Oficios

Preámbulo

Las costumbres van cambiando, y cada día nueva tecnología inunda nuestro espacio, relegando al olvido profesiones y oficios que antaño fueron esenciales. Algunos solamente han cambiado de nombre, como fueron los antiguos bañeros, que ahora todo el mundo se refiere a ellos como socorristas; Otros perdieron su puesto en la sociedad sustituidos por una máquina, o a causa de un sistema económico que les hizo imposible competir en precios para ganarse el sustento.

Trabajadores de la fábrica de ataúdes de Isidoro Alex en la calle de la Iglesia en la década de los 40. Cantoria fue el mayor fabricante de este producto de Andalucía durante más de 30 años. Colección: María Ángeles Jiménez

Listado de Oficios y Profesionales que han desaparecido

Acordeonistas: Eran los que amenizaban las fiestas. Eran el Ramblas de Albox y el Chiquito (padre de Alejo Cuéllar).

 Afilaor: Persona que recorría pueblos en una motocicleta y hacía sonar un silbato o harmónica con un sonido muy especial y reconocido por las gentes que sonaba así, “Tiroriroríí.....tirorirorí” para que la gente supiera que estaba en las calles del pueblo y voceaba “el afilaooor, se afilan navajas, cuchillos extijeras, se arreglan paraguas" y volvía a sonar la harmónica.

Arriero: Se encargaba del transporte de mercancías sobre burros, caballos, mulas ó carros de paja, toneles, productos del campo, etc.

Barbero: Era quien arreglaba el pelo y la barba a los hombres, pero también en otros tiempos sacaba las muelas. En Cantoria estaban Juan Pedro y Paco García en c/ de la Plaza, Francisco Mirón el maestro espumillas (padre de Emilio Mirón el orejas iba de casa en casa, cobraba una iguala) en la c/ Iglesia, Antonio el barbero, que sacaba muelas y ponía inyecciones en la c/ Cuartel. Francisco el barbero en la c/ Romero. Justo el barbero en la c/ Larga y su sobrino el pelendengues que iba de casa en casa y Pedro Fernández el galán.

Blanqueador: Era la persona encargada de encalar las fachadas, con piedra de cal viva que había apagado con agua. Eran entre otros José Pedrosa el Plácido y Antonio Ortiz el nono.

Bordadora: Bordaban para los ajuares de las mozas casaderas del pueblo. Estaban María e Isabelica Díaz las del cuartel en la c/ Ermita y Antonia Fernández en la c/ Tosquilla.

Boticario: El farmacéutico de hoy, su misión era la de expender recetas, preparar fórmulas y ungüentos. Estaban D. Antonio López en la c/ Romero, D. Bartolomé Alarcón en la c/ la Plaza y D. Luis Sánchez en la c/ Ermita.

Cacharreros: Ambulantes con burros cargados de botijos y enseres de cocina.

Cañicero: Cortaba y hacía haces de cañas que luego vendía. Era Rafael Martínez y cia.

Carbonero o piconero: Hacía carbón vegetal, quemaba una pira de leña de encina y otras maderas enterradas, que luego vendía para los braseros. Isidro Torregrosa fue uno de los carboneros de este pueblo.

Cardador: Lavaba el vellón de lana y lo peinaba con cardas o peines. También recibían el nombre de colchoneros. Había varios de etnia gitana en la c/ Cardadores.

Carpínterias: Estaban Juan Tijeras y Emilio Carreño el Petro en taller de Isidoro Alex. Pedro Jiménez el chinel en el taller de Pedro Gómez, José Granero (padre de los joselitos José, Trini y Raimundo Granero).

Carretero: Recorría pueblos con una carreta tirada de bueyes o una burra, vendiendo cargas de leña o transportando mercancías a otros pueblos de la comarca. Estaban Antonio Navarro el carreta, José Pérez el bulanas, el Prior y Andrés Carrillo.

Casas de alterne: La de la Picaera y la Niña Dormida.

Cantantes aficionados: Bernardo y Emilio Granero los Chochetes, Juan Pedro García el Barberillo y Pedro Fernández el Galán.

Capataz: Era el encargado de la estación de ferrocarril.

Comerciantes: También llamados tenderos que dispensaban comestibles entre otras cosas. La modalidad de venta “al fiao” era la más común. Para llevar el control de deudas se servían de una libreta. Había varios como Mª Josefa la fiñana en la c/ larga, Federico Fuentes e Hijos en la c/ Larga, la Tomasa en la c/ iglesia, Emilio Granero el chochete en la c/ Larga, Andrés Marín el bollero en la c/ San Cayetano. La Tía María la Titaña y María Miras en la c/ San Antón, Mª Encarnación de los pollos palustres en la c/ San Juan, el Lauro Padre en c/ San Antón. La María Azúcar en c/ San Juan, Pedro Antonio y Elisa Cuellar en la c/ Iglesia, Frasquito Piñero el Tostónes e Isabel Molina en la c/ Romero. Baltasar Fernández el riblanco en la c/ Ermita. María Gea la quinita en la c/ Romero. La Tía Francisquilla, Isabel mujer Antonio el barbero en la c/ Cuartel y Mª Dolores Granero la once meses en la c/ Larga.

Confecciones: Vendían piezas de tela para sábanas, tejidos para mantelerías, vestidos, medias de seda y cristal, además de joyas de oro y plata,  etc. Eran Juan Fuentes en la c/ Larga, Aurora Rubio en la c/ de la Plaza, Lola Sánchez en la c/ Romero y Antonio Tapia de Juanita en la c/ Larga.

Chatarrería: Maria la Titaña / la regalá en la c/ San Antón.

Droguero: El que regentaba la droguería (productos de limpieza y pinturas). Tenía también papel decorado para paredes. Estaba Ignacio Jiménez en la c/ Romero y luego Pantaleón de Mata-García el Ayón.

Enguitaor: Arreglaba todo tipo de sillas, utensilios de labranza de esparto y anea. Era Miguel Cerrillo el cojo lijar en la c/ San Juan.

Espartero: Recogía el esparto de los montes. Esparto verde para albardas, aguaderas, serones, albarcas, cojines, esteras, etc. Y esparto picado para otros utensilios más finos para el hogar. Estaba Miguel Cerrillo en la c/ San Juan (véase el oficio Enguitaor).

Estancos: Había dos, el de Andrés Padilla, que además tenía material escolar en la c/ de la Plaza y Maruja Carrillo en la avda. España.

Ferretería: Pantaleón de Mata-García y Juan Mª Rodríguez el chavo paja.

Fábrica de helados, hielo, gaseosas y sifónes: Regentada por los Hermanos Alex Sánchez,  Isidoro y Antonio en la c/ Iglesia.

Factor de estación: Facturaba los paquetes, el último fue el Sr. Picazos.

Guarda de Campo: El encargado de que no entraran maleantes en la finca que guardaban. Estaban Pedro Antonio Fernández el Tangai, el tío Pancilla, el cigarrilla y Joaquín Fernández.

Guarda Agujas: Era el que accionaba las agujas de la vía del tren para que este cambiara de vías, evitando que no chocaran los trenes.  Estaba Cesar, padre del ocubiche.

Guarda Barreras: Su cometido era el de poner las cadenas a los lados de las vías férreas cuando el tren estaba cerca,  evitando así accidentes. Antonia e Isabel Soler en la casilla de Tomácar.

Heladero: Fabricaba y vendía helados. Los más famosos eran Juan el Chambi y el Popeye.

Heras de trilla: Donde se trillaba el trigo: Estaban la de Teodoro y Antonio Balazote, la del tío Colorín y la del Molondro.

Hojalatero o Latero: Realizaban latas para horno y candiles entre otras cosas. Era El tío Felix, padre de Mateo y el tío Pepe el latero de la c/ Larga.

Hornero: Regentaba un horno de pan. Tenemos el horno de Clotilde (madre de Julio Lizarte), el de Domingo en la c/ s. Juan, de María la Melilla en la c/ Iglesia, el del tío Jerónimo (padre de Antonia Contreras) en la c/ s. Cayetano y de Francisco Cuéllar en la c/ Ermita.

Jaraperas: Hacían jarapas de tiras de tela para la casa. La tia jarapera en c/ San José.

Jefe de estación: Sr. Lillo, Joaquin y Cebrian.

Jugueterías: Andrés Marín en la c/ Larga.

Kiosquero: Quien tenía un puesto de caramelos, regaliz, chufas, pipas etc. Eran varios, como María la Bartolicha en esquina con la iglesia, María Pedrosa la Melilla Fermina, la tía Sixta, el Cigarrilla, estos últimos en la c/ Romero.

Lañaor y Paragüero: Reparaban ollas de porcelana con estaño, como orinales, palanganas, cubos y baldes, lañaban vasijas de barro cocido, como lebrillos, cántaros, tinajas...etc. El abuelo del Kiko el de María la Casailla.

La Tia del oro: Lola la Cordobesa, vendía oro a plazos por las casas del pueblo y en la feria de Cantoria.

Librería y periodicos: Vicente Sánchez en la c/ Romero, Francisco Cerrillo en la c/ la Plaza.

Licores: Cristino Mª Sánchez en la c/ Larga y Nicasio López en la c/ la Plaza.

Marchante de bestias: También llamado tratante, compraba y vendía bestias. Estaba Pepe Tapia y su Padre.

Matanceras: Eran las encargadas de realizar las matanzas ajenas. Tenemos a Isabel Granero García la Carbonera, Antonia la Gitana, María la Municipala y Esperanza Granero.

Matarife y Capaor: El que castraba y luego más tarde sacrificaba el cerdo y lo despedazaba. Estaban Roque Granero, los Chochetes, Bernardo Cortés y Juan Pablo el prior.

Mercería, tejidos y novedades: Aurora Rubio en la c/ de la Plaza. Andrés Marín en la c/ Larga.

Modista: Realizaba prendas de vestir a medida para mujer. Tenemos a Carmen Gilabert la Turca especialista en trajes de novia en la c/ Larga, Fefa la del cortijillo en la c/ Era y Lola Padilla la Blanca c/ Larga.

Molinero: Procesaba el grano del cereal y lo convertía en harina. Tenemos los molinos de, Pedro García Lozano, el Bartoliche, el Sordillo, Amador, Donato Rubio, Trini Pardo y José Mora.

Mozo de estación: Encargado de subir y bajar  paquetes y maletas. Estaba José González.

Parteras: Comadrona, quien asistía a las mujeres en el parto. Estaban Isabel la Picola y la tía Martina.

Peón Caminero: Arreglaba los desperfectos de las carreteras. José el Porro, Emilio y Juan Urrutia.

Practicante: Quien administraba inyecciones intramusculares, y hacía curas de enfermería. Teníamos a D. Antonio Mirón, D. Clotilde, D. Paco y D. Mª Blasa.

Pregonero: Era el encargado de transmitir avisos municipales, noticias importantes y comerciales. Hacía sonar una corneta en el momento que iba a comunicar las últimas novedades y voceaba así: “De orden del Sr. Alcarde, se hace sabeer......” Estaba el abuelo del Kiko el de María l”a casailla”, Mateo Borgoñón y su mujer Carmen.

Pescadería y salazones: Estaba la “del Pipa” Diego Uribe y Amparo Gómez en la c/ San Cayetano donde hoy está el campo de petanca.

Pollero: Vendedor ambulante de aves. “Ha llegado el pollero... pollos, pollitos y pavos, la gallina ponedora la de la pata gorda”.

Pompas fúnebres: En Cantoria realizaban y vendían arcas fúnebres. Antonio Sánchez en c/ Cuartel, Pedro Gómez, Hnos. Alex Isidoro y  Antonio, Ezequiel Castellanos todas en la c/ Iglesia, por eso cuando la feria, los gitanos evitaban pasar por esta calle y también estaba.

Posadero: Regentaba una posada ó pensión. Había varias, la de Juan Miguel García Castellanos con fonda la Soriana, la de las Hnas. Balazote, Isabel y Águeda en c/ la Plaza, la fonda del tío Juan Miguel en la c/ Romero y la de Pedro Antonio Fiñana el Cagueta.

Puentes de caña: Puentes flotantes que se construían cuando había agua en el río, para el paso de personas y animales. Los construían y regentaban Juana Fiñana la Ceuta y Ginesa Marín la Cuca.

Quincallero: Personaje de Albox llamado el lila, que traía una caja enganchada al cuello con cintas en donde ofertaba quincalla, piedras de mechero, mechas de yesqueros, papel de liar, tabaco, agujas de ojo dorado, alfileres, dedales, pitos, armónicas, el almanaque zaragozano, etc.

Recovero: Iba por los cortijos con su burra y compraba huevos ó los cambiaba por otras cosas como alpargatas y los vendía donde no había esa mercancía. Estaba Petra y el tío medio higo.

Retratista: Realizaba retratos o fotografías. Estaban los Hnos Álvarez y Juan Chacón.

Sacristán: Encargado de tocar, repicar y voltear las campanas de la iglesia, arreglos del altar, rezar el Rosario, preparar vestiduras del sacerdote e imágenes, etc. Antonio Castro fue uno de ellos.

Sastre/a: Realizaban trajes de hombre, pantalones, chaquetas y camisas. Estaban Antonio López (padre de Pepe Luis y Juan López) en la c/ de la Plaza y como Sastra, Lola Padilla la Blanca en la c/ Larga.

Sombrerero: Realizaba sombreros y los arreglaba. Era Antonio Herrera en la c/ de la Plaza.

Sereno: Estaba el tío Padilla y el tío José el oso en la c/ Romero.

Tabernas: Había muchas como: Isabel la guardaagujas y Ana García  en la c/ Mundas (ahora Lope de Vega). Pedro Castejón en C/ de la Plaza. Juan Miguel García en la c/ Plaza. Emilio Granero el chochete en la c/ Larga. Pedro Antonio Fernández el Tangai en la c/ Romero, Dolores Granero la once meses en la c/ Larga y Esperanza Martos en la c/ Larga. Alfonso Berbel y Patrocinio Carreño en la c/ Romero y luego en la San Cayetano, Antonio García y Presenta Garcia en la c/ Plaza, Amador Mora en la c/ Larga, Paco Remigio en el paseo, Emilio Granero regentaba “la buena sombra” que era sala de fiestas de verano en el paseo y el Retoño de Juan Peña en la c/ Oran, el bar “Galán” de Pedro Fernández en la c/ de la Plaza y luego en la c/ Larga.

Taller automóviles y maquinaria: Esteban Valdés en la Plaza del Convento.

Taller de bicicletas: Juan Castellanos el romano en la c/ Romero.

Tápena: Compra-venta de tápena y alcaparras para salmuera. Catalina Sevilla la Nina y Elena Fernández.

Taxista: transporte público de personas. Estaba Juan Pedro Martos el Caballista, Baltasar Fernández el Riblanco, Gabriel Martos Pepe el Oria y Manolo Pedrosa el de las cabras.

Telefonista: Era la encargada de comunicarte con los familiares más lejanos a través de una centralita. Estaban las Hnas. Martínez: Juana, Encarna, Lola y después se encargó Dolores Rubí.

Tío del Tomillo: Se llamaba Joaquín y recogía tomillo del monte, lo cocía en una balsa de Oraibique, propiedad de Domingo Martos o en una caldera que había en el balsón de Torrobra.

Trapero: Venía de Albox y recorría los pueblos en busca de lana y útiles viejos y los cambiaba por dinero, voceaba así: “El trapero... se compran los colchones de lana vieja, las cosas viejas, buscar por los rincones que crían chinches y ratones”.

Turronero: Realizaba turrones y dulces típicos cantorianos. Eran Carmen la biscotelas en la c/ Plaza, los Carlinos, el tío Colorín, las Hermanas Balazote Isabel y Agueda en la c/ Plaza, María y Pepe Rodríguez en la c/ Romero, Julio Gea el viejo y Amor c/ Larga y los padres de Alejo, Pedro Antonio y Elisa en la c/ Iglesia.

Vaquería: Elena Fernández y Saturnino Jiménez.

Ventero: Regentaba una venta. Era Joaquín Cuéllar en la c/ Tomacar.

Yesero: Sacaban la piedra de yeso de la cantera, la procesaban y vendían. Tenemos a los Hnos. Antonio Galera y Ramón c/ Larga.

Zahorí: Era el encargado de buscar agua subterránea en las fincas con un instrumento muy rudimentario, una varilla. El tío pantorrillas en el c/ Camino de la Estación.

Zapatero Remendón: Arreglaba zapatos, cosía y reparaba. Era Miguel Rodríguez (padre Fina y Miguel carreras) en la c/ de la Plaza, era además de zapatero, músico.

Zapaterías: Carmen Gea en la c/ Romero y después en la c/ Plaza, Emilia Galera y Juan Miguel el tarima en la c/ Romero, Joaquín Cuéllar en la c/ San Juan y después en la c/ Larga.

Juan el Chambi en el callejón de la iglesia. Colección: Familia los Barrenos

Juguetería y bazar de Andrés Marín en la calle San Cayetano. Colección: Ana Guerrero

María la Melilla con su carro de chuches después de desmontar su puesto en la puerta del teatro tras una sesión de cine. Colección:  Luisa Fiñana

Taller de Costura de Carmen la Turca. Colección: María Antonia García

Un grupo de muchachas en el taller de pompas fúnebres de Pedro Gómez. Colección: Macías Sánchez

El jefe de estación con sus empleados. Colección: Ana Guerrero

El turronero tío Juan el Serio. Testimonio de Antonio Rubio Casanova: 

El Tío Juan el serio era un Cantoriano de carácter, dedicado a la confitería ambulante. Conocía, tan bien como el clero, todo el Santoral. Su guía de ferias y mercados de todos los pueblos de la Cuenca del rio Almanzora era el Almanaque Zaragozano. No había celebración que se apreciara en la que él no estuviera, un día antes, con su arquilla de dulces rebozados en azúcar, el turrón y las peladillas, sin faltar las bebidas preferidas a la hora de convidarse: las copas de dulce anís para los más jóvenes, el seco para los más atrevidos, la mezcla de coñac y anís, sol y sombra, para los que sabían de combinaciones perfectas.

Vestía con traje de pana y camisa blanca aunque su uniforme de trabajo en momentos de máximo “meneo” o trajín era un mandil de color gris. El Tío Juan era muy respetado y apreciado por donde pasaba y además, esperado, ya que solo él suministraba este tipo de mercancías a todos los cortijos de la Sierra de los Filabres en Navidad y fiestas de guardar.

Su mercancía era transportada con total seguridad en tres imponentes mulos, dos Castellanos y un Romo, bien herrados y guiados en reata, ataviados con magníficos aparejos con terminaciones caprichosas en los atarres y en el frontal de la “cabezaaa”. En cada mulo destacaban las albardas con magníficos mazos reforzados con tres varas de retama y una de almez, recubiertas con pleita de ocho cabos.

El primer mulo lo montaba él. Iba aparejado con unas aguaderas de esparto y en su interior se hacinaban el pienso, un poco de comida guardada en una talega, huevos cocidos, una caballa seca, una “papá” de tocino, un pan y la bota de vino, tapado todo con una zalea de oveja.

Otro portaba unas pedreras adaptadas y sujetas a las amugas, con tres damajuanas a cada lado, tres con Anís dulce y otras tres con Anís seco.

El tercer mulo que conformaba la reata, portaba dos arcas medianas, confeccionadas con tablas veteadas de madera noble de nogal ensambladas a cola de milano, una estaba repleta de los más selectos dulces navideños: alfajores y mazapanes al estilo morisco, roscos de naranja, de vino y de anís, suspiros, la árabe pastaflora rellena de cabello de ángel procedente de las calabazas que él mismo cultivaba junto al río, hojaldres y mantecados; por citar solo algunos de ese amplio surtido de postres. La otra caja contenía varios bloques de turrón de diez libras de peso y una talega de blancas peladillas.

Arriba, en el lomo de la albarda, una pequeña caja con tres jarrillos de porcelana de distinto volumen para medir el anís y varios embudos de lata más una romana de doble escala (en libras y en kilos) junto con una pequeña hacha y una buena maza de madera de encina para golpear y partir aquellos bloques de turrón.

Turrón confeccionado con almendra de la variedad Malagueña, la más dulce de todas las variedades cultivadas en la comarca, limpia de piel y tostada al horno, junto con un kilo de azúcar y el kilo y medio de miel para conseguir el duro y exquisito dulce.

La miel era de albaida recolectada ese mismo año en segundo corte, la más transparente y fina al paladar de todas las mieles recolectadas en la sierra y la única que, con el frío, toma el mismo color que la leche.

También se aportaba a la masa, la clara separada de nueve huevos recolectados en esa misma semana con el fin de garantizar su frescura, seleccionando solo los de color blanco y excluyendo los de minina, si los hubiera.

El último ingrediente, el que ofrece olor y sabor al turrón era la cáscara de limón procedente de “frutos luneros” cogidos en el frescor de la mañana, de fina piel amarilla y fragante olor, ideal porque no amarga. La cantidad de raspadura que se aportaba a la masa era el volumen que coge en medio cascarón de huevo, dos veces y medio más.

Cuentan medio siglo después, que nadie de los vivos que probaron aquellos surtidos dulces han perdido los dientes ni el paladar…

Una Arquilla de Dulces. Testimonio de J. Pardo de Overa

Si algo no podía faltar en las fiestas de la Ermita de La Concepción era una buena arquilla de dulces de Cantoria. La arquilla era de finas tablas de madera y menos profunda que las habituales arcas para guardar la ropa. En ella, muy bien organizados, se apilaban los bizcochos, medias naranjas, almendrados, roscos de viento…

Un exquisito manjar para la chiquillería, aunque estuviesen hechos siempre de la misma o parecida forma: bizcocho bañado en agua azucarada que al solidificarse formaba una dura costra y en su interior guardaba la sorpresa del sempiterno cabello de ángel. Otro clásico eran los enormes trozos de calabaza confitada.

Juan Pedro era su dueño y atendía con esmero y una gran amabilidad a sus entregados clientes. Tenía un aire desgarbado, era alto y huesudo, con nariz larga y afilada y unos grandes ojos saltones.

Como bebida ofrecía anís y coñac para los hombres y licor café y beso de novia para las mujeres. También tenía una botella de licor de menta, pero advertía de su fuerte picor y unos “raros efectos” que hacía peligroso su consumo.

Al finalizar la procesión nos arremolinábamos sobre el puesto de dulces, la mayoría a mirar y algunos privilegiados a que su padre o padrino le comprara un dulce. La mayoría, niños y mayores, se conformaban con la visión de aquellos inalcanzables manjares. Otros, los más pudientes, compraban un cartucho de estraza de medio kilo para llevárselo a la familia como postre extraordinario para después del arroz con pollo del día de la Virgen.

De pronto, la noticia corría como la pólvora por la pequeña aldea:

- ¡Qué fulanico, el de américa, ha comprao 3 kilos de dulces de Cantoria…!

- ¡Y una botella de anís dulce…!

- ¡ Vaya suerte tiene su familia!

- ¡Qué buenas fiestas van a pasar…!

* Fiestas años 60

María la Perla con Isabel Balazote en la Feria de Cantoria. Colección: Familia Balazote Carreño