Era una cálida noche de junio de 1910 cuando, en una modesta vivienda del pueblo de Cantoria, nacía un bebé entre sombras y silencios. La casa pertenecía a Manuela Picazos Fiñana, una mujer conocida en la localidad por ser tía del párroco de Taberno, don José López Picazos. Aquella noche, sin embargo, su hogar fue escenario de un hecho que cambiaría varias vidas para siempre.
El parto, que fue atendido en secreto, contó con la presencia del propio párroco, quien no solo presenció el nacimiento, sino que además se hizo cargo de todos los gastos. La madre de la criatura, Encarnación Molina Morcillo, era la criada del cura, una joven que había vivido bajo su techo desempeñando múltiples labores. Los rumores que tiempo atrás circulaban por los alrededores parecían cobrar forma con el llanto de aquel recién nacido.
Sin embargo, la alegría que debería acompañar el nacimiento de un niño, en este caso ya antes de nacer era una gran tragedia. Bajo la decisión del sacerdote, y con el consentimiento de Encarnación, se resolvió abandonar al bebé. Fue la propia tía del cura, Manuela Picazos, quien cumplió la orden: por veinte pesetas, envolvió al recién nacido y lo dejó en la puerta del Ayuntamiento de Fines, como si se tratara de una carga que debía ocultarse.
Al amanecer del 11 de junio de 1910, fue Manuela Martínez, vecina de la villa, quien encontró al bebé. Alarmada y conmovida por la escena, dio la voz de alerta. El caso no tardó en llegar a oídos de la prensa: el Seminario Republicano Radical, en su edición del 11 de junio de 1911, narró con indignación el abandono del pequeño.
La justicia tardó casi un año en pronunciarse, pero finalmente, en mayo de 1911, el Juzgado de Purchena celebró juicio contra los tres implicados. El párroco José López Picazos, su tía Manuela Picazos Fiñana y la madre del niño, Encarnación Molina, fueron condenados a dos meses y un día de arresto menor, además de una multa de 125 pesetas cada uno.
Así quedó sellada una historia que, más allá de su sentencia judicial, dejó una profunda huella en la memoria de la comarca. Un episodio marcado por el poder, la moral, el silencio... y un niño cuyo primer suspiro se escuchó en la clandestinidad.