Encarnación Victoriana Sánchez Pérez la "tía Encarnación la Santa"

Por Ana Guerrero Marín

Tia Encarnación la Santa

Hoy en día si preguntas entre la gente de Cantoria por la Tía Encarnación la Santa son pocos los que podrían dar razón alguna de ella. ¿Quién es? Nos preguntaríamos. Y es que la fe y la veneración que el pueblo de Cantoria sintió un día por esta mujer ha ido perdiéndose y decayendo hasta desaparecer de la memoria de los cantorianos.

Partiendo de esta realidad queremos dar a conocer la santidad de una hija de Cantoria olvidada hoy y cuyo proceso de canonización una vez estuvo en marcha quedando frustrado el intento por un incendio que se produjo en el Archivo Diocesano de Almería.

María Encarnación Sánchez Pérez, hija de José María Sánchez, natural de Albox y Ginesa Pérez de Cantoria, nació el 23 de marzo de 1835 en Cantoria, siendo bautizada el 25 de ese mes en la antigua iglesia parroquial en el día de la Encarnación, de ahí que le pusieran María Encarnación.

Siendo muy niña se le escapaba a su madre y se iba al templo, observándose en ella una extraordinaria inclinación a las prácticas religiosas ante el asombro de vecinos y conocidos. Cuando contaba con unos 7 años, derribaron la antigua iglesia para comenzar la construcción del nuevo templo, trasladándose los actos litúrgicos a la ermita de los patronos y a la capilla del convento. Con esa edad ya ayudaba a las mujeres que realizaban las tareas de limpieza y mantenimiento para los oficios. Ya desde joven empezó a implicarse con los distintos párrocos en la consecución de fondos para las obras de la nueva iglesia.

A los 20 años se casa con Antonio Gómez, fijando de inmediato su residencia en la villa de las Cuevas (Actual Cuevas del Almanzora) de donde era natural su marido. Allí tienen un sólo hijo que murió en edad temprana. Encarnación se refugia en su vocación pasando cada vez más tiempo en la iglesia, siendo ya conocida por su vida ejemplar y por su manera de atender y aumentar el culto divino.

Enviudó joven, vendió las propiedades de Cuevas y trasladó de nuevo a Cantoria fijando su residencia en la antigua casa de sus padres en la calle Álamo, esquina con el callejón de Correos. Su gran pasión fue la Iglesia de Cantoria, en ella puso su empeño y su razón de vivir, donando todo su dinero y demás propiedades a excepción de su casa, estimulando a su vez a las personas pudientes y piadosas para que diesen importantes limosnas para su terminación y decoración. A partir de ese momento empezó a vivir de la caridad hasta el final de sus días.

Poco a poco se fue labrando un aurea de santidad, y fue tan grande el concepto en que se tenían sus virtudes, que vulgarmente se le llamaba la Santa, y tal respeto inspiraba, que a cuantas personas acudía pidiéndoles donativos para la iglesia, todas le daban lo que buenamente podían, recaudando ella sola ocho mil duros (240 euros). Durante los años que duró su construcción, fue la llama viva, el aliento, el alma de todos los cantorianos para que mantuvieran la fe y la ilusión en una obra casi faraónica.

Sentía devoción especial por la Pasión de Nuestro Señor, la Virgen del Carmen, las Benditas Almas del Purgatorio, a las que le pedía con gran instancia por el fomento de vocaciones eclesiásticas y porque hubiese en la iglesia sacerdotes piadosos que realizaran su trabajo con gran celo para la salvación de las almas. Por eso, testigos de la época que han ido transmitiendo de padres a hijos los hechos acaecidos y que tenían como protagonista a esta mujer, afirmaban que cuanto más se acentuaba su devoción, mas perseguida era por el demonio, que la atormentaba de mil maneras, incluso con penosas y largas dolencias que los médicos no habían visto nunca.

En los largos periodos de enfermedad, llegaba a sacarse pequeños huesos de la cabeza y los iba metiendo en una caja de latón, ante la mirada incrédula del médico don Antonio López Rubio que no se explicaba cómo podía vivir de esa forma. En sus últimos años vivió asistida por una mujer corpulenta y soltera llamada la tía Josefa la Escolmaollas que le costó mucho acostumbrarse al ruido de las cadenas de las almas del infierno que venían a tentar a la Santa y no dejaban descansar a ninguna de las dos.

Sobrellevaba esta situación gracias a su fe en Dios, tanto era así, que cuando rezaba en la iglesia entraba en una especie de trance de forma que parecía una estatua de lo rígida que se ponía.

Con gran resignación y paciencia fue sobrellevando la enfermedad, hasta su muerte en 1909 a los 74 años de edad. En el acta de defunción del registro civil de Cantoria aparece como causa una Gastroenteritis Foliculosa. También gracias a esta, sabemos que contaba al menos con una hermana, casada con Lorenzo Sánchez Jiménez, de profesión propietario que fue quien firmó la citada acta. Fue amortajada con el hábito de la virgen del Carmen, su cadáver lo veneraron como al de una santa, repartiéndose objetos de ella y haciendo trozos de su ropa como si de una reliquia se tratase. Fue tan grande el gentío que se juntó en el cementerio y alrededores, que el maquinista del Correo sintió el impulso de parar la locomotora, bajándose inmediatamente junto con los pasajeros, y en completo silencio, fueron a acompañarla en su último viaje.

Según los testimonios en los que se basa este relato, recibió sepultura en el panteón familiar de la familia Sánchez-Giménez, que fue visitado durante años por gentes con la ilusión de que se produjera algún hecho sobrenatural, lo que viene siendo un milagro vamos. Incluso una vez dos mujeres se atrevieron a bajar y abrir el nicho para cortarle un trozo del hábito. Cuando abrieron el ataúd comprobaron que el cadáver se mantenía intacto.

Historias que en muchos de los casos rozan la leyenda han pasado de generación en generación hasta nuestros días y que en los siguientes párrafos contaremos algunas. Era conocida por sus prodigios, visiones y luchas con el diablo. Predecía cosas que iban a ocurrir o que habían pasado, como el caso de una mujer poco creyente, que no se llevaba bien con su marido y decidió quitarse la vida. Cuando iba a ello le salió la tía Encarnación a su encuentro y le increpó, -”¿Qué camino llevas, fulanita?”-, -”Voy a darme una vuelta, tía Encarnación”- contestó la mujer. -”¿Y para que quieres la cuerda que llevas en la cintura? ¡Anda y vuélvete, reconcíliate con tu marido y no tientes al demonio que en tu casa haces falta!”.

Otro caso fue el de una mujer que fue a ver a la tía Encarnación porque quería saber de su hijo que estaba haciendo el servicio militar y del que no tenía noticias desde hacía bastante tiempo. -”Esta tarde cuando esté en oración voy a preguntar por tu hijo al señor, vete tranquila”-. Al oscurecer la mujer volvió a casa de la tía Encarnación, al verla llegar le sonrió y la tranquilizó diciéndole que no se impacientase, que estaba bien, que lo había visto con una toalla al cuello que iba a bañarse y que no le habría escrito por algún otro motivo.

Un día, estando en su casa, oyó las campanillas de los monaguillos que acompañaban al sacerdote que iba a llevar el viático a un enfermo de su misma calle. Ella salió a iluminar la calle con un candil y vio como el Padre Jesús, rodeado de una luz los acompañaba detrás. Cerró la puerta y se fue directa a casa del enfermo. Esperó hasta que el sacerdote terminara y acto seguido entró en la vivienda y preguntó a la mujer si sabía si su marido tenía ofrecida alguna promesa al Padre Jesús. En ese momento ella no recordó y le preguntó a su marido, -”mujer, ¿como no sea que dijimos de pagarle la cristalera de la urna donde está metido en la iglesia?, otra cosa no, y dime mujer, ¿quién te pregunta eso?”-, -”la tía Encarnación que ha visto entrar a la casa al Padre Jesús detrás del cura y eso se debe a alguna promesa”- le contestó la mujer. -”¡Mañana mismo te acercas al cristalero y le pagas para que se los ponga!”-.

Cuentan que una mujer que había matado un pollo de corral dudaba de si llevarle un trozo de carne a la tía Encarnación por si no tenía con que comer ese día. Tantas fueron las veces que decidía ir como las que se decía de no ir, que cuando por fin se lo acercó, esta le salió a abrirle y le dijo, -”hay que ver hija mía cuando has peleado con el demonio para traerme el pollo que tanta falta me estaba haciendo”-.

Una vez estaba haciendo un puchero en la lumbre y le echó el último aceite que tenía, fue un momento a por cebolla y tomate para el sofrito y al volverse la cacerola se volcó, se oyó gran estruendo de cadenas y las voces de la buena mujer, -”¡Vas apañao si piensas que me voy a impacientar por esto y que sepas que del Arroyo me traen una alcuza de aceite, así que es perdido todo lo que briegues!”-

Aparte de conseguir una gran cantidad de dinero para la terminación de las obras de la iglesia, fue también la que consiguió comprar el órgano pidiendo de puerta en puerta, y cuentan, que un día fue a pedir a una casa en la que vivían dos bordadoras solteras y aunque sabía que si bien no tenían en ese momento dinero, sí tenían maneras de obtenerlo. Las mujeres le dijeron que no tenían ni un céntimo, a lo que la tía encarnación le contestó que lo sabía, pero que en un arca de tal habitación de la casa, tenía piezas de sábanas y colchas de lino virgen, que vendiesen alguna y donasen el dinero. Se quedaron de piedra al comprobar que las señas eran exactas.

Una de sus predicciones más conocidas es la que dice que en Cantoria no caería nunca mucho dinero en la lotería, pero que tampoco ocurrirían grandes desgracias porque ella intercedería ante la Stma. Virgen del Carmen para que desde el cielo cubriera con su manto este pueblo.

La fama de esta sierva de Dios después de su muerte era tanta, que en 1931 el párroco D. Luis Aliaga Navarro y su coadjutor don Juan Antonio López Pérez, mandó imprimir un libreto en la imprenta Lourdes de Murcia, donde se hablaba de esta mujer así como la oración a través de la cual los fieles pedían un favor o gracia a esta santa, con la finalidad de iniciar el proceso de beatificación. Proceso que fue interrumpido por la barbarie de la Guerra Civil.

El carrusel de imágenes corresponde con el libreto que mandó imprimir el párroco D. Luis Aliaga Navarro para iniciar el proceso de beatificación. 

Nota de prensa de el Diario Porvenir de León, que se hace eco el 17 de enero de 1880 sobre las predicciones de la tia Encarnación la Santa sobre un supuesto terremoto. 

Partida de Defunción de Encarnación, firmada por el párroco Teodoro López Giménez

Bibliografía

GUERRERO MARÍN, ANA. María Encarnación Victoriana Sánchez Pérez, la tía Encarnación la Santa. Revista Cultural Piedra Yllora nº 9, año 2014.

MUÑOZ MARTÍNEZ, Mateo. Confesiones. Revista Cultural Piedra Yllora nº 7, año 2012.

En el solar que se encuentra entre la calle Álamo y el callejón de Correos es donde se encontraba la casa de la tía Encarnación. Colección: Decarrillo