Juan Jiménez Tijeras

Por la Familia Jiménez

Juan Tijeras

Juan Jiménez Tijeras, que ese es su nombre completo, nació el 11 de Febrero de 1907 en Cantoria. Hijo de Domingo Jiménez Picazos y de Encarnación Tijeras Martínez.

Todos lo conocemos como Juan Tijeras, porque tomó el apellido de su madre que murió con 22 años, a los tres meses de nacer él. Juan Tijeras, a pesar de no haberla conocido, siempre la añoró y decidió adoptar su apellido.

A principios del siglo XX, la escolarización de los niños era muy deficiente y como tantos otros, el pequeño Juan tuvo una infancia más bien corta, sin la educación primaria necesaria. Aprendió a leer y escribir por sus propios medios, con ese afán innato de saber que le marcó para toda su vida.

Su padre se volvió a casar con Juliana Pérez García y del nuevo matrimonio nacieron cuatro hijos, Antonio, María, Pedro e Isabel. A Pedro, muchos lo hemos conocido como Pedro el chinel.

Como eran tiempos difíciles, abandonó la escuela y desde muy joven aprendió el oficio de carpintero en el taller de su padre. Transcurrido un tiempo, con sólo 15 años y debido a que su padre enfermó, tuvo que hacerse cargo del negocio y de toda la familia.

Su juventud la pasó trabajando duro para sacar a todos adelante, pero no le importaba porque tenía una luz que le iluminaba y alegraba la vida. Era su Trini, como él le llamaba. Juan y Trinidad Jiménez García se pusieron novios (como él decía) desde muy jovencitos.

En edad militar, se incorporó a filas para la defensa fronteriza con Marruecos, el día 10 de Noviembre de 1928 en el regimiento de Infantería de Serrallo nº 69 de guarnición en Ceuta y pasó, el día 1º de Julio de 1929, al Batallón de Cazadores de Madrid nº2 de guarnición en Tetuán, donde unos años atrás había asediado la ciudad el berebere Abd El Krim. Se licenció el día 20 de Marzo de 1930. En 1934 es nombrado Fiscal Municipal de Cantoria.

Trini y Juan, después de 14 años de noviazgo, se casaron por lo civil el 30 de Septiembre de 1936 en plena guerra civil. Por el contrario, ese año fue triste para Juan, ya que su padre murió a los 57 años aquejado de un cáncer de pulmón.

Tras su boda, también se hizo cargo de la familia de su mujer: suegra, cuñada y sobrinos, a los que consideró siempre como de la suya. De esta unión nacieron tres hijas, la primera y única que sobrevivió fue Encarnita.

De nuevo tuvo que incorporarse a filas, esta vez movilizado por el Gobierno de la República el día 20 de Abril del 38, por estar nuestro pueblo en territorio “rojo”. Fue herido de metralla en la cabeza el 7 de septiembre de ese mismo año en el frente de Levante. En el mismo frente que perdió la vida su hermano Antonio, a penas un mes después el día 9 de Octubre.

Gracias a D. Eduardo Cortés, que lo encontró en el frente mal herido y lo pudo trasladar a un hospital de Murcia, no corrió la misma suerte de su hermano.

Don Eduardo, uno de los antiguos dueños del huerto “El Administrador”, mantuvo una relación entrañable con Juan Tijeras durante toda su vida. Se conocieron cuando a la llegada de cada verano, Juan reparaba por encargo los desperfectos de la casa del huerto, a partir de entonces empezó a forjarse una buena amistad, que se reforzaría con la providencial anécdota de haberle salvado la vida en el frente.

Transcurrió así una vida de entrega a su familia, hijos y nietos, hasta que el 12 de abril, en vísperas de la Semana Santa de 1984, su corazón, tan grande como él, dejó de latir a media mañana.

Hasta aquí, no habría nada de extraordinario pues como él, hubo muchas mujeres y hombres que pasaron por las mismas circunstancias en esa época tan difícil que les tocó. Sin embargo, los que tuvimos la inmensa suerte de conocerlo, podríamos aportar una o varias razones para afirmar que Juan Tijeras fue un hombre extraordinario.

Juan Tijeras, se fue sin pedir permiso como lo hacen las golondrinas al llegar el invierno, porque como él, dejan finalizada su misión en la arista de una cornisa y vuelan tranquilas. La misión de Juan Tijeras, que dejó resuelta con creces antes de su muerte no era otra que hacer felices a sus vecinos, acudiendo cada vez que les surgía algún problema cotidiano, que podía ir desde reparar las patillas de unas gafas tan viejas como su ama, hasta darle cuerda al reloj de la iglesia.

En el mundo materialista que ahora vivimos, no tiene ningún mérito todo lo que contamos, ya que cualquier trabajo tiene su contraprestación. Sin embargo, por cualquiera de estas actividades, Juan no pedía nada. El dinero para él no tenía ningún valor. Él era feliz viendo como cada problema que caía en sus manos se solucionaba, fuera pequeño o grande, leve o grave. Algunos tan graves, como cuando se incendió el Santo Sepulcro y hubo que hacer de urgencia otra urna, para poder procesionarlo el Viernes Santo. Solo faltó que el cura hablara con Juan, o que él se ofreciera, para hacerlo con el entusiasmo que él ponía, con un resultado sencillo y magistral. Este sepulcro es el que actualmente procesiona en Semana Santa.

Juan Tijeras, en la década de los cincuenta, fue un empresario incansable. Tocó la carpintería, pasando por la fontanería y la electricidad. Todo esto, siendo autodidacta. Para ello, todas las noches estudiaba libros de fontanería, electrónica y máquinas, la lectura preferida era una enciclopedia que compró y pagó a plazos por lo costoso de entonces. Su saber era tal, que en sus tertulias del Casino siempre debatía a los más instruidos del pueblo, dejándolos a veces asombrados por sus conocimientos sobre cualquier tema.

La primera radio que tuvo, la fabricó él mismo, sobre una tabla de madera y con unas pilas de teléfono. Para deleite y asombro de sus vecinos, los convocó a su puerta para que vinieran a sentarse porque iba ha haber una sorpresa, niños y grandes quedaron boquiabiertos al oir salir de aquella madera los acordes de una canción, en Radio Andorra, que le había dedicado a su Trini.

Por esta afición, se hizo maquinista de cine y regentó el Teatro Saavedra y la Terraza de verano. Ambas empresas eran anunciadas en el Libro de la Feria y Fiestas de Agosto en Honor a la Stma. Virgen del Mar en la Feria de Almería. No solo se proyectaba cine, sino que también traía al pueblo compañías de teatro con grandes artistas como Pablo Rossi y familia. Además, formó a varias personas en este oficio, entre ellas a su sobrino Juan Caparrós.

Son muchas las anécdotas que se podrían contar de esta época, entre ellas, como era tan manitas, hizo un panel eléctrico para el funcionamiento de las luces del teatro y cuando vinieron a realizar la inspección para la apertura del mismo, el responsable eléctrico de la compañía suministradora, quedó impresionado al ver las instalaciones que Juan había creado.

Para los artistas acondicionaba desde decorados, telones, luces, hasta construir una ducha de agua caliente, con un tinajo de barro y electricidad. De este salía un grifo y mango de ducha. Todo fabricado por él. Siempre fue una persona adelantada a su tiempo.

Algunas personas aún recordarán el decorado que hizo para una compañía que vino y representaron la obra Don Juan Tenorio, decorado que parecía propiamente un cementerio.

Continuando con las anécdotas graciosas, como cuando anunció un cortometraje La muerte del cabo, que daba paso a la película anunciada, cuando el teatro estaba a rebosar se abrió el telón y en el escenario entre tinieblas apareció una vela con su cabo encendido, las pataletas y abucheos del público asistente, echaban el teatro abajo.

Y otras que incluso pudieron poner su vida en peligro, como una noche en la que uno de los rollos de película ardió completamente, ya que las películas ardían con facilidad por estar hechas con celulosa. Su hija, que le ayudaba en la taquilla, pasó muy malos ratos, y aún los recuerda, cuando estas de pronto salían ardiendo.

Desde su carpintería salieron desde cosas pequeñas como juguetes, utensilios de cocina, pasando por puertas ventanas, dormitorios, sillas, cocinas, hasta arreglar las cosas mas variopintas como gafas, máquinas de coser, cuchillas de la matanza, pasando por todos los utensilios de matanza…,arreglaba relojes...

Las puertas y ventanas de la mayoría de las casas antiguas son echas a mano por él. Proyectó, diseñó y montó muchas de las máquinas de las fábricas de esos años, como la de la Aserradora que creo junto a D. Antonio Mata, única en los alrededores. Casi toda la fontanería del pueblo, cuando ya se explotarban lo pozos la hizo él.

Montó una destilería llamada “SACOJER. Industrias Unidas” 51 junto a D. Nicasio López y D. Cristino Mª Sánchez, de donde salieron licores de gran calidad.

Fue nombrado Encargado del reloj público el día 9 de febrero de 1933, en el Ministerio de la Gobernación, por el alcalde presidente del consejo municipal, D. Juan Cerrillo Rodríguez, hasta que sus piernas dejaron de acompañarle.

Gracias a su buen hacer, en el año 39, cuando la postguerra y la lucha de clases que hubo, su amigo D. Ezquiel Castellanos, le confió su casa y empresa, porque tuvieron que salir huyendo del pueblo. Esa noche Juan Tijeras y su familia se trasladaron a casa de D. Ezquiel por haber recibido rumores sobre su saqueo. Cuando llego la muchedumbre exaltada, dirigidas por el cabecilla local, al forzar la puerta encontraron a una niña con un bebé (su sobrina Encarna Caparrós con su hija Encarnita Jiménez) y al verlas allí el cabecilla les preguntó: Niña tú que haces aquí y ella le contesto: con mi tío Juan Tijeras que vive aquí. Inmediatamente el cabecilla se volvió a sus compañeros y le dijo: fuera todos de aquí. Gracias a la honradez de Juan Tijeras, los propietarios de esa casa y empresa encontraron hasta el último alfiler a su vuelta, de lo que le estuvieron siempre agradecidos.

Él no hacía distinción entre personas, no había para él ricos o pobres, todos eran bien recibidos en su casa y les brindaba las mismas atenciones, siempre dispuesto a ayudar a quien llamara a su puerta.

Como no tenía miedo a nada, cuando el saqueo de la Iglesia, y siendo una persona tan racional, corrió hacia la Iglesia y salvó lo que pudo. las imágenes de dos ángeles que custodiaban el sagrario, Los mantuvo ocultos en su casa y cuando acabó la guerra en una misa de campaña que se celebró en la plaza los sacó y colocó en el altar.

Un día de San Antón sobre el 56-57, fue Mayordomo de las fiestas, y realizó un toro de madera y cartón relleno de material pirotécnico y lo anunció, pero sin decir lo que era, cuando toda la gente estaba reunida en la plaza, soltó dicho toro desde la cuesta de la plaza, que antes era mucho más empinada, y cuando aquella cosa empezó a soltar chispas y carretillas, la gente salía despavorida, intentando salvar las medias de cristal y abrigos estrenados para la ocasión. Pero el verdadero culpable de esas pequeñas quemaduras o chisponazos, no fue el toro, sino un muchacho de dicha calle que desde las ventana aprovechó para lanzar carretillas encendidas.

Otra faceta suya, fue su pasión por la música. En concreto por su Banda de Música. El tocaba el “bombardino” y lo usaba, tanto para rondar a su novia, salir en plenas carretilla o hacer una procesión a San Antón y a San Cayetano.

Siempre fue la columna vertebral de la banda, ya que en momentos difíciles siempre supo aunar a los componentes, para que los periodos de parón fueran mínimos.

Los que lo recordamos, no olvidaremos su presencia con la pipa y el ronroneo constante de alguna canción. Dicen que los pájaros no cantan porque están alegres, sino para estarlo. Esa era su forma enfrentarse a la vida, siempre en positivo.

Sobre todo lo contado hasta ahora, lo más grande que nos dejó, es la extremada generosidad y lo buena persona que era. Cuentan que un día, una vez que había terminado una de sus arreglos, cuando la señora de la casa le dijo “¿Juan que te debo?”, el dijo “nada”, entonces le respondió aquella “Juan no seas tonto que no se puede ser así...” y el respondió, “que sería de los listos si no estuvieramos los tontos...”.

Esta filosofía, le marcó toda su vida. De afán emprendedor, autodidacta, innovador y empresario, no consiguió hacerse rico, porque no lo pretendió. Todo lo que tuvo, lo repartió a partes iguales entre los suyos, sus amigos y los demás que se acercaron a él.

Hombres así, se mantienen incandescentes en la memoria de los que lo conocimos y aprendimos algo de él.

Foto de Juan que utilizó para el carnet de Operadores de Cine dentro del Sindicato de Espectáculos. Colección: Encarnita Jiménez

Juan Jiménez Tijeras. Colección: Encarnita Jiménez.

Imagen  de Juan Tijeras realizando el servicio militar en Ceuta en el año 1922. Colección: Familia Jiménez Jiménez

Juan Tijeras con su mujer, su hija Encarnita y sus nietos. Colección: Familia Jiménez Jiménez

Juan Tijeras con su familia en el patio de su casa. Colección: Familia Jiménez Jiménez

Documento firmado por el Alcalde de Cantoria Juan Cerrillo certificando la labor como encargado del mantenimiento del reloj público de la iglesia en 1937. Colección: Decarrillo

Una pequeña muestra del buen hacer artesano de Juan

Jua se hizo este espejo de bolsillo cuando se iba a ir a la mili. Detrás, tenía escondida una pestaña que al subirla, aparecía la imagen de su novia.

Este pequeño aparador de muñecas fue el regalo del día de Reyes del 45 para su hija Encarnita.

Un reloj de gran formato, con decoración en latón que utilizó de su etaba de empresario de pompas fúnebres.

Un reloj de madera para decorar la chimenea y lleno de filigranas y pequeños detalles.

Pequeña silla de estilo andaluz para una casa de muñecas de su hija.

La nochebuena de 1976 a su hija Encarnita se le rompió esta copa y la tiró a la basura. Juan la recogió y le hizo un pie de madera para sorpresa de su familia.

Testimonios

Juan Tijeras con su nieta y amigas de esta de la calle Alcalde Cristino. Colección: Familia Jiménez Jiménez