Carmen Gilabert Gavilán la Turca
Por Antonio Fiñana Granero
Carmen Gilabert Gavilán (1922-2005)
Si tenemos que poner algún ejemplo de mujer emprendedora y gran empresaria, esa era Carmen la turca, que regentó un taller de costura durante casi 50 años. Siendo la maestra de casi todas las costureras de Cantoria durante más de medio siglo. Empezó su andadura profesional una vez terminada la Guerra Civil, donde marchó a Barcelona a estudiar corte y confección en la Escuela Sistema Martí, Institut Central de Patronatge, Tall i Confecció. Este título le habilitó para ser profesora de costura. Una vez finalizados sus estudios se estableció en Cantoria donde llegó a ser la modista, diseñadora y costurera de toda la élite de la cuenca del Almanzora, desde Serón hasta Huércal Overa. Su buen hacer iba acorde con sus precios, por lo que sólo se lo podían permitir las señoras con desahogados recursos económicos. Además de que llegó a ser sinónimo de prestigio llevar una de sus prendas.
Carmen fue una adelantada a su tiempo con mucha visión de futuro, y para su labor veía imprescindible tener una autonomía, como la que le podía dar el contar con el carnet de conducir y vehículo propio, algo poco común en una mujer en esa época. No tenía reparos en coger su coche y trasladarse a cualquier ciudad, bien porque había feria de moda o porque alguna clienta importante la requería. Por eso viajaba varias veces al año a Granada, Madrid y Barcelona.
Tenía mucho gusto para diseñar y elegir telas, teniendo como proveedores a las mejores casas textiles del país, principalmente las de Barcelona y Alcoy.
En su taller aprendían y trabajaban muchas mujeres de Cantoria y Almanzora que solían rotar al cabo de un tiempo, ya que el sueldo era más bien escaso, aunque algunas se daban por pagadas por el aprendizaje o algún patrón o vestido que se hacían con las telas que Carmen le proporcionaba.
Era un taller donde siempre faltaban horas, sobre todo en las vísperas de las fiestas de los pueblos o en alguna boda o acontecimiento importante. Era normal que se quedara durmiendo a altas horas de la madrugada en la mesa de corte con las tijeras en mano ocasionando algún que otro percance, que luego remendaba con un pliegue, o adorno que se inventaba sobre la marcha, creando hasta tendencia, vendiéndolo como que lo había visto a una famosa en alguna revista. Sus modelos eran exclusivos, pero exclusivos en cada pueblo, porque de un mismo modelo sólo hacía uno para cada lugar. El problema era cuando al acontecimiento coincidían gentes de varios sitios... Ninguna clienta tuvo nunca queja de un trabajo mal hecho o que no se le pudo realizar. Era tan ingeniosa y con tantos recursos que siempre tenía una solución.
Su especialidad eran los vestidos de novia, que llegó a copiar los modelos de los grandes diseñadores de Francia e Italia con sólo verlos en fotos con tal perfección, que hubieran pasados por auténticos, realizando también los complementos como los tocados.
En sus viajes siempre llevaba su bloc y lápiz en el bolso, paseando en sus ratos libres por las mejores boutiques de Barcelona y Madrid con lápiz en mano para captar las últimas tendencias, que se mostraban en los escaparates y que luego trasladado a estos pueblos, era un vendaval de modernidad. Un ejemplo eran los escotes, obsesión tenía por ellos, que algunas veces trajo más de un disgusto, como el caso de una novia que el cura no dejó entrar a la iglesia hasta que no se tapara. Tuvieron que buscar un pañuelo blanco para continuar con la ceremonia. Ahora, el vestido, una preciosidad, como el de las actrices de Hollywood.
Carmen estaba casada con Ramón Balazote, un hombre inteligente, educado y trabajador que regentaba un taller de mármol. Muchas veces se pasaba semanas sin aparecer por tu trabajo porque tenía que ayudar a su mujer, cuyo negocio era mucho más rentable que el suyo. Murió a causa de un cáncer a una edad temprana. Tuvieron 3 hijos que les inculcó el espíritu empresarial y de sacrificio desde chicos, uno de ellos es gerente de la SEAT en Almería, otro es empresario hostelero en Barcelona y la única chica, profesora de matemáticas en Cádiz. Carmen murió en 2005 con 83 años.
Carmen la Turca. Colección: Juana Sánchez
Carmen con su marido Ramón, su cuñada Patro y su hermano Juan Pedro. Colección: Pedro Gilabert
Testimonio: Antonia García la Remista
Entré en el taller de Carmen como aprendiz a los 14 años, aunque no me desagradaba el oficio, también es verdad que las posibilidades del pueblo en aquella época no eran muchas, y menos si eras mujer. El día que mi padre me llevó por primera vez no se me borrará de la mente las palabras que le dijo a Carmen “Si la niña no se porta bien dale un coscozón”.
Coincidí con su cuñada Patro, con María Dolores, mujer de Miguel del Arroyo, con Juana Sánchez, hija de Enriqueta del barrio, con Cristina Mora, madre de las mellizas, Dolores, la mujer de Bastián, con Paqui, casada con Martín el miserias, entre otras.
Carmen era una mujer muy valiente, inteligente, trabajadora, una verdadera empresaria. De ahí lo de pagar poco (a - coste + mayor beneficio). A pesar de eso, yo la recuerdo con cariño y con el paso del tiempo los buenos momentos que pasamos en el taller prevalecen a las sombras que pudiera rondar al personaje.
El tiempo iba pasando y yo me manejaba cada ver con mayor soltura, por eso iba dando más responsabilidades, como hacer algunos pedidos, tratar con proveedores e incluso de confidente en el terreno personal.
Todavía recuerdo las risas con sus ocurrencias, como engalanaba en bonitas palabras a sus clientas, como las convencía llevándolas a su terreno, ese escáner que tenía para repasar de arriba abajo a todo aquel que pasaba por su puerta. Y como en cualquier empresa, a veces, se producían accidentes, ya fuera un descuido con la plancha o que la tijera andaba demasiado suelta ese día. Aparte de la correspondiente bronca, no recuerdo que ninguna clienta se quedara sin la prenda. Era tan ingeniosa y con tantos recursos que siempre tenía una solución. Además, le vendía el cambio como que lo había visto en una revista, en el escaparte de una boutique de un afamado diseñador. Y las clientas tan contentas por el detalle de esa personalización exclusiva. Lo que son las cosas, si hubieran sabido que había sido fruto de un desaguisado…. Esos momentos que no tenían precio y que volvería a vivir una y mil veces, aunque como he dicho antes, no por el tema económico.
Se atrevía con trajes de novia y eran muy bonitos y originales. Los hacía con tocado y demás complementos como el que me hizo para mi boda. Cuando me casé ya no estaba en el taller, pero quiso especialmente hacerme el traje. Me dijo que solo me cobraría la tela, pero como yo sabía lo que valían las telas... Si es que la conocía como si fuese mi madre.
Su confianza en mí fue en aumento, y en una ocasión la invitaron a un desfile de modelos importante en Barcelona, y me pidió que la acompañara. Yo le dije que no sabía si mi padre me dejaría y que no tenía ropa para eso. Lo de mi padre no le llevó más de un minuto y lo de mi ropa los solucionó cogiendo una tela que tenía muy moderna y bonita. Hicimos un vestido largo, sencillo pero muy elegante. No paraba de decirme que estaba guapa -“Ya verás cómo te preguntan que qué modisto te lo ha hecho”.
Toda esa ilusión se quedó en nada. Se complicó la enfermedad de Ramón y no pudimos ir.
Continuando con las anécdotas, os cuento la que me pasó un verano que nos invitó a su chalet de Terreros. No los recuerdo a todos, pero estaba su cuñada Patro con sus hijos, su sobrino Jacinto de Castejón, su primo José el Conejo, los hijos de Carmen entre otros. Para comer hicimos carne y huevos fritos. A mí me tocó llevar los platos a la mesa. En uno de los viajes, me dice Jacinto "Mari échame sal en los huevos". Ni corta ni perezosa, me voy a por la sal, y al volver, estaban todos muertos de la risa. Yo no lo había pillado, aunque no me lo dijo con intención, solo que como éramos tantos, los de él no habían visto la sal. Las risas duraron meses y meses.
Antonia y Carmen en el taller. Colección: Antonia García
Boda de Antonia la Remista, donde tanto el traje como el tocado son obra de Carmen. Colección: Antonia García
El taller de Carmen en imágenes
En el interior del taller. Colección: Loli Orozco
Las modistas en la puerta del taller. Colección: Marilou Carreño
Taller de Carmen en la década de los 50. Colección: Víctor Picazos
Una imagen de su cuñada Patro en el taller en el que tantos años trabajó. Colección: Pedro Gilabert
Boda de Juan Pedro, el hermano de Carmen con Patro Pedrosa. Colección: familia Gilabert
Muchas veces eran las propias aprendices del taller las que hacían de maniquies. En esta imagen Marilou Carreño. Colección: Marilou Carreño
Maruja Jiménez el día de su boda con un traje echo en el taller. Colección: Marilou Carreño
Exposición "Como hemos cambiado"
En el verano de 2021 un grupo de antiguas aprendices se volvieron a juntar de nuevo para recrear esta escena del taller de Carmen, para la exposición organizada por el Centro Guadalinfo en la Casa de Cultura. En la imagen Maria Blasa Sánchez, Inés Piñero, Juana Sánchez, María Dolores Jiménez, Antonia Masegosa. Colección: Ines Piñero
Testimonios:
Juana Sánchez
Antonio Fiñana
Encarnita Jiménez
Antonia García
Inés Piñero