Las visiones del tío José el Mulero
Por Antonio Berbel Fernández
Visiones
Los sueños, las visiones, los presentimientos, y las voces internas, podemos darle un nombre global donde se puedan encerrar a todas esas situaciones. Estaríamos hablando de las revelaciones. Estas tienen la finalidad de desvelar algo que está oculto, es decir, tiene la función de manifestar preventivamente algo que pueda darse como tal. Por un lado usan los sueños como un conjunto de simbolismos que nos dan un aviso, pero de los cuales, esas personas especiales que tienen ese don, tienen que descomponerlos en todas sus partes, para que de cada cosa, animal o persona que aparezca en él, le podamos extraer un significado o señal individual.
Independientemente de cuantos sueños ha tenido en una noche, del largo del relato, o lo breve, de que lo recuerde muy precisamente o no, de que conozca a todas las personas que estaban en el o no, de que conozca el lugar descrito o no, todo sueño tiene su importancia, tal vez no se comprenderán en el momento, pero es muy probable de que al pasar el tiempo se lleguen a entender.
Tratar el tema de las visiones es tratar un tema muy especial ya que no se producen en sueños, sino cuando se está bien despierto, siendo consciente de lo que está viendo. Las visiones pueden tenerse a solas, estando con alguien, estando ocupados, o estando meditando en algunas cosas, y de pronto se coloca esa imagen en nuestros ojos, la cual no podemos interpretar de momento, pero sabemos que es algo sobrenatural que no sabemos cómo explicarlo. Por lo general son muy cortas, se ve una imagen por un instante, y de pronto desaparece de nuestros ojos.
Tomasa García, la mujer del tio Mulero
El tío José el Mulero
José García Gilabert, conocido como el tío José el Mulero, apelativo que le viene por las dos robustas mulas que utilizaba para sus labores en el campo en la cortijada del Púlpito, donde vivió gran parte de su vida junto con su mujer Tomasa García Jiménez, aunque ambos habían nacido en Arboleas, en 1889 y 1895 respectivamente.
Como hemos dicho, pasan gran parte de su vida en el Púlpito, donde fijan su residencia después de volver de Argentina, donde habían emigrado al poco de casarse con la finalidad de hacer "un dinerillo" y poder establecerse cómodamente en su tierra a su regreso. Aunque el destino no quiso darle hijos, y como dice el refrán, "a quien Dios no le da hijos le da sobrinos", tuvieron la oportunidad de criar a una sobrina, acogiéndola con sólo tres años de edad. Fue una hija para ellos y como tal, los acompañó y cuidó hasta el resto de sus días, siendo la transmisora de las vivencias que narramos a continuación.
Junto con las labores del campo, el tío José llegó a tener más de 100 colmenas que fabricaba el mismo con carrizos que se criaban en lugares con mucha agua y que le reportaba una buena cantidad de miel, que vendía por arrobas (11,5 kilos la arroba) a los turroneros de Cantoria y su comarca, o en libras si eran pequeñas cantidades para el consumo particular (1 kilo correspondía a 2 libras y 3 onzas).
Pero no era por su labor agrícola por lo que era conocido, sino por su extraños sueños y visiones, por ejemplo, veía quien iba a morir a los pocos días, aunque no se viera en apariencia signo de enfermedad, no llegando a fallar casi nunca sus predicciones, para desgracia para el protagonista de sus visiones.
Un día pasa por un lavadero y se encuentra a una señora lavando ropa, se cruzan los saludos pertinentes y sigue su camino hasta que cruza con un conocido a quien le afirma que esa mujer le queda poco tiempo de vida y ella no lo sabe. No habían pasado 10 días cuando se celebró el funeral sin que se supiese las causas médicas de su fallecimiento. No es de extrañar que la gente le respetaba y temiera cruzarse con él, sobre todo cuando la mirada de él se detenía más de lo normal, eso era síntoma de que algo no marchaba bien.
"¡Vete a tu casa!", "¡Vete a tu casa!", es lo que escuchó un día el tío José cuando estaba segando alfalfa para los animales. El no le hizo caso a estas voces que oía en su cabeza, hasta que fueron más persistentes, sintiendo en todo su cuerpo un escalofrío. Dejó su labor y se acercó corriendo a su cortijo, y antes de entrar, la misma voz le susurró "¡tu padre ha muerto!".
A parte de sus visiones, nuestro personaje era conocido por sus manualidades casi imposibles, que siempre tenía que hacer porque como él decía, le era imposible trabajar con alguien delante. Seguramente por la gran dosis de concentración y una paciencia infinita que era necesario para esos trabajos, como introducir en una botella de cristal nada menos que un altar formado por una gran cruz y demás componentes ornamentales.
Esto lógicamente atraía el interés de su familia que no se explicaba como podía hacer aquellos trabajos y como la curiosidad pudo con sus sobrinas, un día hicieron un pequeño agujero en la puerta de entrada de su taller para verlo trabajar. Pasados unos minutos escuchan gritos de su tío hacia el demonio, "¡Lucifer, vete de aquí que no me dejas trabajar!". Le faltaron patas a las chiquillas para correr fuera del cortijo.
El autor que suscribe este artículo, técnico instalador eléctrico de profesión, realicé la instalación para llevar la luz a la vivienda del tío José, y como ocurre por esos lares, que el tiempo va más lento, y hasta el reloj mueve sus manillas de manera más pausada, me invitó a unos vinos y sus aperitivos correspondientes. Entre trago y trago, aumentó la confianza entre ambos y no pude resistirme a preguntarle que qué es lo que veía para saber que acontecimientos iban a ocurrir. El muy sereno y seguro de su repuesta le afirmó que son pocas las noches que le dejaban descasar, "cuando yo me acuesto y mas dormido estoy siento el pataleo de varias personas saltando sobre mi cama, si no les hago caso saltan con más fuerza sobre mi hasta conseguir que me incorpore y les hable. Yo sólo rezo mis oraciones y desaparecen, pero si esto se repite muy a menudo, ya sé que algún conocido va a morir. Y eso lo sé porque hay noches en que veo una larga fila de personas portando cada una una vela en una de sus manos, y si esta vela es muy corta y su llama muy tenue, es porque va a morir en pocos días y si la vela es larga y con fuerte llama, a este le queda larga vida".
José fallece en su domicilio del Púlpito en septiembre de 1961 con 67 años de edad y su esposa en la Cinta de Arboleas en 1980 a los 85 años en casa de sus sobrinos Hilario y María.
Foto de carnet del Tio José
Una aficción que requiere grandes dosis de paciencia
Testimonios:
Dolores Reche Pérez
María Rubí Galera
Isabel Martínez