El Lavadero del Terrero
Por Andrés Carrillo Miras
Por Andrés Carrillo Miras
Durante la República, Cantoria se enfrentaba a graves problemas. El paro azotaba con fuerza y, como si fuera poco, el pueblo ni siquiera contaba con agua potable. No existía un sistema público de abastecimiento, por lo que los vecinos debían recorrer más de seis kilómetros hasta unos pequeños manantiales al otro lado del río. Estos nacimientos, además de estar lejos, eran de propiedad privada, así que había que pagar por cada cántaro.
Era urgente dotar al casco urbano de varias fuentes públicas. Por eso, el Ayuntamiento elevó una petición al Ministerio de Obras Públicas solicitando con carácter de extrema necesidad la ejecución de un proyecto para traer agua al pueblo. La obra requería atravesar el río a suficiente profundidad para que las crecidas periódicas no dañaran la infraestructura.
Pero ese no era el único déficit. Cantoria tampoco contaba con un lavadero público. Las mujeres del pueblo, lavanderas incluidas, tenían que bajar al río o buscar alguna acequia cercana que llevase agua en ese momento para lavar la ropa. Ante la falta de medios, el Ayuntamiento se ofreció a ceder al Ministerio de Obras Públicas un terreno a la entrada del pueblo en un paraje conocido como el Terrero, con el fin de construir la ansiada obra. Así quedó reflejado en una solicitud enviada a finales de abril de 1936.
La respuesta no tardó en llegar. El 10 de junio, el Ministerio, a través del secretario de la Junta Nacional, comunicó la concesión de una subvención de 40.000 pesetas, destinada a la construcción urgente del lavadero y también de un mercado de abastos. Esta buena noticia quedó registrada en el libro de Actas del pleno municipal, donde se destaca la valiosa mediación de don Eduardo Cortés, vecino de Cantoria, propietario del histórico Huerto del Administrador y secretario de Augusto Barcia Trelles, entonces presidente del Consejo de Ministros.
Pese al levantamiento militar que estalló poco después, los fondos llegaron en agosto y las obras comenzaron de inmediato. Gracias a ellas, se generaron numerosos puestos de trabajo que aliviaron la difícil situación de muchas familias. Además, ofrecieron una salida laboral digna a muchos desempleados, evitando que la desesperación los empujara a alistarse a emigrar a América o lo que era peor, alistarse en el ejército y afrontar un destino incierto.
Recreación del antiguo oficio de lavanderas tras las obras realizadas en el lavadero en 2025. Colección: Decarrillo
El lavadero a finales de la década de los 90 del siglo pasado. Colección: Eva Martínez
El lavadero a principios de 1990. Colección: Mari Felix González
Reforma integral del lavadero. Colección: Decarrillo