Las Grandes Inundaciones de finales del siglo XIX
Por Miguel Ángel Alonso Mellado
Las inundaciones
Realmente es una paradoja que en un medio como el almeriense donde las precipitaciones son tan escasas, los excesos del agua ocasionen importantes tragedias. Esa torrencialidad, que se suele dar en los meses de septiembre y octubre va unida a la ausencia de vegetación que retenga la tierra, provocando que la magnitud erosiva y destructiva de las riadas sea mucho mayor.
El valle del Almanzora se encuentra marcado por una constante secular, las inundaciones, que de forma periódica azotan nuestras tierras. Los habitantes del valle siempre han convivido con ese miedo a las avenidas de su río. Entre esos periodos, se aprovecha cada uno de los recursos que el Almanzora ofrece, incluso más, arrebatándole recursos como tierras para hacer los paratos, contruir molinos y alguna que otra fábrica de mármol casi en el mismo cauce. En el tramo de siglo que tratamos se podría hablar de riadas importantes como las de 1814, 1829, 1830, 1871, y las más tristemente conocidas las de 1879, 1888, 1891 y 1900.
1879
La sequía que azotó 1878 presagiaba que el siguiente año iba a ser igual, pero en los primeros días de octubre de 1879, unas nubes aparecieron por las sierras y se mantuvieron varios días, creando alarma entre los vecinos de lo que se podía presagiar, sobre todo en la Tetica Bacares, donde el nublado estaba más condensado. El día 14, un fuerte viento de levante aglomeró aquel imponente nublado en torno a las sierras. A las 2 de la tarde, los truenos y los relámpagos fueron el preludio de una horrorosa tormenta. En la vasta línea que abarcaba la nube, a eso de las 4 de la tarde, el cielo tomó un color verdoso nunca visto, pareciendo que quería descender sobre el valle. Durante toda esa noche siguió lloviendo sin cesar, por lo que el río alimentado por las ramblas, tuvo una crecida de 5 metros y sus aguas se desbordaron en toda la vega. Según me cuenta Lola Oller, se llevó a los molineros del molino de los Albercoques en el Badil, subidos en el atroz en el que se habían refugiado, al entrar las aguas y no contar este con la puerta de escape. A raíz de esta desgracia, se hizo obligada la construcción de esta puerta en todos los molinos de la ribera del Almanzora. Los abuelos de Lola fueron molineros allí a partir de esta riada. La rambla de la Mulería en Cuevas se llevó a más de 40 personas. Tras la creación de una suscripción nacional para aliviar los daños de la riada en el levante español, se enviaron de urgencia a los pueblos una serie de fardos para asistir a los más necesitados, a Cantoria enviaron 2 de ellos por un valor de 1.700 pts. y compuestos por 12 piezas de lienzo, 2 piezas de bayeta, 2 piezas de terliz, 6 piezas de tartán, 6 piezas de patén, 12 pañuelos de mujer, 12 mantas de cama, 4 piezas muletón, 10 docenas de pañuelos de percal, 2 piezas “arabía” para camisas.
Una comisión visitó la comarca para conocer los daños de la comarca, asignándose una serie de ayudas a cada municipio, con esta ayuda se pudo acometer una serie de obras, como en Cantoria para su iglesia, que al estar en obras, entró el agua por el tejado, pues estaba incompleto, además de destrozar algunos zonas de teja ya colocadas. Aunque en un principio iba destinada la ayuda a arreglar un puente arrastrado por la corriente, que unía el pueblo con la vega, pero se decidió que era mejor destinarlo a arreglar los daños del templo.
1888
En las inundaciones del Almanzora del 3 y 6 de septiembre de 1888, los desastres fueron tremendos. En torno a las 8 de la noche del día 6, un estrepitoso bramido del río Almanzora anunció a los vecinos de Cantoria que una gran crecida amenazaba con inundarlos; por lo que huyeron despavoridos hacia la zona alta de la ermita, desde donde pudieron contemplar la magnitud de la avenida, de 12 a 15 metros alcanzaban las aguas del río a la altura de Cantoria y haciendo que todos sus pagos se ocultasen debajo de esa mole de agua turbia. Allí se veía al propietario dando su último adiós a su fortuna, el colono llorando amargamente por el pan con que atender su subsistencia el próximo invierno, y todos, hombres, mujeres y niños, confundían sus lamentos y clamaban pidiendo a Dios misericordia. No fue solamente esto, si no que se hizo mas grande el desconsuelo al escuchar desde el margen opuesto a algunos vecinos pidiendo ayuda, sin que nada se pudiera hacer por ellos. Desaparecieron todos los molinos hidráulicos que había a ambos lados, pereciendo 12 personas que los habitaban, 6 de ellos de la misma familia.
El año pasado estando en casa de Lola Oller, colaboradora a sus 90 años de la revista Piedra Yllora, hija y nieta de molineros, le pregunté por las inundaciones históricas del valle, en concreto por las de 1888, creyendo que no iba a saber nada, pero su respuesta fue, “…cómo no me voy a acordar si estaban mis abuelos en el molino de los albercoques (en el Babil, entre Almanzora y Cantoria) y las aguas le quitaron a mi abuela al bebé de mantilla que llevaba en brazos cuando entraron por una puerta y salieron por la de atrás…”. Otra familia de molineros, compuesta por el marido, esposa y 2 niños pequeños, justo al intentar abandonar el molino, fueron sorprendidos por una crecida del río y le arrebató a los críos que llevaba en brazos el padre, se llevó por delante a la madre, y el cabeza de familia pudo agarrarse a la rama de un granado y salvar su vida. La inundación dejó a Cantoria como inerte, sin poder asimilar lo ocurrido. En cuanto a los daños en sus campos podemos decir que la cosecha de maíz y hortalizas fueron totalmente perdidas; los frutales de las vegas, alamedas y defensas en las márgenes del río, destruidas; las tierras de los pagos, en su mayor parte arrastradas y sustituidas por grandes peñascos y arenales y las restantes de costosa reparación.
El pago contiguo al casco de Cantoria, era una superficie perturbada por fuerzas infernales, en que aparecen confundidos y amontonados fragmentos flagelados de potentes y variados árboles, edificios, maderas, camas, puertas, utensilios de hogar, animales, pañochas, hortalizas, costales de grano y harina, ropas de todos usos, sillas, mesas, grandes moles de piedra, etc.
En lo que respecta al resto del valle, en Bacares la corriente arrasó 17 casas; 5 o 6 en Armuña; en Tíjola también desaparecieron las magníficas posesiones del Marqués de Almanzora en el pago de la Algaida, junto con las del Marqués de Torremarín; en Somontín las aguas destruyeron casi por completo los barrios de Triana, de la Sierra y el del Calvario; en Sierro la granizada del día 6 arrasó la cosecha de uva, árboles y cuantos frutales y semillas había, e incluso el acueducto que surtía de aguas potables a la población desapareció casi en su totalidad. El puente de Overa estaba en construcción y sólo estaban los pilares centrales, pues si hubiera estado finalizado, las aguas hubieran saltado por encima unos cuatro metros, por lo que se replantearon acrecentarlo un poco más.
Ante el desastre, visitaron la comarca, el Ministro de fomento Sr. Canalejas, en una berlina, junto con al Marqués de Almanzora y en otra tirada por 6 fantásticas mulas, el gobernador y los diputados Anglada, La Serna, Bernabé Soler y Toro. La berlina del Ministro cruzó sin más problemas el río, pero la de los diputados estuvo a punto de volcar y tuvo que ser auxiliada por unos 20 vadeadores, que consiguieron rescatarlos de las aguas que aún bajaban bravas. Sorprendió en ese momento que ningún vecino del valle solicitase auxilio económico y todos le reclamaron al Sr. Ministro trabajo ante tal desolación. El marquesado de Almanzora, según los peritos, perdió 2 millones de reales. Canalejas quiso descansar ese día en el palacio de Almanzora y después visitó Albox (en la que se le concedió el nombre de una calle) y Cantoria, no pudiendo seguir más arriba de Purchena por los destrozos en el camino.
1891
Albox estaba protegida desde tiempo inmemorial por una muralla o paredón de defensa, de cal y piedra, de más de 300 m. de largo, 5 metros de alto y un metro y medio de ancho, coronado en la plaza por una gran cruz de mármol blanco con una inscripción del año 1526, desde donde se podía apreciar toda la feraz vega arrebatada poco a poco a la rambla. Esta muralla fue construida en su mayor parte por los dueños de las casas de la calle Álamos (hoy Silvela) que se comprometieron a hacerla siempre que el municipio les autorizase a avanzar sus viviendas hacia la rambla, hasta apoyarlas sobre el mismo muro que trataban de construir y así lo hicieron.
El viernes 11 de septiembre de 1891 amaneció con un cielo cubierto, sin que este espeso velo anunciara la terrible catástrofe que se cernía sobre los habitantes de Albox. Ya entrado el día, aquel cielo ceniciento parecía descender y estrechar ese hermoso y dilatado horizonte, hasta que envueltos casi por la oscuridad y una densa neblina, acompañada de una gran fuerza eléctrica que atronaba los límites de la población, como si quisiera decirles que algo iba a ocurrir. En torno a las 11 de la mañana, comenzó la tormenta con una lluvia torrencial, no conocida ni por los más ancianos, que duró unas 3 horas con cortos y pequeñísimos intervalos de parada. Los más desafortunados que no consiguieron resguardo a tiempo y les sorprendió la tormenta en los caminos con sus caballerías o ganados, se les desplomaban estos, mareados por la falta de oxígeno, dada la inmensa cantidad de agua que caía.
Una magnífica mole de agua turbia y cenagosa se despeñaba con vertiginosa rapidez por el ancho cauce, cubriendo los extensos pagos y huertas, destruyendo maizales, arrollando el arbolado, tronchando alamedas y arrancando de cuajo cortijos enclavados en la rivera. Hasta 6 metros de altura alcanzaron las aguas en la vega y posteriormente hicieron de ariete contra el paredón protector de la población.
Ante la expectación surgida por el caudal de la rambla, los vecinos se agrupaban en la plaza viendo tan colosal espectáculo, hasta que a la dos de la tarde las aguas superaron el muro de defensa con una gran ola que caminaba sobre la ya crecida rambla y un grito desgarrador se escuchó en toda la plaza alertando de la desgracia que les acechaba. La Guardia Civil y los municipales dieron la voz de alarma, avisando a la población para que buscara refugio en los barrios-altos.
La escena era imponente y aterradora, toda la muralla que sobresalía sobre el piso de la plaza fue lanzada como débil pluma contra las fachadas de la iglesia, el mercado de abastos (actual pizzería), la fabulosa casa del farmacéutico José Mª Sánchez Navarro (convento), la de este, una magnífica vivienda de 3 pisos, que por su esmerada construcción y solidez probada en anteriores avenidas, era la esperanza del pueblo; fue envuelta por la impetuosa corriente y hubo momentos en que la esbelta cúpula de su hermoso lucernario quedó oculta en el revuelto torbellino de las cenagosas aguas, junto con las casas del comerciante Tadeo Oller y el concejal José Mª Sánchez Oller (actual Centro Moda), llegando a alcanzar 3 metros de altura las aguas en las calles del centro. Por la extensa brecha abierta en el paredón de defensa se estableció una corriente que destruyendo la “Fonda de Galana” (antiguo bazar de Juansito), se extendió por la calle Álamos, Cruz, Carmen… arrasando toda la zona desde la iglesia hasta plaza Nueva, que era el límite Sur de la población.
El Sr. Rull, periodista del diario de Vélez Rubio “El Fomento”, llegó a Albox esa mañana y decía “… infinidad de criaturas presenciábamos (desde la Loma) tan aterrador espectáculo y no se oían nada más que lamentaciones y desdichas. Era horrible aquel cuadro: el corazón más empedernido tenía que afligirse con la presencia de aquella desolación…”. La autoridad local y muchos particulares, se veían sin descanso acudiendo a los sitios de más peligro, salvando de muerte segura a muchos infelices que queriendo conservar algo de sus hogares se exponían a ser arrebatados por la corriente.
Un total de 8 avenidas castigaron la población desde que la primera lo hiciera a las 2 de la tarde, estas continuaron hasta las 4, con intervalos entre ellas de unos 10 minutos, destruyendo todo el centro de la población.
1900
Esta riada fue especialmente trágica en Albox. Contaba en ese momento una población de 10.000 habitantes y era a su vez el centro comercial de la comarca, a donde acudían gentes del valle y de la sierra de los Filabres en busca de géneros de los comercios de tejidos, ultramarinos, quincalla, etc. Como hemos señalado anteriormente, en 1891 había sufrido una terrible inundación que destruyó la parte baja de la población, situada en torno a la plaza mayor, por lo que gracias a una suscripción nacional se pudo construir un muro de defensa en la rambla que protegiera de una manera más eficaz. En la tarde del 26 de junio de 1900, un cielo plomizo insinuaba que una gran tormenta de verano descargaría poderosamente. En efecto, desde las 7 de la tarde, con gran aparato eléctrico pareció desplomarse el cielo y una oscuridad casi total envolvió el pueblo. Los vecinos ante el aumento de las aguas de la rambla decidieron refugiarse en los barrios altos, ante el desastre que se gestaba. El reciente y flamante muro de defensa con sillería de las canteras de los Marcelinos contaba con una altura de 3,80 m, pero no pudo soportar la gran mole de agua que descendía de las sierras del Saliente y de Oria, también el agua embalsada en la ramblica empezó a entrar por la parte trasera de la plaza, a la vez que las de la rambla lo hacía por el muro. Una vez superados estos obstáculos, el agua campó a sus anchas por la población, destrozando en la iglesia el presbiterio, los bancos, confesionarios e incluso el Cristo tuvo que ser rescatado en una vivienda vecina. Todo el comercio y las 3 farmacias fueron arrasadas, el Hospital de la plaza fue desalojado e instalados los enfermos en el salón de sesiones del ayuntamiento. El puente del ferrocarril de Almanzora fue destruido en su parte central, apareciendo los raíles un poco más abajo (según me cuenta Lola Oller), además de 3600 fanegas de regadío y 6 fallecidos en Albox, entre ellos el molinero Ángel Sáez (bisabuelo de los Sáez "de las almendras"). Al entrar las aguas en la plaza en el negocio de Luis Rodríguez, subió a los hijos menores al mostrador, el pequeño de sólo unos días, lo sujetaba la hermana, pero se le escapó de las manos y cayó a las turbias aguas que remolineaban dentro del local. El padre se arrojó pudiendo rescatarlo, pero al haber tragado agua sucia, el peque tuvo una infección y murió a los 2 días. Luis, en el esfuerzo, sujetándose de un hierro que sobresalía en la tienda para que no se le escapara el bebé, se hizo una herida que se le encangrenó y falleció al tiempo. En la calle Carmen vivía una familia llegada hacía poco tiempo desde Albanchez y el padre, buhonero de profesión, al ver peligrar a la familia salió de la casa con su hija Guillermina de 8 años en brazos, hacia los barrios altos y con la intención de volver a por su esposa y los 2 gemelos de 13 meses; su mujer al ver subir las aguas dentro de la casa no pudo esperar más y decidió salir con los pequeños, pereciendo todos. La esposa apareció aún abrazada al pequeño Alberto atrapada debajo de una higuera a unos metros más abajo, donde está el monumento al arriero y la pequeña apareció en Villaricos.
Efectos de las riadas de finales del siglo XIX. Ruinas del Molino de los Albercoques y los antiguos restos de una fábrica de mármol entre el Marchal y Almanzora. Imágenes: Diego Piñero y Decarrillo
Ilustración de la riada del 11 de septiembre de 1891. Colección: Miguel Ángel Alonso
Imágenes de los distintos muros de protección de la Rambla de Albox que ha tenido a lo largo de us historia. Colección Miguel Ángel Alonso
Grabado de las inundaciones de Cuevas del Almanzora de 1879. Colección: Miguel Ángel Alonso
Daños ocasionados en el puente del ferrocarril sobre la rambla de Albox en Almanzora en las inundaciones de 1900 y construcción de uno provisional
Vista de los cimientos del puente del ferrocarril en la rambla de Albox, sin vías debido a los destrozos causados por la riada del 27 de junio de 1900. Legado: Gustavo Gillman
Construcción del puente provisional de madera sobre los cimientos del puente. Legado: Gustavo Gillman
Panorámica de la prueba de carga sobre el puente provisional. Vista del convoy, compuesto por una locomotora y varios vagones de pasajeros, discurriendo sobre el puente provisional. Legado: Gustavo Gillman
Vista de los cimientos del puente del ferrocarril en la rambla de Albox, sin vías debido a los destrozos causados por la riada del 27 de junio de 1900. Legado: Gustavo Gillman
Construcción del puente provisional de madera sobre los cimientos del puente. Legado: Gustavo Gillman
Panorámica de la prueba de carga sobre el puente provisional. Vista del convoy, compuesto por una locomotora y varios vagones de pasajeros, discurriendo sobre el puente provisional. Legado: Gustavo Gillman
Noticias de Hemeroteca
Inundaciones 1871
El corresponsal de Cantoria narra la catástrofe ocurrida en el Valle del Almanzora y en especial en Cantoria por las lluvias torrenciales del fin de semana del 21 de octubre, que desembocó en una gran inundación amnegando campos, dañando viviendas y arrasando los molinos del margen de los ríos. Dos días de lluvias y aunque empezó a ser moderada, aumentaba paulatinamente conforme pasaba el tiempo, uniendose también un fuerte huracán con tormenta eléctrica.
También se lamenta en estado en que han quedado los campos, primorosamente cultivados y con grandes consechas ya que los meses anteriores habían sigo benévolos con las lluvias, disfrutando de abundante agua el agricultor. En los dos años posteriores las noticias era solicitando ayuda por la fuerte sequía que asoló el valle
La Paz: periódico de noticias, avisos y fomento de la provincia de Murcia. 4 de noviembre de 1871.
Inundaciones 1877
Algunos mayores afirmaron que fue peor que la de 1971, siendo los campesinos y los molineros la que peor parte se llevaron. Hace referencia a un matrimonio de albox que fue a ver la salida de la rambla, no calculando el potencial que podría traer, llevándoselos la corriente, además de varios puentes por todo el almanzora, dejando incomunicado (todavía mas) al valle. Consta un fallecido, una mujer joven que se encontró medio enterrada en las arenas del rio a su paso por Cuevas.
La Paz de Murcia: 7 de julio de 1977
Bibliografía
Miguel Guerrero Montero. 1898: El fin de un siglo de desastres en Almería.
TESTIMONIOS:
Dolores Oller Jiménez.