El Palacio de Almanzora

El Palacio de Almanzora

La finca de Almanzora (ver artículo Adquisición de Almanzora) era la mayor de las que tenían los marqueses de la Romana, siendo el edificio principal una gran estructura que agrupaba diferentes usos y funciones, desde un silo o almacén para cereales, una almazara, un área residencial y una parte administrativa de la propiedad. Toda esta serie de equipamientos muy distintos entre sí daban al conjunto un aspecto destartalado y nada armónico. Cuando don Antonio Abellán Peñuela compró la finca, remozó el edificio hasta convertirlo en un verdadero palacio en 1872, año en que recibió el título de marqués de Almanzora, con un estilo ecléctico y armonioso, que tanto gustaba entonces a las clases pudientes del país, con una superficie construida de 2.484 metros cuadrados. Este nuevo palacio, al menos en su configuración actual, debió ser planificado por el ingeniero civil Antonio Falces Yesares, que ya había realizado otros edificios al marqués en Cuevas del Almanzora.

Básicamente, el palacio consta de cuatro elementos: un pabellón central, dos alas a sus lados y un patio de honor en el centro de la estructura. Mientras que el pabellón principal y el ala izquierda se destinaban a uso residencial, el de la derecha se dedicó a almazara y a la capilla del palacio y ermita de la aldea, a la que se accedía por el patio de honor.

En la parte exterior del edificio destacan sus fachadas externa y la principal, siendo quizá la nota más innovadora la instalación de una barandilla de hierro en la parte superior del ala Este, que disimula ornamentalmente el tejado.

La fachada externa es muy llamativa, realizada a base de ladrillo visto y mármol blanco, en cuyo centro se abre un arco de medio punto clásico, apoyado en pilastras y, sobre él, una cornisa que va quebrándose para enmarcar el escudo de armas de Abellán, abrazado por un señorial manto del que cuelga la Gran Cruz de Carlos III, y ceñido por una corona marquesal.

La fachada principal se distingue rápidamente por la hermosa escalinata que la preside, y que está ordenada en tres ejes horizontales, que dan un refinado empaque a este palacio reedificado por el primer marqués de Almanzora.

Los descendientes del marqués acabarían perdiendo la finca y el palacio en el año 1925 por impago de impuestos, pasando la misma al célebre banquero Juan March Ordinas, que, al parecer, se hizo cargo de las hipotecas impagadas. Antes de ser dividida la finca pasó sucesivamente por dos propietarios que la mantuvieron hasta 1943-1945, en que fue vendida por parcelas.

Catalogación y protección del Palacio

En junio de 1982, el Palacio fue declarado Monumento Histórico Artístico y, en septiembre de 1995, se incluyó en el Catálogo General del Patrimonio Histórico (BOE de 29-XI-1995). En diciembre de 1997, la Comisión de Cultura del Parlamento Andaluz instó al Gobierno Andaluz a que promoviese, junto al Ayuntamiento de Cantoria y otras instituciones públicas y privadas, la adquisición pública del inmueble, así como su restauración y puesta en valor. En febrero de 2006 la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía resolvería inscribirlo, con carácter genérico, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Desde hace años existe un movimiento cultural y ciudadano promotor de la adquisición del mismo por la Administración para su uso público, tras la debida restauración.


Vista General del Palacio

Patio de Armas del Palacio

Imágenes antiguas del Palacio mandadas hacer por su propietario, don Antonio Abellán Peñuela, I marqués de Almanzora. Se puede observar que la parte superior acababa en voladizo de teja; posteriormente se eliminó esta decoración y se sustituyó por balaustrada de forja. Colección: Familia Berbel

Antonio Abellán, I marqués de Almanzora de pie a la izquierda y sentados sus hijos Antonio y Dolores. Colección: Familia Padilla

Iglesia de Almanzora

Levantada a partir de 1769 por orden del X marqués de los Vélez dentro del complejo de la Casa de Administración del Marquesado, siendo el arquitecto encargado fray Pedro de San Agustín, religioso franciscano de La Ñora (Murcia), derribando la ermita que había en su lugar por su estado ruinoso. Se trata de un ejemplo sencillo de Barroco Tardío, sin muchos ornamentos. Cuenta con una sola nave, los techos abovedados y encima de la entrada principal se encuentra el coro. No dispone de torre ni tampoco de campanario, ya que este estaba situado en la Casa de Administración, aunque en época reciente se construyó uno encima de la puerta principal. El párroco Silverio Sánchez Franco realizó un restauración integral, actuando principalmente sobre tejados, fachada, arreglo de cúpulas, sacristía, adornando el altar mayor con un retablo de nueva construcción y cambiando los bancos antiguos por otros nuevos debido a su deterioro.


Una de las ventanas de palacio que dan al patio de armas. 

Palacio de Almanzora desde la plaza en la actualidad. Colección: Decarrillo

Mari Carmen Fuentes en la escalinata de Palacio a finales delos años 40. Colección: Mari Carmen Fuentes

Historia del Viejo Cauce para regar los Jardines de Palacio. Por Antonio Berbel

Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de la figura de los marqueses de Almanzora, de la importancia e influencia de esta familia, de sus negocios, conjuras políticas, y otros asuntos que tuvieron lugar en los salones del Palacio de Almanzora, el ejemplo neoclásico civil más importante de Almería. Todo gran edificio y más si es residencia de vacaciones y de recreo tiene que tener unos jardines acordes y este palacio los tenía, vaya si los tenía,  hasta un estanque con barcazas en la que la marquesa gustaba mitigar el calor de las tardes veraniegas. Pero de este tema poco hay escrito, sólo lo que la memoria colectiva de los descendientes de los trabajadores del marquesado nos han transmitido.

La gran finca de Almanzora, propiedad de los herederos de doña María Tomasa Álvarez de Toledo, marquesa de la Romana deciden venderla en 1872 al diputado a Cortes y rico minero de Cuevas del Almanzora don Antonio Abellán Peñuela. Dentro de esta propiedad se encontraba un gran caserón con capilla, almazara y otras dependencias que son reformados, reestructurados para darle una armonía al conjunto según gustos de la época hasta convertirlo en un verdadero Palacio, y alrededor, unas diez o doce viviendas para los trabajadores de una sola planta.

En la parte sur dirección al río, donde se encontraban unos terrenos destinados al cultivo, se proyecta un precioso jardín de grandes extensiones, con largos paseos cercados por vallas de romero y otras plantas ornamentales; escaleras, bancos y surtidores en mármol blanco de Macael, similar al empleado en el arco de entrada al patio de armas y la escalera de acceso a las dependencias principales, plantaciones de árboles frutales de todo tipo, etc. El diseño giraba en torno al gran estanque que hemos comentado al principio (80 x 40 m aproximadamente y una profundidad de 3 m), en su parte central y a gran altura un gran entramado metálico cubierto por rosales trepadores. Ignoramos el sistema de depuración que se empleaba para mantener en buen estado el agua, aunque testimonios de los antiguos jardineros afirmaban que siempre estaba limpia y cristalina, aunque desconocían como lo hacían.

Una obra de estas características presentaba grandes problemas:

El primero era asegurar un caudal constante de agua. No olvidemos que nos encontramos en una zona semiárida, donde el agua es un preciado tesoro y este vergel necesitaba ingentes cantidades de este líquido elemento. La solución la encontró el señor marqués en traer el agua desde la fuente del Prao situada frente al pueblo de Cantoria con caudal suficiente y de la que tenía en propiedad algunas  horas en determinados días. 

El segundo problema es que estas horas no bastaban, ya que se precisaba un caudal permanente 24 horas al día. Se solucionó con la construcción de un gran embalse ubicado en la parte final de la calle Palacio, próximo a la entrada de la fachada a sol saliente. En la actualidad podemos ver uno de sus muros en perfecto estado de conservación.

El tercer problema es la presión que tenía que tener el agua para hacer funcionar a los surtidores. Para ello se necesitaba de un complejo sistema de canalización desde el nacimiento. Para ello se construye un nuevo cauce que partiendo desde el mismo punto que tiempo después seria la entrada del túnel de la Línea férrea Lorca–Baza-Águilas, llegaba hasta Almanzora en su punto mas alto consiguiendo, no solamente resolver las necesidades de Palacio y zonas adyacentes, sino el aumento del número de hectáreas de regadío de sus propiedades. Pero, ¿Cómo se conducía el agua desde el cauce de regadío hasta este embalse? A través de una red de tubos de cerámica de un diámetro de treinta centímetros ensamblados todos ellos, partiendo desde el cauce o acequia que transcurría paralela a la vía de ferrocarril pasando por la calle Abellán, Plaza de la Iglesia y calle Palacio hasta el embalse. 

El cuarto problema vino con la construcción del ferrocarril. A finales del siglo XIX los Marqueses ceden todos los terrenos que se precisaban para la construcción del ferrocarril a la compañía inglesa The Great Southern of Spain Railway propietaria que sería de esta línea hasta la llegada de Ferrocarriles Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA) en el año 1932. Una vez que se decide el trazado definitivo, este coincide exactamente por donde trascurría el cauce que se había realizado poco tiempo antes; ante tan grave problema, don Antonio exige a la compañía inglesa que le construya otro que le sustituya al anterior. Llegan a un acuerdo y comienzan los trabajos por el margen derecho de la vía, con un complejo sistema de galerías escavadas sobre el corte que se había realizado en el monte para las vías. Esta solución conllevaba un gran coste de limpieza y mantenimiento, circunstancia que el marqués capto de momento y para no asumir futuras responsabilidades y grandes gastos económicos, exige a la compañía Inglesa que se haga cargo del futuro mantenimiento de este cauce teniendo que limpiarlo por lo menos una vez al año o cuando surgiera algún imprevisto. Así se hizo hasta 1932 en que la línea cambia de titularidad a favor de los ferrocarriles MZA en que empezaron a dejar de limpiar con  tanta regularidad el cauce, dejando pasar dos y tres años en algunos casos.

En plena Guerra Civil a este cauce se le añaden ramificaciones, la más importante es la que partiendo desde la pará de la Morera, cruza toda la parte alta de Almanzora, hasta su salida a sol visto, una vez travesado todo el cero de La Santa Cruz, continuando paralelo a la Carretera dirección a Albox hasta la altura del Barrio de Las Zorras, donde cruzando la Rambla de Albox entra en la zona conocida como Pago de las Casicas, aumentando así las tierras de regadío del antiguo marquesado.

Una vez que esta zona alta de Almanzora se edifica allá por los años 1970-75, el cauce queda por el centro de una de sus calles con el peligro e incomodidad que esto ocasionaba para la vecindad. En 1993 se entuba todo el cauce hasta su conexión con la mina del Cerro de la Santa Cruz, convirtiendo a esta calle en una gran avenida conocida como Calle San Francisco.

En 1941 todas las líneas se nacionalizan bajo la gestión de la empresa pública RENFE que abandona el mantenimiento de cauces, comenzando así su eminente deterioro, con grandes pérdidas de agua en distintos puntos y resultando antieconómico su uso.

No sería hasta 1994 cuando los propietarios que regaban sus tierras con este cauce, realizan un nuevo trazado subterráneo con un sifón de entrada junto al túnel del Marchal y con salida en la conocida como pará de la Morera, ya a sol visto. El coste de este trabajo se sufragó pagando todo el material la Junta de Andalucía y la mano de obra los agricultores beneficiarios.

Actualmente su deterioro es lamentable, sirviendo de madriguera a alimañas y otros animales.

Restos de las cananlizaciones bordeando la línea férrea. Colección: Familia Berbel

Cecilio Padilla sobre la fuente del Palacio de Almanzora. Mediados de los años 40. Colección: Familia Padilla