Las Edades del Hombre

INFANCIA

NACIMIENTO: Hasta hace unos 30 años en que los niños nacen en el Hospital, antes, lo normal es que nacieran en casa con ayuda de una comadrona o el médico y de las vecinas que hacían de ayudantes. El número de hijos que se solían tener por familia eran unos 5 o 6 ya que la mortalidad infantil era alta por lo precaria que era la medicina en esos tiempos, siendo las causas mas frecuentes una Bronquitis, Neumonía, Apendicitis, Meningitis…

ALIMENTACIÓN: los regalos que recibía el bebé eran escasos, básicamente comida, en una época de tanta escasez era el mejor de los presentes. A los niños se les empezaba a alimentar con la leche materna hasta que por si solo la rechazara. A los cuatro o cinco meses la madre le preparaba las papillas (harina tostada con aceite, leche y azúcar), también era normal que se le diera garbanzos torrados masticados. Y a partir de los siete u ocho meses se añadía a la dieta pan, verduras, carne, etc., hasta conseguir poco a poco darle la misma alimentación que al resto de la familia.

EL BAUTIZO: se bautizaba casi inmediatamente después de nacer, pues no se podía sacar al bebé a la calle sin cristianizar. Se les ponía el nombre de los abuelos o bisabuelos fuese el que fuese. Las mujeres después de parir, la primera salida que hacían era obligatoriamente a Misa.

EL COLEGIO: A la escuela no asistían todos los niños porque tenían que ayudar en casa y en el campo, y los pocos que lo hacían era a partir de los seis años. Allí aprendían a leer, a escribir y las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar y dividir) porque los maestros en su mayoría, tampoco sabían demasiado.

COMUNIÓN: La primera comunión se hacía a la edad de los siete años, este sacramento era obligatorio en una sociedad monopolizada en todos los aspectos sociales, políticos y culturales por la religión cristiana. Los niños eran preparados unos meses antes por las catequistas y el cura, quienes les enseñaban el catecismo, oraciones y los mandamientos. Los niños iban vestidos con la mejor ropa de la que disponían que no era mucha. La celebración tenía lugar los meses de mayo o junio y se ceñía al acto religioso. Si se celebraba era sólo con la familia en casa.

JUEGOS: Los niños, después de terminar sus quehaceres, se divertían jugando al pilla-pilla, al chinche monete o juego de los caballitos, a las tánganas (juego con piedras similar a la actual pentanca), a la peonza, a las bolas (canicas), al aro, al diábolo, al trompo, a las cajas tiradas con cuerdas, etc. Las niñas jugaban a la rayuela, a las casicas, a la comba, o también pasaban su tiempo libre aprendiendo a coser, bordar y hacer ganchillo. Esas veladas eran amenizadas con canciones populares, coplas, coplillas, romances, etc. Estos juegos se practicaban en las calles del pueblo donde apenas se veían algún coche. Los juguetes llegaron más tarde, caballos y muñecas de cartón, coches de latón, etc., pero eran para los niños con más posibles.

ENFERMEDADES Y EPIDEMIAS: La mayoría de las enfermedades se hacían frente con remedios caseros porque la medicina era muy precaria. Por ejemplo, para bajar la fiebre se aplicaban paños humedecidos por todo el cuerpo. Las vacunas eran escasas, y cuando una epidemia llegaba, el contagio era muy rápido, como la sarampión (ponían un trapo rojo en el cuerpo), paperas, palluelas (varicela), dolor de oídos (utilizaba para su curación gotas de leche materna o aceite de oliva). Además muchos niños padecían raquitismo por una mala alimentación. Otra enfermedad mortal era la tuberculosis. Después de la Guerra Civil, se produce una gran epidemia de peste, por la que murieron muchas personas, incluso familias enteras.

A lo anterior hay que añadir las plagas de piojos, chinches y pulgas que al no haber insecticidas causaban verdaderos problemas. Para los piojos se ponía un trapo negro para despiojar con una liendrera o peine espeso, para los chinches y las pulgas con agua caliente ya que la limpieza de las casas para eliminar las larvas de estos parásitos era difícil cuando se convivía con los animales, foco de la plaga en la misma casa o cortijo.

VESTIR: Los únicos que estrenaban ropa eran los hermanos mayores, después la heredaban los más pequeños. Esta se componía de un par de mudas para diario y una para los Domingos y festivos. Era normal que las madres lavaban de noche la ropa para poder ponérsela al día siguiente, además eran expertas en el arte de zurcir y remedar los rotos y descosidos. Igual pasaba con los zapatos, que se tenían un par para festivos y unas alpargatas para diario. Compartir era lo normal, hasta la cama con algún hermano.

Infancia. El niño Juan Menchón Castellanos. Como curiosidad, las ropas del peque estaban cofeccionadas con las cortinas de terciopelo del palacio de Almanzora. Colección: Rosa Menchón

Juegos. Colección: Manuel Alcázar

Comunión. Colección: Diego Piñero

Altar del Corpus en la escaleras del Convento. Colección: Juan Ignacio Jiménez

JUVENTUD Y NOVIAZGO

BUSCAR PAREJA: El matrimonio era el ritual más importante en la vida de los ciudadanos, porque una persona soltera no tenía la misma consideración.

Existían varios juegos o entretenimientos a la hora de encontrar novio/a.: uno de ellos era “echar los años” que consistía en una reunión de gente joven la última noche del año; y lo que se pretendía era adivinar lo que el año nuevo les tenía reservado en el asunto de amores, lo cual no era más que una excusa para pasar un rato agradable y divertido. Esta reunión tenía lugar principalmente en casa de muchachas casaderas, donde acudían los jóvenes esperando que la fortuna les fuese propicia.

El juego consistía en escribir en un pequeño trozo de papel los nombres de los jóvenes en edad de merecer, aunque no estuviesen presentes. Además, para hacer el juego mas divertido, se escribían nombres de objetos de marcado carácter femenino o masculino, como “la orza de aceite”, “el cerro castillo”, etc. Con la misma intención se incluían también nombres de viudos y viudas de la vecindad. Era corriente que la presencia masculina fuese menor, por lo que algunas chicas se quedaban sin pareja, lo que significaba que ese año estarían “viudas”.

Pero lo fundamental de al diversión era componer los adagios. Para ello siempre se contaba con la inspiración de algún aficionado que los iba improvisando. Ya escritos los nombres y los adagios, se doblaban los papeles convenientemente para que no se reconociesen ninguno y se depositaban en distintos recipientes. El juego empezaba al entrar el nuevo año. Una mano inocente iba uniendo al azar dos nombres relacionados además por su adagio correspondiente.

 

Quisiera ser alfarera

De tu alfarería,

Para hacerte una orza a tu “medida”

 

Si tenemos dinero,

Nos casaremos en enero.

 

A las patas arriba

Llevas un lagarto,

Si no quieres que fume,

Cierra el estanco.

 

¡Ay que te lo vi!

Por un agujero

Que tenía el mandil.

 

Otra forma de encontrar novio era “echar las pencas”. Que consistía en que la noche de San Juan, se cogían flores de un determinado tipo de cardo y se quemaban, asignando a cada flor un nombre y dejándolas toda la noche al sereno.

Se esperaba con ansiedad la mañana siguiente para ver que pencas habían vuelto a florecer, a pesar de haber sido quemadas, lo cual indicaba que se gozaba del cariño de la persona por la cual se había quemado la flor.

CORTEJO: Era costumbre que el pretendiente fuera con dos testigos a casa de la amada y dejaba el “gayao” en un rincón del comedor diciendo: “planto porras en cas, ¿casa o no casa?”. Al día siguiente volvía y si el gayao seguía en su sitio, es que era admitido; si no, la porra estaba en otro lugar. Siguiendo con la tradición del cortejo, hasta hace poco tiempo existía la costumbre de que el Sábado de Gloria los mozos pusiesen ramos de flores y a hasta dulces en la ventana de las chicas a las que pretendían, y los vigilasen hasta el día siguiente, para evitar verse burlados por otros y que robasen los regalos o los cambiasen por otros menos agradables. También colocaban en las ventanas y tejados muñecos de trapo rellenos de paja, a veces a tamaño natural, llamados “tasajos”, que no eran muy agradables. También dejaban frases en las paredes que dependía de si el amor era correspondido o no. Sabiendo esto, la madre salía bien temprano a borrar el mensaje si éste no era de su agrado, antes de que pasara la procesión de San Juanillo.

NOVIOS: Cuando una pareja estaba ya formalizada, se encontraba en la plaza del pueblo o bien el novio visitaba a la novia en su casa a una hora determinada, acompañados en todo momento por algún familiar para que no se pudiesen ni rozar. Al matrimonio tenía que llegar la mujer virgen. La pareja siempre se buscaba de la misma posición social o de una posición superior, aunque era lo menos común.

Unas semanas antes de la celebración se ponían en la iglesia las llamadas “amonestaciones”, que consistían en que el cura anunciaba en la puerta el enlace con el nombre de los novios durante un tiempo, para que la gente que tuviera algo que alegar lo pudiese hacer.

Normalmente lo que se aportaba al matrimonio debía ser equitativo. La novia aportaba el ajuar (vajilla, toallas, sábanas, etc.), que preparaba desde muy joven, y el novio, las tierras que sus padres les podían dejar. Los padrinos eran el padre de la novia, y la madre del novio y tenían un papel fundamental en la ceremonia.

Grupo de amigas en la Feria de Cantoria. Colección: Lola Cazorla

Juventud. Colección: Manuel Alcázar

Noviazgo. Colección: Manuel Alcázar

BODA

Unos días antes de la boda el padre tenía que dar la bendición a los novios. Los regalos eran sencillos, principalmente cosas para el hogar. La boda podía ser de madrugada, mañana o tarde. El vestido podía ser blanco o negro. La celebración se llevaba a cabo en la cosa de la novia o en algún local como los cines de verano. En las casas mejor situadas se hacía para comer carne, arroz y de postre los dulces típicos de Cantoria. Después de la comida, el baile. Al día siguiente se hacía la tornaboda, esta vez en la casa del novio.

En las que no disponían de tantos recursos se agasajaba con dulces y frutos secos. Y si no había nada de dinero, solo quedaba lo de “llevarse a la novia” a escondidas. El novio se llevaba a la novia fuera del pueblo durante unos días y cuando regresaban ya eran considerados marido y mujer. Cuando se casaban lo hacían en la sacristía y no en el altar.

El adulterio no estaba bien visto por la sociedad, y peor si era la mujer. El divorcio no estaba legalizado, aunque existían separaciones entre las parejas.

LA CENCERRADA: era tradición cuando alguno de los novios era viudo. Estos procuraban mantener en secreto el día de la boda, e incluso se casaban de madrugada para evitar la cencerrada. A pesar de estas precauciones, siempre había alguien que se enteraba y hacía correr la voz. Era casi inevitable que en la noche de bodas alguna cuadrilla dieran la temida “serenata”, con canciones maliciosas y acompañándose de toda clase de instrumentos ruidosos: latas, cacerolas, tapaderas, cencerros, etc.

Boda  de María Miras y Miguel Martínez. Colección: Familia Martínez Miras

Boda de Pedro Antonio López y María Martínez en la iglesia de Almanzora en 1966. Colección: Pedro López

MUERTE

PREVIO: Cuando el enfermo estaba terminal, lo visitaba el cura con un monaguillo tocando la campanilla para confesarlo y darle la extremaunción. Una vez muerto, los familiares preparaban la habitación para el velatorio, quitando muebles, poniendo sillas y tapando los espejos con telas o sábanas para que no se reflejase la imagen del difunto. Se amortajaba con el mejor traje que tenía. La noticia se hacía saber al pueblo, mediante un toque de campanas (ocho campanadas para la mujer y nueve para el hombre).

CEREMONIA: El féretro se llevaba a la iglesia a hombros de los hombres de la familia o amigos. Detrás, la familia, vecinos y demás allegados. Al finalizar la misa se daba el pésame en la puerta de la iglesia. A continuación, el cortejo fúnebre se dirigía al cementerio pero sólo con hombres porque las mujeres estaba mal visto que fueran al camposanto. El cura era el que sacaba al difunto de su casa, y después de misa lo despedía al final de la calle Romero de camino al cementerio. 

ENTIERRO: en el entierro también había clases, a los de dinero se enterraba panteones subterráneos siempre con los pies mirando a hacia la puerta y a los demás en la tierra directamente.

En honor al muerto se rezaba el rosario durante nueve noches y a los nueve días se celebraba una misa, otra al mes y otra al año. Se les encendían mariposas (velas de aceite) en su memoria. Allí acudían las vecinas y rezaban por el alma del difunto. Cuando se estaba de luto, no se asistía a fiestas y si se escribían o mandaban cartas llevaban ribetes negros. El luto duraba años y a veces se enlazaba uno con otro. El hombre se ponía un brazalete negro en el brazo izquierdo y la mujer un vestido negro con medias y velo.

Muerte. Entierro de Pedro Llamas en 1962. Colección: Pedro M. Llamas

Entierro de Julio Martínez Molina en 1958. Colección: Maruja Gilabert