La Feria de Ganado

La Feria de Cantoria 1925-1945. Por Encarnita Jiménez

Tradicionalmente la feria de Noviembre comenzaba el día 20 y duraba unos 10 días, esta feria giraba en torno a la compraventa de animales (burras, mulas, caballos, vacas, toros, etc.). Los marchantes empezaban a llegar el día 18 o 19 por la tarde en el tren llamado “El Frutero” con sus bestias, provenían principalmente de Villaricos, Vera, Antas, Albox, la zona de Puerto Lumbreras, Lorca, e incluso de Alicante, Castellón, Valencia y algún que otro vasco. Esta feria de bestias era la última del año en todo el Valle del Almanzora, de ahí su gran importancia. A todo ello hay que unir la fiesta que acompañaba a esta feria de ganado, siendo la mejor de toda la comarca. Sólo la de Baza que se celebraba unas semanas después podía rivalizar con la de Cantoria.

A los marchantes se les reconocían fácilmente, vestían una especie de camisones oscuros (marrón o negra principalmente) bien anchos que les llegaban debajo de la rodilla, con su bastón para dominar a los animales. También era corriente ver a muchos vascos con sus grandes chapelas en la cabeza caídas hacia el hombro. Dentro de estos marchantes había una jerarquía bien diferenciada, por un lado estaba el Caporal, era el mas pudiente y normalmente se hospedaba en las pensiones del pueblo o en casas particulares que pagaban a muy buen precio, y luego estaban  los ayudantes de caporal y los que cuidaban las bestias que eran menos pudientes y dormían con sus animales en las cuadras que también eran alquiladas por las gentes del pueblo, en colchones de perfollas y mantas que proporcionaban los dueños de la casa. La estancia era generalmente de 3-4 días.

Unos días antes de a feria a los marchantes les gustaban dar unas vueltas por los cortijos junto con los gitanos de cantoria que hacían de corredores autorizados porque pagaban su matrícula y que ya sabían donde estaban el mejor ganado. Todo esto a cambio de de un 2% de la venta.

En cuanto despuntaba el día 20 estos marchantes y sus bestias invadían por completo las calles Romero, Lope de Vega, plaza del Convento, la calle Alcalde Cristino, de la Iglesia, San Juan, Álamo, Orán, Plaza del Emigrante la subida al colegio (que había eras de trillo y descampado) hasta el caño. Era casi imposible salir a estas calles esos días. Pero lo mejor era el cierre de tratos entre marchantes, que hacían sus corros y realizaban las pujas, sellando el trato con un apretón de manos. La feria de ganado vacuno estaba en lo que hoy es la Avda. España.

Entre todas esas bestias que apenas se podía andar por miedo a una coz, deambulaban los quinquilleros que vendían mechas, piedras y entre todos había uno muy famoso que le llamaban el Lila,  procedente de Albox, con una caja colgada al cuello donde vendía pastillas de tabaco, librillos de papel, mechas y el almanaque zaragozano que era él, el que lo traía cada año al pueblo.

Las casetas y tómbolas propias de la feria lúdica, se empezaban a colocar sobre los días 17-18, y tenían sus sitios asignados por el ayuntamiento, en la plaza y bocacalles cercanas y se construían en madera, por Juan Jiménez Tijeras y Domingo Jiménez, hijo y padre y las otras en tela. Estos puestos pagaban sus impuestos en especie 

Las casetas que eran de todo tipo de objetos: sombrererías, tabasqueras (para repuje de cuero), bisutería (en estas casetas habían unas planchas de serrín y dentro se introducía la alaja, metías la mano sacabas la prenda y pagabas su precio; el puesto de “la cordobesa”, puesto célebre de oro y plata, y muy esperado que venía de Córdoba durante muchos años), zapaterías, puestos de guiñoles, tómbolas en las que se rifaban muñecas, y otros objetos, una de estas rifas traía pepones y fue motivo para una comparsa que causó mucho revuelo porque contenía mucha picardía, ante lo que las mujeres se ruborizaban y ofendían, llamada la comparsa de los pepitos.

Por toda la feria se podían encontrar puestos donde un señor con una ruleta por una gorda o un real daba unos deliciosos barquillos para la merienda. En años posteriores se pusieron puestos de almendras garrapiñadas y chucherías etc. 

Más adelante venía una castañera, una señora muy mayor de la zona de Huercal Overa que traía: castañas para asar, nueces, bellotas y níspolas y el puesto lo tenía en la esquina de enfrente del bar Galán, esta señora dormía entre los sacos los días de fiesta.

El alumbrado de la feria antes de guerra eran los carburos, unos cilindros de metal rellenos de unos polvos negros, con un olor muy característico.

En la placeta del Pipa colocaban los caballitos y voladoras que hacían las delicias de grandes y chicos, y en la puerta de la Iglesia la noria y las barquillas, siendo más frecuentados por grandes que por chicos.

En la puerta de la pescadería del Pipa solían ponerse personas que venían del Marchal, Badil, traían los tomates, verduras y frutas que habían conservado desde el verano, ya que entonces no había tomates ni muchas verduras todo el año, aprovechando estas fechas para aumentarles el precio.

Durante estos días los pasteleros del pueblo colocaban sus puestos de dulces en la feria: Julio el Viejo, Los hermanos Balazote, El colorín, Juan Pedro el Turronero, María la Turronera, y Carmen la del Biscotelas, una señora mayor que hacía unos dulces muy famosos por su calidad y sabor y que ponía el puesto en la entrada de su casa, frente a la iglesia.

Los jóvenes aprovechaban estos días festivos para estrenar sus mejores galas, se estrenaban abrigos, zapatos nuevos, trajes, vestidos, siempre claro el que podía.

Para estos días se organizaban obras de teatros de célebres compañías nacionales (muchas artistas más tarde famosas en el mundo del celuloide, debutaron en nuestro pueblo, como Carmen Rosi o Pablito Rosi y se proyectaban películas mudas, más adelante sonoras.

En estos días se montaba la Caseta Popular, en la Plaza donde antes se montaba el tablado para las fiestas de agosto donde se reunían los más pudientes del pueblo, y era adornada con mantones de manila, pero los bailes más populares eran en los Carnavales.

En la feria lo más frecuente era pasear entre los puestos, que se colocaban en el la acera del Ayuntamiento y en la acera de enfrente en el Casino. Dejando un camino en el centro, que en aquellos años existían dos bancos de azulejos grandes y alargados  delante de cada acera  en la que se sentaban mayores y niños a contemplar la ida y venida de feriantes y participantes de la feria.

Los gamberretes aprovechaban estos días de tanto trasiego de jóvenes, y con unas pelotas elásticas, unas rellenas de serrín y otras de cuero, que se cogían en el dedo, tirarlas a la piernas de las mozuelas, provocando un gran escozor.

A partir de la Guerra Civil fue cambiando esta feria, llegó poco a poco el progreso, fueron poco a poco desapareciendo las bestias y apareciendo los primeros automóviles, hasta llegar a la desaparición total de ella, retomada de nuevo hace muy pocos años.

Y esta era la Feria de Cantoria que todo aquel que la ha vivido piensa en ella como la feria más maravillosa de  sus vidas y que ya no se han vuelto a repetir.

Mapa de situación de los puestos en la Feria de Cantoria de 1935 elaborado por Juan Tijeras. Colección: Encarnación Jiménez

Un grupo de Cantorianos en la Feria de Albox de 1947. Colección: Eduardo Padilla

Torcuato Serrano y José Carreño delante de un puesto de la feria. Colección: Familia Serrano Alarcón

El marchante de caballerías Antonio Berbel con Lola Cuéllar y Concha Cuesta en la feria de Cantoria de 1947. Los marchantes eran fácilmente reconocidos por su peculiar forma de vestir, una indumentaria que se mantuvo durante siglos hasta finales del siglo XX en casi todo el territorio español. La indumentaria, como nos muestra la fotografía, estaba compuesta por una larga y amplia blusa de color negro con dos grandes aperturas para tener acceso directo a los bolsillos de los pantalones; el pantalón solía ser de color gris con anchas rayas negras; el calzado, unas botas negras cerradas con orejeras; y no podía faltar una amplia boina. A la hora de la compraventa siempre portaban una larga vara o un fino bastón de caña india, con el que hacían moverse al animal con un pequeño golpecito para que la bestia se mostrase con más vitalidad. Económicamente los marchantes andaban bien, y eso lo sabían todas las muchachas casaderas, que les gustaba darse sus vueltas por la feria para echarle el ojo a los más jóvenes y de mejor ver. Colección: Vicenta Oller

Todo tiene un principio. Por Antonio Berbel

Como olvidar aquellas ferias que tantos eventos, llenos de gloria y esplendor trajo a Cantoria. Feria que como tantas otras de España sucumbieron víctimas del progreso de las nuevas  tecnologías…

Y para comenzar a hablar de una Feria que llenó de vida y bullicio las calles de Cantoria a finales de noviembre, durante más de un siglo, nos tenemos que ir a su origen, lo que motivó a al alcalde y su corporación organizar un evento de tal envergadura cuando pocos días antes se celebraba la de Albox, la más importante de toda la provincia de Almería.

Corría el año 1875 cuando Ignacio Ruiz Cañabate, alcalde de este ayuntamiento, anuncia a finales de octubre (la prensa se hace eco a principios del mes siguiente) la celebración de una feria de ganado como respuesta a la de Albox por a la implementación de un registro de bestias y un tributos a las mismas, cuando eso ya se había desechado en el resto de ferias del país, además, alega la abundancia de agua y de pasto de  nuestro municipio, lo que abarataría la estancia de los tratantes, y repercutiendo, lógicamente en el precio de las caballerías, haciendo más atractiva la de Cantoria que la del pueblo vecino. También anuncia que empezará el 20 de noviembre y acabará a finales, para San Andrés.

No tuvo que ir mal la cosa ese primer año, ya que junto a las bestias, llegaron comerciantes de todo el sur peninsular montando puestos de ropa, platería, quincalla, bisutería, turrones, tómbolas, etc.

En 1876 se prepara la II Feria, con mejores expectativas que la anterior por el número de puestos solicitados para la misma, así como los resultados de la de Albox, en que el ganado mular y asnal se vendió a buen precio pero el caballar y el vacuno no.

Año tras año se va consolidando como un gran evento muy esperado por todos los vecinos y la gran concurrencia de gentes de fuera era porque era la última del sureste español y su última oportunidad de hacer negocio en ese año en curso. Se fueron complementando con más actividades de ocio, como bailes, gymcanas, sorteos, etc.

Marchantes de una feria de ganado en el Almanzora a principios de siglo. Legado: Gustavo Gillman

Inicio de la Feria de Cantoria. El diario la Paz de Murica se hace eco del anuncio por parte del ayuntamiento de la celebración de la I Feria el 3 de noviembre de 1875 

Seguna Feria de Ganado, donde las espectativas son muy altas en base a los resultados de la primera y como ha discurrido la primer feria. La Paz. 18 de noviembre de 1876 

Evolución de la Feria

Su decadencia empieza con la segunda mitad del siglo XX cuando en muestro país hacen su aparición los primeros tractores y motocultores destinados, tanto a las grandes, como pequeñas labores agrícolas. Lo que hizo que se fuese abandonando el uso de las caballerías, motivo principal por el que se organizaban estas ferias, pasando poco a poco a un segundo lugar hasta ser sustituidas en su totalidad.

Y cuando los pueblos no saben, o no quieren subirse al tren del progreso, llega el momento en que estas ferias pierden su sentido. La transformación hubiera pasado por organizar eventos que tuviesen como protagonista los nuevos avances en cuanto a maquinaria y nuevas tecnologías se refiere, de una simple motosierra al más moderno automóvil, concentraciones de  promoción de las redes de Internet, etc.. Enfocar por ejemplo a la muestras de maquinaria para la transformación de la piedra natural,  profesión con la que Cantoria esta tan ligada y que cuenta con muchos y muy buenos artesanos y empresas. No cabe duda de los beneficios económicos que generarían en el pueblo. Y valga como ejemplo Veractiva, en Vera, Terracultura en Chirivel, y tantos otros, donde se exponen los últimos modelos de automóviles y demás maquinaria con gran afluencia de público, donde el comercio y el pueblo en general se benefician de los ingresos que estos eventos aportan. Una feria no sólo da placer, sino muy buenos beneficios.

Pero sigamos recordando nuestra antigua feria, origen de este artículo. Aquella semana en que Cantoria se vestía de lujo para recibir a tantas atracciones y puntos de diversión, donde sus calles eran insuficientes para albergar y dar cabida a tantos campesinos venidos de todo los pueblos de la comarca, para ver, vender o comprar sus caballerías. Aquellos relucientes animales conocidos como machos o mulos romos, hijos de madre asnal y padre caballar, los que llegaron a venderse por cantidades exorbitantes, llegando a alcanzar las veinte mil pesetas de aquella época. Para ver una comparación y que el lector pueda hacer una idea, un jornalero trabajando de sol a sol,  percibía un sueldo de quince pesetas al día.

Por este motivo estas caballerías solo las podían comprar los tratantes especializados en la compra-venta de estos animales, venidos normalmente de Segovia, Cantalejo, Turégano, Tudela, etc.. A estos se les llamaban “Los Calzas”, y se les conocía por su indumentaria, unas largas blusas de color negro, pantalón gris a rayas negras, botas cerradas y boina con ancho vuelo, color negro, como prenda de cabeza, y en su mano una larga y recta vara en madera de avellano.

La parte festiva y de ocio, recordaremos las atracciones como los columpios, a los que le hacia girar sólo la fuerza de un hombre y en los que te podías pasar un cuarto de hora subido tan solo por cincuenta céntimos. Las casetas de regalos, las rifas en que casi nunca tocaba nada. Otros artefactos como uno que consistía en una barra vertical de unos cuatro metros,  grabada con una escala de uno a diez, que al ser golpeada en la parte baja con un fuerte mazo, marcaba una numeración y si esta llegaba al total de la altura, hacia sonar una fuerte campanada que se oía en todo el recinto ferial, demostrando ser el mas fuerte, y como premio, un  pequeño escudo de cera que al colocártelo en la solapa dejaba un gran mancha. Esta atracción tenía una gran clientela entre los más brutos de toda la feria. “Que brutos siempre los hubo.” El precio de cada mazazo, o golpe era de una o dos pesetas, según el ambiente. Y que decir de los circos, que hacían las delicias del personal, cuya entrada costaba dos o tres pesetas en los asientos de tabla (el gallinero), y cinco en las sillas que rodeaban las pistas, y en algunos casos con derecho a premio.

Son dignos de ocupar un lugar en la historia de las ferias, aquellos vendedores ambulantes, conocidos como “Los charlatanes”, personas que con una pequeña furgoneta y a veces con un simple y destartalado turismo, acudían a ferias y mercados, para ofrecernos su mercancía, siempre a precios de ganga como rezaba su publicidad y reclamo.

Para ello formaban un lote con cinco o seis mantas de borra, con muy buena presencia y muy malos resultados, doblaban cada manta en cuatro dobleces, y ponían una sobre la otra con el sólo fin de que el conjunto aparentase lo mas posible, llegando a alcanzar una altura de mas de dos metros. A este lote le agregaban un frasco de perfume, un reloj de pulsera y hasta algún corte de traje, que luego era un simple retal o paño de cocina. Todo de muy buena calidad, “según ellos”. En ocasiones regalaban con el lote un par de sabanas para cama de matrimonio, que cuando el comprador la abría y veía su pequeño tamaño, y procedía a reclamarle al vendedor su engaño diciéndole que aquellas sabanas eran para camas pequeñas, pero no de matrimonio como el le había dicho, a lo que este les contestaba diciéndoles, que no le había engañado, porque las sabanas eran para matrimonios separados, que cada uno duerme en una cama pequeña.

Este conjunto de prendas y regalos, los ofrecía de la siguiente manera.: -“¡Este lote tiene un precio en el mercado de cinco mil pesetas, pero como se lo mal que estáis de dinero, no les voy a cobrar ni cinco, ni cuatro, ni tres ni dos…. Para el primero que levante la mano le doy el lote completo por el módico precio de mil pesetas, pero sólo para el más pobre!”-.

Entre estos vendedores destacó un Señor llamado Ramonet natural de Orihuela (Alicante). Vendedor que llegó a tener gran fama como charlatán por toda España y premiado posteriormente  por la Cámara de Comercio de Alicante.

Las noches de la feria se podrían escribir con MAYUSCULAS, por tantos y tan buenos recuerdos como nos dejaron a quienes las vivimos. Aquellos bailes en el Casino, las dulces veladas en “los Paquitos”, única sala de fiestas con gran renombre en la Comarca. Corrían los años 1.945-1.950 en los que ya se empezaba a sentir cierta decadencia.

Estas ferias aportaban muy buenos ingresos para el pueblo, sobre todo, en los pequeños negocios, fonda, bares y tabernas y tascas como la de la Guardagujas, el Palmero, Antonio Fiñana, Alfonso Berbel, y algún que otro lugar donde se vendía el tan apreciado vino del país, cosecha de los pagos de Cantoria.

Según el testimonio de Francisco Aguilera Rodríguez, mas conocido como el Frasquito el Gitano, hombre que empezó su deambular por las ferias con tan solo dieciséis años. Este me cuenta que tenía la costumbre de que una vez se hiciese un trato, compra o venta de algún animal, se celebrase con un buen riego de vino del país, acompañado en la mayor parte de veces de unos garbanzos torrados, y como algo especial si la cuantía del animal transferido merecía la pena, entonces los garbanzos se sustituían por unas sardinas arenques, que en aquellos años eran el pan de los pobres por su  bajo precio de coste. A esta invitación se le llamaba el alboroque.

Me sigue contando, que en todos los tratos de compraventa, había una tercera persona que hacia de mediador entre vendedor y comprador, al que le llamaban el corredor, siendo esta profesión una de las que más practicaban persones de raza gitana, como es el caso de Francisco, y todos sus antepasados, acompañando a “los Calzas” y recibiendo por su mediación en cada trato el dos por ciento del importe de animal transferido, a esta recompensa se le llamaba  el corretaje. Siendo casi los únicos ingresos de estas familias gitanas, para poder sacar adelante a su prole, en época de hambruna y miseria.

Estos corredores tenían su estilo propio para convencer, dándoles la razón, tanto a vendedor, como al comprador, con el único fin de que el trato se hiciese y ellos cobrar su comisión.

Se solían alquilar casas particulares con grandes cuadras para guardar las caballerías por la noche, esto reportaba algunos ingresos a sus dueños, también tenían cierta importancia los excrementos que dejaban los animales, que después se vendía como abono para el campo, o lo empleaban en sus propias tierras.

Estaba establecido por imperativo legal que cada trato lo certificase el veterinario, mediante un documento llamado Guía que costaba diez pesetas por unidad. Estas guías se solían hacer casi siempre en la Fonda de la calle Romero regentada por Juan Miguel Martínez.

Cecilio Padilla en la Feria de Ganado de 1948 con su amigo Evaristo. Colección: Familia Padilla

María la Perla con su familia en su puesto de turrones en la feria. Colección: Sánchez Macías

Maruja del Casino y Encarnita en un puesto de dulces de la Feria. Colección: Encarnita Jiménez

Elección de las reinas de la Feria del año 1968. Ese año tocaron por primera vez los Teddys Boys, un grupo musical que han sido sin duda un referente musical de la provincia de Almería durante muchos años en lo que a música pop se refiere. Para para poder venir, se tuvieron que cortar el pelo porque D. Cristino amenazó con meterlos en la carcel si venían con el largo. El escenario se decoró con cartones de los huevos por parte de Juan Peña. Colección: Dori Pastor.

El grupo de amigos, de izquierda a derecha, José María Uribe, Pedro Oller el Periquillo, Diego Gómez, Emilio Granero, Juanito y Alfonso Jiménez, delante de las casetas de la feria de noviembre en la plaza del Ayuntamiento. Colección: Alfonso Jiménez

Los Carteristas

Como suele suceder en todos los eventos de la vida, también había una parte negativa. A ella acudían un gran número de carteristas (personas que se dedicaban a robar carteras o monederos, amen de algunos trabajillos más de no muy ortodoxo calificativo). Estos aprovechaban las grandes aglomeraciones, para descargar de peso las carteras de los más descuidados.

La Guardia Civil estaba muy bien informada de quienes eran estos secuaces, incluso estaba en contacto con el que hacia de jefe. Como medida preventiva y para evitar males mayores se hacían de los nombres de todos ellos, y después los encarcelaban  durante los días de feria, pero siempre quedaba alguno libre que dio más de un susto a algún despistadillo, dejando sus bolsillos limpios de “polvo y paja”. Las hazañas y engaños de estas personas, eran tantas y de tan distinto proceder, que merecen un anexo en este número de la revista.

Un grupo de amigos en un puesto de bebidas de la feria a finales de los 50. Colección: Juan Antonio Martos

Conclusión

Pero no dejemos que el pesimismo invada nuestras mentes y veamos todo de color negro. Pensemos que la feria no murió del todo, que sufrió una metamorfosis, una transformación pasando de feria en Diciembre a fiestas patronales en Agosto, de las más concurridas y con el mejor recinto ferial del Valle del Almanzora.

Al celebrarse estas fiestas en fechas veraniegas y vacacionales, hacen que a ellas concurran personas de todos lo pueblos de la comarca, y parte de familias que algún día se vieron obligadas a dejar el pueblo donde nacieron y dieron los primeros pasos, sirviéndoles de balón de oxigeno por unos días al estar rodeados de los suyos.

Y como todo aquello que fue grande y perdura tanto en el recuerdo, es difícil que desaparezca del todo y aunque sólo sea a modo testimonial, desde 2015 se celebra el sábado más cercano al 20 de noviembre un día de Feria, con exhibiciones de aves de cetrería, pollos de perdiz para el reclamo y de pájaros.

Sirvan estas líneas de S.O.S. Para  aquellos que en sus manos esté, escuchen la voz del pueblo, y viendo ejemplos cercanos, tomen las medidas oportunas para que estas fiestas continúen vivas, y no sigan la ruta del olvido, la que hizo que la feria pasase a mejor vida. Siendo solo un RECUERDO DEL PASADO.

Feria de 2018. Colección: Decarrillo

Testimonio. Encarnita Jiménez

Lo más frecuente en la feria era pasear entre los puestos colocados en la acera del ayuntamiento y enfrente de la puerta del casino, dejando un camino en el centro; deonde entonces había dos bancos de azulejos grandes y alargados (delante de cada acera) donde se sentaban los mayores y niños a contemplar la ida y venida de feriantes y gente. A partir de la guerra civil fue cambiando esta feria, llegó poco a poco el progreso, y con el fueron desapareciendo las bestias dejando paso a los primeros automóviles hasta que llego a desaparecer totalmente, retómandola de nuevo hace unos pocos años- Y eso era la Feria de Noviembre, que todo aquel que la ha vivido piensa de ella como la más maravillosa de sus vidas y que nunca ya se ha vuelto a repetir.

Todavía me acuerdo de las cancioncillas o charangas que se cantaban en la feria, como la que le hicieron a los célebres muñecos Pepitos que se podían encontrar en las tómbolas y que era el muñeco mas deseado de todas las niñas:


FERIA de 1928. LOS PEPITOS

Esta feria que ha pasado

hubo globos y hasta pitos

y también hemos tenido

la tómbola de los célebres Pepitos.

 

Hay mujer que por un pepe

Se ha gastado un dineral,

y después de haberlo gastado

no lo ha podido pudo lograr.

 

el que quiera tener un Pepito

al momento lo puede decir

y verás que lindo y bonito

los tienen aquí.

 

Los hacemos chiquitines

regorditos y bonitos

también hacemos otros…

con buenos mofletes.

 

El que quiera tener un Pepito

Al momento lo puede decir

Y verás que lindo y bonito

los tienen aquí.

Encarnita Jiménez con su muñeco Pepito. Colección: Encarnita Jiménez

Documentación Gráfica: Programas de Fiestas de los años 1935 y 1940

Otras Noticias

Accidente cuando venían a la Feria

El Diario del Cantábrico del 16 de octubre de 1935 se hace eco de un grave accidente subrido por tratante de ganado, su chófer y un criado que venían de Jumilla (Murcia) a la Feria de Cantoria y que se equivocaron de carretera, accediendo a una que estaba en obras y callendo al poco por un precipicio. Como resultado un muerto (el tratante) y dos heridos muy graves.

Robo de Caballerías

En la feria de 1925 roban dos caballerías de la cuadra de la vecina Catalina Casas. Una era propiedad de esta mujer y la otra de Roque Porcel, tratante de Chirivel que la había alquilado durante la Feria. El robo causó destrozos en la puerta. Este se cometió el día 21, al inicio de la misma, recogiendo la noticia varios diarios, como la Indendencia y el Diario de Almería. Este último daba por hecho que habían sido unos gitanos que tenían fichados e iba a ser inminente su detención. 

Diario la Independencia. 24 de noviembre de 1925