Domingo de Resurección y las Meriendas

Por Antonio Fiñana Granero

Procesión de San Juanillo

Los días de Semana Santa eran días de cuaresma, de tristeza, porque al Padre Jesús lo estaban matando, no se tocaban las campanas y para avisar de los actos religiosos se hacía a viva voz por las esquinas del pueblo con una carrasca de madera, tampoco se podía cantar ni manifestar alegría alguna por las calles. Sólo se tenía el consuelo de que ese dolor venía acompañado de especialidades culinarias que sólo saboreábamos en esas fechas, como los roscos fritos borrachos (cochifritos), torrijas y arroz con leche el Miércoles Santo, arroz con bacalao el Jueves y el Viernes papajotes o albóndigas de bacalao con garbanzos.

Pero ya el sábado era otra cosa, ya había rumores de la inminente resurrección del Señor, comenzaban a repicar las campanas a las 12 y los niños tirábamos piedras a los tejados para ahuyentar a los demonios. Pero poco a poco se acercaba el Domingo e Resurrección, que comenzaba a las 6 de la mañana con el repique de campanas, a las 6:30 el segundo toque y a las 7 en punto el tercero que avisaba del encuentro que se iba a producir entre Jesús resucitado y su madre. Era el comienzo de una fiesta, la alegría de la resurrección. Primero salía Jesús de la Iglesia en dirección a la plaza López Miras (plazoleta del Pipa) y allí giraba a la izquierda dirección a la Plaza de la Constitución. Después salía San Juan con su dedo señalando que había visto al Señor y la Virgen detrás de él con su manto negro en dirección a la Plaza donde se produciría el encuentro. La virgen lo recibía postrada con una reverencia, ocasión que se aprovechaba para cambiarle el manto negro de luto por uno blanco. Acto seguido repicaban las campanas de la iglesia. 

Pero la tradición no sólo abarca lo religioso, sino otras costumbres mas mundanas en la noche víspera del Domingo de Resurrección como la de poner ramos de flores en las rejas de la amada por parte del novio, o de cardos borriqueros si la amada le había dado calabazas. A veces también los acompañaban de letreros de diversos contenidos, de amor, de alguna gracia, obscenos otros o incluso un insulto. Los muñecos en los sitios altos y visibles de las casas eran otra nota común ese día, estos representaban familias que se iban de merienda al campo, parejas de novios que se fugaban porque ella se quedaba embarazada o que simplemente que no tenían ni un duro para casarse pero si unas ganas locas de consumar...

En los cortijos, era tradición que los mozos en edad casadera saliesen el Sábado Santo a cortar flores y ramas de árboles, para agasajar a las novias colocándolos por la noche en las ventanas y puertas de las mozas, vigilando toda la noche por si otro mozo lo quitaba para poner el suyo. Si la rama era de olivo significaba "te olvido"; si era de jinjolero, "te quiero"; y si es álamo, "te amo".

Procesión de San Juanillo a finales de los años 50. Colección: Felicita Fernández Rubí

Las Meriendas

Después de la procesión comienza la fiesta, todo el mundo de merienda al campo con buen vino del país, chorizos, butifarras, moscones que se guardaban con esmero para ese día, y en algunos casos hasta jamón, siempre como aperitivo de un buen arroz con conejo.

Se vivía con tanta alegría e ilusión ese día que antes de la procesión ya se dejaban listas las cestas en casa para, una vez finalizada la procesión, juntarse las cuadrillas para irse al campo de meriendas. Preparar la cesta era algo especial porque se guardaban cosas especialmente ese día como el perrico del cerdo, el hornazo, morcón, chorizo, etc. Los márgenes del río, los cortijos y sobre todo el puente hierro era el lugar preferido por los cantorianos. Y como Cantoria es tierra de músicos, siempre había algún acordeón para amenizar esta velada. Y sin olvidar a los fotógrafos del pueblo que ese día hacían su agosto y que gracias a ellos hoy disponemos de un amplio archivo fotográfico de esta popular tradición.

Una de las mejores imágenes para definir el ambiente festivo que siempre han tenido las meriendas, siendo un día muy esperado por los vecinos de Cantoria. Colección: Ana Guerrero 

Galería de imágenes

Después de la procesión de San Juanillo, el domingo de Resurrección, la gente se iba a celebrar al campo que Cristo había resucitado. Vino del país, embutidos de las matanzas que se guardaban con esmero para ese día, hasta jamón como aperitivo a un buen arroz con conejo en la lumbre. En esta imagen, la familia Granero, conocidos como los Chochetes, con un improvisado carro tirado por una bicicleta. Colección: María Luisa Granero

Merienda en el Puente de Hierro en 1968. Entre los que se encuentran, detrás, Francisco Masegosa, Jiménez, los hermanos Miguel Ángel y José Antonio los Galanes, Juan Teruel, el Casinero, Emilio Masegosa, Fernando Lillo, Pepe Maldonado el de la Peca y Julio. Este lugar era uno de los preferidos para pasar este día de campo entre familiares y amigos para celebrar la resurrección del Señor, por su cercanía al pueblo, por la sombra que ofrece el puente y la cantidad de cortijos de alrededor. Colección: José A. Fernández Zapata

En el día de las meriendas el vino del país corría a raudales, era muy esperado por los vecinos de Cantoria y una ocasión para juntarse en familia o en cuadrillas. En esta imagen, la familia de Andrés Marín el bollero (vestido de mujer con los dientes de patata) y de Gabriel Martos Pepe el Oria. Colección: Ana Guerrero Marín 

La zona del Puente de Hierro, los Morrones y la rambla de Torrobra eran los lugares elegidos por los jóvenes para pasar el día de meriendas, mientras que los mayores preferían juntarse en algún cortijo, como es el caso de esta imagen. En los años en que no se disponían de muchos medios de diversión, bastaba un acordeón y disfrazarse con la ropa de mujer para asegurarse una buena fiesta. De izquierda a derecha, Socorro, Pedro Antonio de la Elisa, Antonio Molina el Taquillero, Domingo Uribe; detrás, la nuera de Domingo, Adela Gea y Alejo Cuéllar. Colección: Adela Gea 

Colección: Manuel Alcázar

Colección: Manuel Alcázar

Colección: José Molina

Colección: Ana Guijarro

Colección: María Dolores Molina

Colección: Juan Molina

Colección: Mati Berbel