CEIP Cerro Castillo

Un proyecto definitivo para erradicar el Analfabetismo

En el prolongado período de la postguerra española se plantean dos tipologías que conviven en el tiempo: La arquitectura del régimen y la herencia de Le Corbusier de cuya escuela nace el racionalismo en la arquitectura. Con esta filosofía se desarrollan posteriormente edificios públicos, en su mayoría colegios e institutos.

En 1955 se inauguró el edifico dentro del plan del gobernador Urbina Carrera, al cual le debe el Colegio primitivo nombre, de erradicar el analfabetismo en la provincia. En un principio tenía una sola planta con seis aulas. Como curiosidad anotamos que cada cabeza de familia del pueblo tenía que hacer 5 jornales para su construcción o pagar para que las realizaran por él. Se construyó sobre el antiguo cementerio de la localidad, siendo frecuente sacar huesos de difuntos cuando se hicieron los cimientos. Hace un par de años la dirección de este centro de enseñanza estuvo a bien cambiarle el nombre a "Cerro Castillo".

Año 1984. Un grupo de alumnos en la puerta del comedor escolar. Colección: Encarnita Jiménez

El colegio se empezó a construir en 1954 y en su construcción participó gran parte de los hombres del pueblo, muchos de ellos de manera desinteresada sin sueldo alguno. Colección: Isabel García Cubillas

Vista general del Colegio cuando sólo contaba con una planta. Colección: Familia López López

El CEIP Cerro Castillo en la Actualidad. Colección: Decarrillo

Noticia de El Yugo del 18 de Julio de 1954 sobre la inaguración del Colegio:

Es en verdad sorprendente la evolución que ha experimentado Cantoria y que el viajero aprecia con facilidad apenas se adentra en el pueblo una vez que ha vencido la enfurruñada serranía, áspera y difícil, de los Filabres, y ha bordeado, hundido y soberbio, siempre delicioso, el caserío de Cóbdar, y el ajetreo incesante de Albanchez, la belleza y la grata perspectiva de Cantoria fueron siempre motivo de atracción y de contemplación del viajero, que arriba a sus calles sedientas de paz y de tranquilidad, se recrea en el regalo del sosiego, que tan liberalmente ofrecen los pueblos serranos. El paisaje se abre frondoso a un lado y a otro, donde el arbolado se multiplica y baja hasta las márgenes del río, resguardadas por los cañaverales las adelfas y las lanzas, de difusos, de álamos. Su blanco y alineado caserío, la limpieza de sus calles y paseos y la cordial y acogedora simpatía de autoridades y vecinos despiertan la curiosidad y retienen horas y horas a quienes la visitan. Cantoria se extiende a un lado y otro de la carretera, un poco adelante, alejado del trasiego negro de la estación, que parece pugnar en un esfuerzo desesperado por acercarse al río para  purificarse del carboncillo que revolotea durante segundos al paso de los trenes. Fuera de esta manifestación, a la que se asocia en lentos paseos contemplativos el vecindario y de la actividad incesante que el laboreo del campo depara a todas horas, el pueblo es silencioso y altivo, recogido en talleres donde las chicas cantan o canta el martillo y murmura la sierra sobre el mármol o la madera la eterna canción del trabajo. En el Ayuntamiento, como la generalidad de los Ayuntamientos de la provincia, asentado en la plaza principal, los funcionarios se hallan entregados a su tarea. En su despacho nos espera el alcalde.

Una de las más viejas ambiciones, y plenamente justificada, de Cantoria, era la de constituir un grupo escolar, que recogiera íntegramente a la población infantil en sus aulas, desde el grado de iniciación de párvulos, hasta el superior y el de perfeccionamiento. Hace años se inició el expediente, que siguió los trámites propios de estas cuestiones burocráticas, perdiéndose en una oficina ministerial. Así durmió el sueño de los justos a lo largo de la República, en que finalmente volvió a plantearse la cuestión, sin que nada práctico llegara a producirse. Las autoridades nacional-sindicalista, siguiendo el ritmo vivo y acelerado del Régimen en materia educativa decidieron airear el expediente, que conoció el mando provincial, y que hizo suyo en su deseo vehemente de dar satisfacción cumplida al pueblo. De aquella fecha hasta en ese momento han variado mucho las circunstancias y el importe total del proyecto, trescientas mil y pico pesetas, resulta insuficiente para el actual precio de materiales y mano de obra. La cifra se elevaba ya al medio millón de pesetas. El Gobernador civil y Jefe provincial del movimiento estimuló y ayudó a las autoridades municipales y el proyecto se puso en marcha, se informó convenientemente, se modificó en sus fundamentales aspectos y se aprobó y acometió con alegría general por el alcalde y vecindario en pleno que estudiaron la forma de resolver y allanar las dificultades económicas que se presentaban y que no eran pocas. El proyecto, en cifras redondas, costó 520.000 pesetas. El gobernador Civil facilitó 80.000 pesetas, el ministerio ha aportado 240.000 pesetas  y el resto lo ha satisfecho el pueblo con prestaciones personales. Las prestaciones han sido por individuos en la edad propicia para el trabajo, no por familias. Los que poseen medios de fortuna han satisfecho el importe de su prestación personal, lo que han beneficiado, naturalmente, a las clases humildes, a los trabajadores, que así han podido cobrar más jornales. Justo es decir que el pueblo ha respondido con verdadera complacencia, consciente de cumplir un deber patriótico. Sabemos que en julio se estaban dando los últimos retoques. Ocupa un vasto edificio de una planta, su orientación y terreno responden a las más modernas normas pedagógicas e higiénicas con respecto a construcciones escolares. Elevación, impermeabilidad del terreno, luminosidad, amplitud en las aulas y servicios anejos, todo esto lo reúne el grupo escolar.

Dispone de 8 clases, que se distribuirán de la siguiente forma: cuatro escuelas de niños, tres de niñas y una de párvulos. Tiene un gran patio central para el recreo y suaves escalinatas de mármol permiten el acceso independientemente, por los extremos del edificio, a niños y niñas. Además un vasto solar se encuentra adosado al inmueble, para en su día convertirlo en campo de deportes.

Para su finalización se tuvieron que agotar todos los recursos materiales de que se disponían, inaugurándolo el 18 de julio de 1954.

Juan Tijeras con su familia y amigos en una de las entradas del colegio a mediados de los 50. Colección: Encarnita Jiménez

El Colegio en los años 50. Por Isabel González

Antes, en la época de la Dictadura, los niños y las niñas estudiábamos separados, los niños con maestros y las niñas con maestras. Cada maestro impartía sus clases en la casa donde vivía hasta que se construyó el Grupo Escolar. Mi hermana Encarna y yo vivimos estas dos etapas y guardo unos entrañables recuerdos de aquellos años, quizás porque con los ojos de la infancia se miraba el mundo de otra manera, llena de ilusión por conocer y jugar a cosas nuevas. Nuestra maestra era doña Brígida, que empezó a darnos clase en su casa de la Calle Juan Carlos I, esquina con la Calle San Juan hasta que terminó la construcción del Colegio.

Comenzábamos a las 9 de la mañana rezando las tres aves marías de rigor, luego venían las lecturas, los dictados, las cuentas y dar las lecciones a la maestra. Pero como ya estaba mayor, no veía que poníamos el libro en el suelo y leíamos la lección que nos tocaba.

Por las tardes con un trozo de tela hacíamos vainicas a los pañuelos, también bordábamos y de vez en cuando dibujábamos.

En el invierno hacía mucho frío y la estufa no daba para calentar toda la clase, entonces doña Brígida nos daba un vaso de leche en polvo bien caliente, de ese que mandaban los americanos, un poco de queso y nosotras nos llevábamos el pan de nuestras casas para la merienda. En el colegio nuevo, como no tenía cocinas, Carmen, la sobrina de la maestra, calentaba una olla de agua en su casa, y dos niñas de la escuela íbamos a buscarla para bebernos esa leche que nos sabía a gloria.

Cuando le daba sed a Doña Brígida, íbamos a pedir agua a alguna vecina, aunque algunas veces lo utilizábamos de escusa cuando jugábamos en el recreo y nos daba sed a nosotras, pero era una “mentirijillas” sin ninguna maldad.

Por las tardes, cuando no podía venir la maestra, venía Carmen que nos daba dinero para comprar unos bollos de aceite en el horno de Francisco Cuéllar (en la actual ferretería). Todavía recuerdo el olor de los bollos recién salidos del horno, son olores de nuestra infancia que nos seguirán el resto de nuestra vida.

En la clase juntábamos las mesas y hacíamos un tablao para bailar. Tanto era el revuelo que se formaba que venían otras maestras como Doña Quiteria para regañarnos.

Cuando venía el Inspector de Almería, todas hacíamos unas banderillas con papel de seda para darle la bienvenida.

En el mes de mayo cogíamos flores de los huertos para la virgen, cantábamos canciones, rezábamos oraciones y le componíamos poesías.

El curso se culminaba realizando una obra de teatro, y a las niñas que sacaban buenas notas recibían un regalo, que normalmente consistía en una caja de colores, un cuento, pero a mi, como siempre salía voluntaria para hacer mandados me dieron las dos cosas.

Las hermanas González. Colección: Familia: Gea González

Manuel Urbina Carrera

Urbina Carrera, el gobernador de la doble moral

Manuel Urbina Carrera, fue gobernador civil de Almería desde 1946 hasta 1954. Era hijo de un alcalde conservador de Torrelavega y hermano del dirigente de las derechas locales durante la II República, el cedista Julián Urbina.

Para un joven que había nacido en Torrelavega y había estudiado en Madrid, ir destinado al otro rincón del mapa, a una ciudad perdida y olvidada, no era un paso adelante, sólo una etapa más en su carrera, una oportunidad para hacer méritos y ascender.

Destacó por su omnipresencia y por una vocación intelectual que se reflejó en su interés permanente por la cultura. Durante los ocho años que estuvo en Almería, apoyó la construcción de escuelas por toda la provincia, abrió bibliotecas, promocionó la restauración de la Alcazaba y no se perdió una sola exposición de pintura ni una tertulia.

Durante su etapa se llegaron a recaudar auténticas fortunas en multas impuestas ante cualquier acto que atentara lo más mínimo la moral, pero luego en privado… eso era otro cantar. Fueron famosas sus fiestas con sus amiguetes, donde dicen que se transformaba en un tipo alegre, que se crecía en los saraos, y no era extraño que llegaran a ser subidas de tono. Por eso llegó a ser conocido como el gobernador de la doble moral o el "Berlusconi" de Almería.

Falleció en Santander el 23 de Octubre de 1976.