de las damas más bellas que tenía el mundo. Vive Dios que estaba muerta, y mataba de amores a cuantos hombres la miraban, y que todos me maldecían exclamando ¡Malhaya el villano soldado que tal hizo, y privó al mundo de tanta hermosura!. Porque señor el verla muerta, tendida en el suelo, con aquella camisa labrada, y los cabellos rubios como hebras de oro, esparcidos alrededor de su cuello, no parecía sino que era un ángel bellísimo. Llegó tanto la admiración, que un pintor afamado que viene aquí en el campo, y está en la compañía del capitán Beltrán de la Peña, aquel mismo que mataron los moros en Galera, estuvo un día entero sacando su retrato, y le saló tan al vivo que encanta mirarle; de manera que ya ha habido un caballero que le ofrecía por él trescientos ducados y el pintor los desestimó como si fueran trescientos maravedís. Por esto me maldecían tanto todos, que de corrido y avergonzado tuve que huir de allí, haciendo juramento de que no me sucediera otra, porque a fe de buen soldado, tengo todavía a la pobre mora atravesada en mi corazón”.

Muy atento estuvo Tuzaní a las palabras de Garcés y por su palabras y las señas que dio de la morisca que mató, era sin duda su amada. Después de relatar el suceso, le preguntó si conservaba alguna ropa o joyas de aquella mujer, a lo que respondió que si, que tuvo que vender algunas en Baza por falta de dinero pero que le quedaba una sortija y unas arracadas (pendientes e forma de aro con colgantes) y que estaba deseoso venderlas. El Tuzaní se ofreció a comprárselas para llevársela a los Vélez, donde vivía una hermana de la difunta que era la esclava del marqués de aquellas tierras.

Le mostró las joyas que las reconoció muy bien por haberlas visto muchas veces en poder de su amada. Concretaron un precio, y se quedó con ellas guardándolas en un bolsillo junto a su pecho para sentir a su señora cerca de su corazón. Acto seguido lo invitó a dar un paseo fuera de Andarax para seguir hablando de la guerra y demás. Conforme se iban alejando de la población, el Tuzaní se preparaba para ejecutar su venganza. Llegado el momento, se descubrió ante aquel infame cristiano, culpable de su pesar y lo desafió a una lucha a muerte. El Tuzaní era muy diestro en las armas y al poco de empezar, acometió furiosamente la espada contra el soldado, forcejearon hasta que consiguió herirle de gravedad. Ya en el suelo le dio otra estocada, la segunda, como las que le propinó a Maleha.

Acto seguido huyó a la sierra y unos soldados que de lejos habían visto lo sucedido, no dándoles tiempo a llegar para apaciguar los ánimos, socorrieron al herido, que todavía respiraba y confesó a su capitán todo lo que había ocurrido antes de morir.

Al caer la noche y aprovechando la oscuridad reinante, volvió al campamento donde sus camaradas ya lo estaban echando de menos. Le preguntaron el motivo de su ausencia y contestó que andaba de juegos sin declarar nada de lo que había pasado. Entonces se mudó de vestido para evitar ser reconocido, cosa fácil dentro de un ejército de unos 20.000 hombres.

A los pocos días, estaba el Tuzaní por las inmediaciones de la tienda de don Juan cuando fue reconocido por aquel morisco que portaba la bandera de paz que trajo la noticia de la marcha del Maleh de Purchena, cuando las tropas del hermanastro del rey se encontraba en Tíjola. Este morisco había tratado anteriormente al Tuzaní y entre los dos mediaba una amistad desde hacía años. Cuando se abalanzó para abrazarlo, le increpó que no lo delatase. Pasaron varios días juntos y en ese tiempo le contó todo lo que había pasado, desde la toma de Galera con la muerte de Maleha, que fue el quien avisó al los moriscos de Tíjola para que marchasen, hasta dar muerte al asesino de su amada unos días antes.

No tardó en dar cuenta a don Juan de lo que le contó el Tuzaní, con pelos y señales. Lo vendió de la manera mas vil y ruin que un hombre puede hacerlo, a pesar de la supuesta amistad que los unía. Maravillado de la historia, dio orden al moro de buscar a al Tuzaní y llevarlo a su presencia. Le costó tres días encontrarlo porque andaba descansando en su posada sin apenas salir y le invitó a que lo acompañara a ver a don Juan porque tenía que debatir con el unos asuntos de guerra y necesitaba que lo ayudara en este cometido.

Se fueron entonces el de Purchena y nuestro protagonista a ver a su Alteza, y estando delante de él, le presentó al Tuzaní. Don Juan no tardó en mandar que lo prendieran. Le preguntó que quien era realmente y este contestó con toda la verdad, incluso el motivo de su infiltración en su ejército para encontrar al asesino de su amada y darle muerte, un justo precio a un acto cobarde. No reparó en detalles hasta como descubrió al asesino y como lo mató.

Además continuó su relato afirmando que moriría cristiano, porque en esa fé también murió su señora, pidiéndole a su Alteza, que si le iba a dar muerte, se quedara con la imagen de su amada que siempre llevaba consigo para que no cayera en manos indignas, además de sus joyas que le compró a su verdugo.

Don Juan quedó maravillado de la serenidad con la que le contó toda la historia, sabedor del fin que podía tener y del suspiro que soltó desde lo más profundo de su corazón cuando le entregó las pertenencias de Maleha, como si le estuviera entregando a su propia amada. Cuando vio el retrato y conmovido por la belleza de muchacha y la valentía del Tuzaní, que actuó como un valiente caballero y soldado de tan grande honor, don Juan le dijo en voz alta para que lo oyeran los allí presentes, entre los cuales estaban sus capitanes, que no era digno de muerte porque defendió un ultraje como sólo debe hacerlo un caballero, y lejos de temer un castigo, era digno de tenerlo en alta estima. Y así lo confirmaron los capitanes de su Alteza.

Pero quedaba pendiente otro asunto, que no era otro que el suceso de Tíjola, de traicionar a las tropas castellanas facilitando el salvoconducto al enemigo para poder escapar estando él de guardia, el nombre en que tenía confiada su seguridad todo el campo, y así, delante de todos aquellos caballeros, le dijo al Tuzaní que sólo por eso era digno que se le hiciera cuartos. Este entonces, exento de temor y con serenidad, respondió a su Alteza que el haber dado dicho nombre a los Moros de Tíjola fue en provecho y utilidad del ejército cristiano, porque si no lo hubiera hecho, no se hubiera ganado la plaza ni en 200 días ya que estaba próximo el ejército del nuevo rey Abén Aboo, sucesor de Aben Humeya, que con treinta mil hombres vendría a socorrer las plazas del Almanzora. Por eso le dio el salvoconducto para engañarlos y que abandonaran esa noche la ciudad. Y cuando nadie quedaba gritó ¡Arma! Y de seguida se movilizó todo el campo pudiendo tomar de inmediato la plaza, y aunque se salvaron unas dos mil personas, cayó muerto el alcalde de Tíjola.

Continuó relatándole que la noche anterior, el capitán Maleh visitó infiltrado el campamento de su Alteza para reconocer su ejército. Su espanto fue mayúsculo y a pesar de que Abén Aboo vendría a socorrer la plaza, el se rendiría y sometería obediencia a don Juan.

Don Lope, uno de los Capitanes allí presenes y que bajo sus órdenes había servido el Tuzaní desde que estaba con el ejército cristiano, considerando el valor de tan buen soldado, además de su pericia y astucia, se levantó y dijo a su Alteza que ese soldado no tendría porque morir, que lo quería en su compañía y pidió que se le devolvieran las armas.

Y así se hizo, se le entregó también el retrato de su amada y entró a servir a don Lope adoptando el nombre de Fernando de Figueroa. Del moro que lo vendió y por el miedo a las represalias, se escapó de Andarax y se fue a Válor donde se encontraba Abén Aboo.

Juan de Austria

Final

El Tuzaní acompañó a su capitán hasta que este murió, años después en Monzón (Huesca). Entonces se retiró a Villanueva de Alcardete donde se encontraban sus sobrinos junto con los moriscos de Vélez Rubio, que habían sido llevados a la fuerza por Felipe II después de guerra.

Ginés Pérez de Hita fue el escritor murciano más importante del Siglo de Oro, que había participado en la contienda bajo las órdenes de Luis Fajardo y de la Cueva, II marqués de los Vélez, y que conocía la historia del Tuzaní porque le había sido contada por algunos moriscos. Después de las guerras, hizo todo lo posible por localizarlo y lo consiguió. Se entrevistó con él cuando iba camino de Madrid para solicitar un privilegio para la publicación de un libro.

En ese encuentro le informó de todo lo que plasmaría después en sus libro Historia de las Guerras Civiles de Granada y pudo ver el retrato de la hermosa Maleha que tenía puesto en una tabla, que le pareció el rostro más bello del mundo, con un letrero en árabe que traducido al castellano decía así: “Señora hermosa de mis ojos”.

Después poco sabemos de la suerte de nuestro personaje, sólo que acabó sus días residiendo en el pueblo murciano de Cehegin;

Lámina de Jordi Bru sobre la Guerra de las Alpujarras.

Bibliografía


WEB CONSULTADAS:

Libro Historia de las Guerras Civiles de Granada de Ginés Pérez de Hita.