La Rendición de Granada. Representación artística de Francisco Pradilla. Muestra a Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos.
Los musulmanes entrarían y saldrían de España por la misma causa última: los conflictos internos. En el año 711, las interminables guerras civiles de los visigodos les abrieron las puertas de la península; en 1492 fueron sus propias desavenencias las que acabarían por facilitar su expulsión.
La conquista del valle del Almanzora por los Reyes Católicos en junio de 1488 representa uno de los episodios más ilustrativos de la fase media de la Guerra de Granada (1482–1492). Situado en el extremo oriental del reino nazarí, el valle del Almanzora constituía un corredor natural entre las sierras del interior y la costa mediterránea. Su control era estratégico no solo por razones geográficas y militares, sino también por la densidad de población mudéjar que ocupaba fértiles vegas dedicadas a la agricultura y al comercio regional.
Muley Hacén: vigésimo sultán nazarí de Granada. Su reinado coincidió con el inicio de la gran ofensiva militar emprendida por los Reyes Católicos para reconquistar las últimas posesiones territoriales del reino nazarí. Además fue el ultimo soberano que reinó sobre todo el territorio de Granada. Los que le siguieron, su hermano Al Zagal y su hijo Boabdil, nunca llegaron a ser dueños totales, teniendo que compartir el uno con el otro unas tierras cada vez mas disminuidas ante la conquista castellana
Aixa: Aixa, apodada la Horra (que significa “la Honesta”), fue una de las figuras femeninas más destacadas de la historia de Al-Ándalus. Reina de Granada, esposa del sultán Muley Hacén y madre de Boabdil, Aixa no solo provenía de la familia real nazarí, sino que además poseía un importante patrimonio y un gran prestigio propio. Durante unos veinte años, Aixa fue la sultana consorte de Muley Hacén, con quien tuvo a Boabdil. Pero todo cambió cuando el sultán se enamoró perdidamente de una esclava cristiana llamada Isabel de Solís, quien, al convertirse al islam, adoptó el nombre de Zoraya. La pasión por ella fue tal, que a Aixa se le apartó de la corte y le quitó su título de sultana. Los celos, las intrigas entre Aixa y Zoraya, el temor de Aixa por el futuro de sus hijos, y la desconfianza hacia los planes del sultán la llevaron a actuar. Decidida a asegurar el lugar de Boabdil, Aixa se alió con los poderosos Abencerrajes, una influyente familia aristocrática granadina, y juntos conspiraron para destronar a Muley Hacén y poner en el trono a su hijo.
Zoraya: Isabel de Solís, reina de Granada con el nombre de Zoraya (Estrella del alba)Era una doncella hija del comendador de Martos, Sancho Jiménez de Solís y durante una de las luchas entre los cristianos y musulmanes de Granada, fue cautivada por los nazaríes y llevada a la Alhambra. La leyenda cuenta que era una mujer muy bella y que el rey de Granada, Mulhay Hacén se enamoró locamente de ella. Tras convertirse al Islam y tomar el nombre de Zoraya, contrajo matrimonio con el monarca, que la convirtió en su esposa favorita.
Boabdil: fue el último rey de Granada. Boabdil ascendió al trono en un momento de enorme tensión con tan sólo 23 años, por eso también era conocido como Boabdil el Chico, porque de los tres que guerrearon por el trono de Granada, era con diferencia el menor. Gracias a una conspiración encabezada por su madre Aixa y la familia de los Abencerrajes, Boabdil fue proclamado sultán en contra de su propio padre, Muley Hacén.
El Zagal: era hermano del sultán El Zagal es generalmente considerado como el mejor estratega de las tres personas que se peleaban por el trono. Cuando Muley Hacén fue derrocado por su hijo Boabdil con ayuda de Aixa, su hermano El Zagal se convirtió en una figura clave. Durante la guerra civil que dividía al reino nazarí, El Zagal fue proclamado sultán por parte de la población y combatió tanto contra Boabdil como contra los cristianos. El Zagal fue un líder valiente pero atrapado en el conflicto fratricida con Boabdil. Aunque intentó resistir a los Reyes Católicos con más firmeza que su sobrino, la desunión interna terminó precipitando la caída de Granada.
Los Reyes Católicos: Los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, son una de las parejas más influyentes de la historia de España. Su matrimonio en 1469 unificó de facto los dos principales reinos cristianos de la península ibérica y marcó el inicio de la España moderna. Aunque cada uno gobernó sus respectivos reinos por separado (no había una unificación legal), actuaron políticamente como una unidad, bajo el lema: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”.
Cidi Yahya: Durante la Guerra de Granada (1482–1492), Cidi Yahya fue uno de los muchos nobles musulmanes que optaron por colaborar con los Reyes Católicos, ya fuera por conveniencia política, rivalidades internas o la esperanza de preservar su estatus bajo dominio cristiano. Se le atribuye un papel de mediador y facilitador de la capitulación pacífica de varias plazas importantes. De hecho, gracias a figuras como él, muchos territorios se rindieron sin necesidad de asedio o violencia.
Marqués de Cádiz: Fue uno de los principales capitanes de los Reyes Católicos en la guerra de Granada. Fue uno de los que aconsejaron a los Reyes Católicos que dejaran libre al rey de Granada y le devolvieran su trono para que continuara la guerra civil contra su padre Muley Hacén y su tío el Zagal. Cuando estos dos últimos se unen contra Boabdil, Rodrigo les ataca sin descanso hasta conseguir la huida del Zagal, el más bravo y peligroso de todos los emires de Granada.
Juan Chacón: Un noble y alto cargo de la Corona de Castilla, amigo personal de la reina Isabel, Adelantado mayor del Reino de Murcia por su matrimonio con Luisa Farjardo y comendador en la Orden de Santiago, y padre del futuro I marqués de los Vélez. Participó activamente en la Guerra de Granada. (Para más información)
Pedro Fajardo: I marqués de los Vélez. Participó junto a su padre en la reconquista. Se le concedieron las plazas de Vélez Blanco y Vélez Rubio y fue comprando el resto a los nobles que se les concedieron hasta conformar el señorío de los Vélez en el centro-norte de la provincia de Almería. (Para más información)
El panorama político en el Reino de Granada a finales del siglo XV era caótico y desalentador. El trono estaba envuelto en una encarnizada lucha entre Boabdil, su padre Mulay Hacén y su tío El Zagal, quienes se disputaban el control del decadente reino nazarí. Esta guerra civil dinástica se originó cuando el rey Mulay Hacén decidió favorecer a su concubina cristiana convertida al islam, Zoraya (antes Isabel de Solís), y a los hijos nacidos de esa relación, desplazando a su esposa legítima, Aixa (Aisha al-Horra), y al heredero tradicional, Boabdil.
La reacción no se hizo esperar. Aixa, decidida a proteger los derechos de su hijo, reunió a una facción de nobles y seguidores que respaldaron la causa de Boabdil. Así, Granada se fracturó en dos bandos: los partidarios del joven Boabdil, los leales a Mulay Hacén que más tarde apoyarían a El Zagal, un líder enérgico y con mayor iniciativa militar frente al avance castellano.
Esta división interna encendió una guerra fratricida que consumía al reino nazarí, justo cuando los Reyes Católicos aprovecharon para intensificar su campaña de conquista. Mientras los nazaríes se destruían entre ellos, Castilla ganaba terreno sin oposición unificada. En 1482, Boabdil se autoproclamó sultán en Guadix con el respaldo de su madre y parte de la nobleza. Mulay Hacén fue derrocado y se retiró muriendo al poco tiempo, dejando el poder a su hermano El Zagal. La lucha entonces se centró entre Boabdil y El Zagal, quienes gobernaban territorios divididos: Granada para el primero, Málaga y Almería por el segundo.
Un punto de inflexión llegó en 1483 con la Batalla de Lucena, donde Boabdil pierde casi todo su ejército siendo capturado por tropas cristianas (a partir de ese momento los moros comienzan a llamarle Zogoibi, “el desgraciadillo”) y fue capturado por las tropas cristianas. Lejos de ser el fin, este revés se convirtió en una oportunidad para los Reyes Católicos, quienes le propusieron un trato: lo apoyarían como sultán si aceptaba convertirse en vasallo y colaboraba contra su tío. Sin muchas opciones, Boabdil aceptó. Fue liberado y se dirigió a Vélez Blanco junto a los hermanos Abduladanes, que eran dueños de esa comarca, para reorganizar su ejército. Cosa que fue muy dificultosa porque su pacto con los reyes cristianos le enajenado de las simpatías de los granadinos, que se pasaron al bando de su padre. Entonces lo intentó en Almería, donde tenía el núcleo mas fuerte de partidarios. Fue el Zagal que puso cerco a la ciudad para que su sobrino no pudiera llevar a cabo su cometido. ahora como un peón en manos castellanas.
Aquel acuerdo de Lucena marcó el inicio de varias negociaciones con la Corona. Primero, para mantener su trono bajo tutela cristiana; después, para asegurarse un señorío personal una vez que el reino nazarí cayera completamente en manos de Castilla. El conflicto interno había debilitado tanto al Reino de Granada que su destino ya estaba sellado.
Zoraya o Isabel de Solía, una cristiana convertida que desató la ira de la Sultana Aixa y de su hijo y heredero Boabdil que desembocó en la guerra civil por el control de Granada, a la vez que los reyes Católicos lanzaban su ofensiva.
A comienzos de 1482, la guerra se encendió en la zona occidental del reino, dominada por El Zagal. Desde Setenil hasta Málaga, pasando por Ronda, Loja y Alhama, los castellanos avanzaban implacables. La toma de Vélez-Málaga y, especialmente, la conquista de Málaga en 1487 de la que el Zagal era gobernador desde 1482, aunque costosa y sangrienta, abrió la puerta al avance hacia el este. Sin embargo, la brutalidad de la campaña y la peste que asolaba las tierras ya arrasadas obligaron a los Reyes a replantear su estrategia: buscarían la rendición no por la fuerza, sino por la negociación.
Fue entonces cuando Cidi Yahya, aristócrata y militar hispanoárabe, primo de Boabdil y cuñado de El Zagal, entró en juego. Desde Almería, Yahya lideró las conversaciones con los líderes de la parte oriental del reino —Vera, los Vélez, Almanzora, Almería, Baza y Guadix— para pactar capitulaciones.
En 1488 comenzó la campaña del este. Con un ejército de cuatro mil jinetes y quince mil peones, los Reyes Católicos lanzaron una “guerra de demostración”, diseñada para exhibir poder ante la población nazarí. Pero El Zagal no se quedó de brazos cruzados: desde Cantoria reunió a mil jinetes y diez mil peones para contener el avance cristiano por la frontera murciana, prohibiendo cualquier pacto en la zona. Así, el Valle del Almanzora se convirtió en un nuevo frente clave ya que era fértil, densamente poblado y con un paso natural entre la costa y el interior.
Desde Murcia, el adelantado Pedro Fajardo (futuro marqués de los Vélez), junto a su padre Juan Chacón, lanzó el ataque. Al ver la fuerza castellana, El Zagal desistió de tomar Vera y se retiró a Guadix. La negociación volvió a ponerse en marcha.
El 9 de junio, el marqués de Cádiz comenzó a negociar con los líderes de Vera. A pesar de que muchos de los sectores más radicales ya habían huido con El Zagal, la situación dentro de la fortaleza era tensa y confusa. Al día siguiente, Fernando el Católico estableció su campamento en el Real de Antas y Vera, con un ejército de más de diez mil peones y dos mil lanzas. Desde allí, lanzó su ofensiva diplomática: presión militar combinada con promesas de paz y guarniciones para asegurar el control sin recurrir a largas campañas.
Ese mismo 10 de junio, gracias a la mediación del marqués de Cádiz, el alcalde de Vera se rindió y besó las manos del rey. Por la tarde, los líderes musulmanes de la ciudad entregaron la fortaleza. A continuación, Juan de Benavides, alcaide de Lorca y capitán de la frontera, recibió la fortaleza de Las Cuevas conforme a lo pactado: se rendiría en el mismo momento que Vera.
La capitulación de Vera y Las Cuevas fue un golpe estratégico para los nazaríes. Mojácar siguió el ejemplo y firmó su rendición el 11 de junio, siendo ocupada el día siguiente. Desde el Real de Vera, Fernando mandó requerimientos a más de 40 poblaciones del Valle del Almanzora, Los Filabres, los Vélez y Níjar. En apenas unos días, la mayoría de los alcaides acudieron a prestar obediencia. El 17 de junio, los influyentes hermanos Abduladanes de Vélez-Blanco y Vélez-Rubio se presentaron ante el rey y facilitaron la entrega de sus villas el día 18. Ellos mismos ofrecieron colaborar para entregar otras fortalezas clave como Huéscar, Orce, Galera y Benamaurel.
Sin embargo, no todos acataron la rendición. Purchena y Tabernas, por orden directa de El Zagal, se negaron a capitular, complicando el avance hacia Almería y poniendo a Vera en una posición delicada. El 24 de junio, se intentó un ataque en la Puerta de Pechina, y el 26 quedó claro que Almería no caería fácilmente. No sería hasta 1489 cuando se iniciaría la campaña final desde el Real de Vera hacia esta ciudad.
Después de asegurar Vera, los Reyes Católicos pusieron cerco a Baza, que se rindió el 4 de diciembre de 1489. El rey continuó hacia Purchena (ocupada el 19), cruzó los Filabres y llegó a Tabernas el 20, donde se reunió con la reina Isabel el día 22. El 26, Almería fue finalmente tomada. El Zagal, derrotado, entregó las llaves de la ciudad.
Una curiosidad que ha perdurado en la tradición local es que la reina Isabel habría pasado por Macael, descansando en las famosas canteras que hoy llevan su nombre: “la Cantera de la Reina”. En Tahal, incluso se cree que la reina pernoctó en su castillo y otorgó a la localidad el título de Villa.
Esta pintura representa a Boabdil en la guerra de Lucena por la que fue apresado y obligado a colaborar con los cristianos.
Imagen que representa a El Zagal, pintado sobre 1900
Este documento procedente de la Secretaría de Estado del Archivo de Simancas (R.G.S. III-1501,7) está redactado en 1501. Está escrito en letra cortesana con claro influjo de la letra humanística. Contiene las Capitulaciones de las villas de Cantoria y Partaloa otorgadas por los Reyes Católicos a los musulmanes de estos dos lugares y refrendadas por su secretario, Hernando de Zafra. Lo hemos trascrito y adaptado al castellano actual para su mejor comprensión:
Sus Altezas, don Fernando y doña Isabel, por la gracia de Dios Rey y Reina de Castilla, de León, de Sicilia, de Granada, y porque, según los alguaciles y buenos de las villas de Cantoria y Partaloa, nos es hecha relación de que se quieren convertir a nuestra Santa Fe Católica; y conociendo cuánto de esto nuestro Señor es servido y alabado, y nuestra Santa Fe Católica ensalzada y acrecentada, y vernos liberados de hacerla merced para ahora y para siempre, jamás en el orden y manera que aquí será contenida en esta nuestra disposición:
Primeramente mandamos, y es nuestra merced y voluntad, que todos los dichos vecinos de los lugares de Cantoria y Partaloa que se hayan convertido y se conviertan a nuestra Santa Fe Católica, diezmen y paguen impuestos como los otros cristianos comarcanos de los dichos lugares, y no de otra manera.
Y también, mandamos que todas las cosas concernientes a nuestra justicia y tocantes a ellos, y de todas las demás cosas cualesquiera suyas, sean libradas y determinadas por las leyes y ordenanzas de nuestros reinos y señoríos.
Y también, que les mandamos perdonar las culpas y excesos y otras cosas de cualquier calidad que hayan cometido contra nuestro servicio hasta el día de la fecha de esta nuestra capitulación.
Y también, mandamos que todos los heredamientos destinados para los pobres y cautivos, y reparación de caminos, se gasten y distribuya cada casa de la renta del cobro de los pobres, para los pobres y cautivos cristianos, y lo de los caminos para el reparo de dichos caminos.
Y también, que les mandamos dar legos y sacristanes para que se administre el culto divino y para que muestren a ellos y a sus mujeres e hijos las cosas de nuestra Santa Fe Católica.
Y también, que sea muy bien castigado por nuestras justicias cualquiera que dijere a alguno de ellos o de ellas "moro" o "mora", o "tornadizo" o "tornadiza".
Y también, que tengan sus carniceros y pescaderos como ahora los tienen, matando las carnes según lo hacen los cristianos y no de otra manera. [signo]
Y también, que no sean forzados a que rasguen los vestidos que ahora tienen ellos, sus mujeres e hijos, ni a comprar ni traer otros nuevos.
Y también, que no se les prohíba el baño a los que quisieren bañarse en él, ahora ni en ningún tiempo.
Y también, que todos los documentos, contratos y otras cosas de casamientos que tengan escritos en letra árabe firmados por sus alfaquíes y cadíes, tengan la misma fuerza y vigor como si fuesen otorgados ante nuestros escribanos públicos.
Y también, que no sean forzados a ningún servicio de voz de la fortaleza ni de los adarves ni otras cosas, salvo por sus jornales, como los demás cristianos comarcanos.
Y también, mandamos que ningún caminante vaya a hospedarse a casa de ninguno de los que así se convirtieren contra su voluntad, salvo que se hospede en mesones o en otra casa que los vecinos señalen, so pena de diez mil maravedíes a cada uno que lo contrario hiciere.
Y también, que si alguno de ellos se quiere ir o trasladar a otra parte de nuestros reinos y señoríos donde no haya vecinos cristianos, pueda vender sus haciendas y bienes, y que lo puedan hacer sin impedimento alguno.
Y todo lo cual que dicho es, ordenamos y mandamos, y somos servidos y nos place que se cumpla según lo que aquí se contiene, sin falta alguna. Y por la presente los recibimos bajo nuestro amparo, seguro y defensa real. A los alguaciles y buenos hombres de dichas villas, les ordenamos y mandamos firmemente que ninguno, ni persona alguna, sea osado ni se atreva a contradecir o disminuir lo contenido en este nuestro asiento, so pena de nuestra merced y de aquellas penas y castigos que incurran los que quebranten seguridades, defensa, asiento y capitulaciones.
Dado en la ciudad y otorgado por su Rey y Reina y señores naturales, dado en la ciudad de Granada a cinco días del mes de marzo, año del nacimiento de nuestro Salvador Señor Jesucristo de mil quinientos y un años. Yo, el Rey. Yo, la Reina. Yo, Hernando de Zafra, secretario del Rey y de la Reina nuestra señora, la hice escribir por su mandato: Capitulación para Cantoria y Partaloa.
Documento de las Capitulaciones
Una vez ocupadas las localidades del valle, la Corona procedió a su militarización selectiva: se reforzaron fortalezas, se instalaron destacamentos y se redefinieron límites jurisdiccionales. Las tierras comenzaron a ser adjudicadas a nobles, militares y leales, aunque el proceso de repoblación fue lento y en muchas zonas los mudéjares siguieron siendo la mayoría poblacional.
La incorporación del valle al sistema fiscal castellano y su sometimiento a nuevos modelos judiciales y religiosos marcaron el inicio de una transformación paulatina pero profunda del paisaje humano y social. La presión para abandonar el árabe, adoptar el castellano, y ajustarse a las normas de la fe cristiana provocaría tensiones latentes durante décadas.
Estas entregas no implicaban, de inmediato, la expulsión o conversión de la población. Al contrario: las capitulaciones firmadas con los pueblos garantizaban temporalmente el respeto a la religión, bienes y costumbres de los habitantes mudéjares.
Los actos de entrega de llaves eran ceremonias simbólicas propias del derecho feudal y de la tradición castellana medieval. Representaban la rendición pacífica de una villa o fortaleza, y la aceptación del nuevo soberano.
Estas capitulaciones solían garantizar el respeto a la vida, las propiedades y la religión de los mudéjares, así como cierta autonomía administrativa. No obstante, con el tiempo, muchas de estas garantías serían revocadas, sobre todo tras las políticas de castellanización y cristianización del siglo XVI.
Aunque en apariencia pacífico, este proceso se dio bajo la presión del ejército cristiano, que avanzaba con rapidez por la región. En muchos casos, los líderes musulmanes comprendieron que la rendición era el mal menor ante la superioridad militar castellana y los precedentes de ciudades como Vélez-Málaga o Lucena.
Las capitulaciones solían incluir:
La entrega voluntaria de fortalezas o castillos.
La conservación de la vida, propiedades y religión de los moradores.
La posibilidad de seguir practicando el islam, bajo vigilancia.
La obligación de pagar tributos y obedecer a la corona castellana.
Este modelo de sumisión se conocía como “entrega en fe” y era, en parte, un mecanismo para evitar la destrucción y permitir una transición menos violenta.
Uno de los testimonios más destacados de estas entregas es la representación escultórica de la entrega de llaves de Cantoria en la sillería del coro de la Catedral de Toledo, tallada por Rodrigo Alemán a finales del siglo XV. Allí se muestra a Fernando el Católico recibiendo las llaves de la ciudad por parte de un emisario musulmán arrodillado, imagen que funcionó como propaganda del poder real y de la "reconquista".
Bajorrelieve con la rendición de Cantoria a los Reyes Católicos en la sillería del coro de la catedral de Toledo
Tras la conquista, la población musulmana que permaneció (mudéjares) pudo mantener sus costumbres hasta 1502. A partir de ese año, fueron forzados a convertirse en moriscos o a enfrentarse al exilio.
Así nacieron los moriscos, aunque inicialmente se les permitió conservar su lengua, costumbres y propiedades, respaldados por las capitulaciones reales.
Sin embargo, las promesas no se cumplieron: la población morisca sufrió crecientes restricciones culturales, económicas y religiosas, avivando las tensiones. Las autoridades impusieron prohibiciones como: uso del árabe, vestimenta tradicional, baños, ritos religiosos musulmanes y celebrar el viernes islámico; incluso obligaban a abrir las puertas de las casas en ciertos días para control.
Durante las primeras décadas del siglo XVI, la convivencia con los cristianos viejos fue conflictiva, especialmente por el acceso al agua y la tierra de regadío, esenciales para la economía local. La sociedad cambió drásticamente: llegaron colonos cristianos y se reorganizó la propiedad de la tierra, estableciéndose normas para la repoblación.
Intentos de defensa de sus derechos, como el Memorial de Francisco Núñez Muley en 1566, no surtieron efecto.
En enero de 1567 Felipe II firmó la Pragmática Sanción que prohibía las manifestaciones culturales moriscas, cuyas consecuencias fue el estallido de la Rebelión de las Alpujarras a finales de 1568
En el Valle del Almanzora, incluyendo Cantoria, los moriscos se alzaron: allí hubo incluso enfrentamientos entre facciones moriscas, según el cronista Mármol y Carvajal, un grupo de moriscos de Aben Humeya atacó a moriscos leales en el Peñón Viejo de Cantoria en 1569.
Las tropas reales, bajo el Marqués de los Vélez y luego Don Juan de Austria, sitiaron Cantoria y la tomaron tras intensos combates, incluyendo saqueos de las huertas y fortaleza del Peñón del Lugar Viejo.
Tras la victoria, en 1570 Felipe II decretó deportaciones masivas: unos 950 moriscos fueron expulsados de Cantoria y otros pueblos del Almanzora, realizándose un gran éxodo hacia Vera y otros puntos de Castilla
La Pragmática de octubre de 1572 reguló la dispersión controlada de moriscos por la Corona, con prohibiciones culturales permanentes.
Entre 1572 y 1573, bajo mando de Antonio Medrano, se repobló Cantoria con cristianos viejos y nuevos: cerca de 520 nuevos pobladores, junto a unos 50 cristianos que permanecieron.
El resultado fue una población cristiana de unos 570 habitantes, y el crecimiento de conflictos entre los repobladores, especialmente por los recursos hídricos
Representación de la caída de Almería en la Plaza de España de Sevilla
La conquista del valle del Almanzora en 1488 fue, más que una gran gesta militar, una operación político-estratégica que ejemplifica el modelo de integración territorial preferido por los Reyes Católicos: rápido, negociado y funcional. Aunque inicialmente respetuoso con la pluralidad cultural, este modelo pronto devino en exclusión y represión, especialmente tras las rebeliones moriscas de mediados del siglo XVI.
El valle, convertido en laboratorio de castellanización y catolización, pasó a desempeñar un papel clave en la red de control del sureste peninsular. La conquista, más allá de su dimensión bélica, marcó el inicio de un profundo proceso de transformación social y cultural cuyas consecuencias serían decisivas para la historia del Reino de Granada bajo la Corona de Castilla.
Muchas localidades, al comprender la imposibilidad de resistencia efectiva y atraídas por la promesa de capitulaciones honorables, accedieron a entregarse sin combate. Este fue el caso de Cantoria, cuya rendición, fechada en torno al 14 de junio de 1488, fue representada incluso en la sillería del coro de la Catedral de Toledo, labrada por Rodrigo Alemán entre 1489 y 1495. La imagen muestra a dos emisarios musulmanes entregando simbólicamente las llaves de la plaza al monarca, como gesto de sumisión y aceptación del nuevo orden.
La entrega de llaves como ritual de sumisión se realizó en el Real de Vera donde una delegación de cada población (exceto Mojácar que no acudió) integrada por notables moriscos (alfaquíes, jefes de aljama o militares locales) acudió al campamento real portando las llaves de la villa o de su castillo. Se entregaron en mano al rey como señal de sumisión, fidelidad y aceptación de la soberanía castellana, reforzando el discurso triunfalista que asociaba la monarquía con la restauración del orden cristiano en la península.
La etapa morisca en Cantoria marca un tránsito dramático: de una relativa autonomía tras 1502, a una escalada de represión cultural y económico-social que culminó en la rebelión morisca entre 1568 y 1570. La respuesta militar selectiva, pero fuerte, y la dispersión organizada de moriscos transformaron radicalmente su paisaje humano y productivo. La segunda repoblación cristiana redefinió Cantoria de forma irreversible, generando tensiones internas que perdurarían siglos. Un episodio que refleja la complejidad de la homogenización cultural impulsada por la Monarquía Hispánica.
Representación de la entrega de llaves y el simbolismo que ello conllevaba.
TAPIA J.A. Breve Historia de Almería. Edita: Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería. Año: 1972.
MOLINA MURCIA, Antonio. Revista Cultural de Cantoria Piedra Yllora. Nº 2, año 2007.
https://www.diariodealmeria.es/provincia/junio-toma-Vera-Reyes-Catolicos_0_1581444108.html
https://jleonsanchez.blogspot.com/2014/12/los-reyes-catolicos-en-valle-del.html
https://www.cardenalbelluga.es/milenio1/boabdil.html
https://revistacentinela.es/la-toma-granada-fue-cinco-siglos-despues-escuece-tantos/
Abū ul-Ḥasan ‘Alī ibn Sa‘ad fue penúltimo sultán del Reino nazarí de Granada, llamado Mulay Hasan o, por los cristianos, Muley Hacén o Mulhacén. El pico Mulhacén, el punto más alto de la península ibérica, fue denominado así por este sultán granadino.
Litografía "Aixa, Sultana de Granada" madre de Boabdil. Aisha bint Muhammad ibn al-Ahmar (siglo XV), reina de Granada, apodada Aisha al-Hurra (la honesta). Es conocida en la tradición española como Aixa. Era hija del rey Mohamed IX y esposa del rey Muley Hacén. Con la ayuda de los Abencerrajes, conspiró para poner a su hijo Boabdil en el trono. Fue considerada el alma de la resistencia contra los Reyes Católicos.
Dibujo de El Zagal con sus trofeos de guerra. El Zagal es generalmente considerado como el mejor estratega de las tres personas que se peleaban por el trono. Luchó mientras tuvo fuerzas y mientras creyó que su brazo podía servir para defender a los suyos a abatir a los enemigos. Cuando se supo definitivamente vencido, se fue de Granada, de su reino.