Canteros en plena faena en las canteras de la sierra.
Aunque fueron numerosos los artículos que aparecían en la prensa propagando las bondades de los lugares de la provincia, la verdad que las malas comunicaciones y el peligro de transitar no animaba a recorrer nuestra Almería. Era más facil coger un barco para ir a Barcelona o el tren a Madrid, que adentrarse en la carreteras de los núcleos rurales. Aún así es curioso saber lo que se escribían en aquel entonces y así os lo mostramos en el siguiente artículo aparecido en la Crónica Meridional del 28 de abril de 1934 cuyo autor firmaba simplemente como "Un Almeriense".
Mientras la voluntad de los buenos se pone en ejercicio, allá va una invitación, para los que quieran ver una perspectiva maravillosa.
Se coge un automóvil: se va por Tabernas a Uleila; y se sube por la emocionante carretera que va a Cantoria.
Ya va, el ánimo, atraído por fuertes emociones, que despierta el trazado atrevido y sorprendente de esa ruta encantadora.
Por fin, se llega a la cúspide: hemos llegado a la más alta cima de la ciclópea Sierra de Filabres: hemos subido, como dijo un gran literato almeriense ya fallecido, “Del Mar al Cielo”.
Y al tomar por el Norte de esa Sierra, la carretera llega a un trozo de ella, en que la cresta de la montaña es perfectamente llana: tendrá unos 20 metros de longitud de Levante a Poniente, paralelo a la ruta y otros 20 metros de Norte a Sur, vertical al eje de la susodicha carretera.
Allí, detenéis el automóvil: bajáis de él, y quedareis sorprendidos ante lo que veréis, al quedar de pié, en ese reducido espacio horizontal, por cuya linde, vencedora de todos los obstáculos, va esa encantadora, es a sugestiva, esa emocionante carretera.
¡¡Bendito sea Dios!! ¡¡Lo que veréis!!
Mirando al Sur, en una profundidad que aterra, los campos de Sorbas, los de Lubrín, los de Uleila del Campo, los de Tabernas: tierras negras, tierras vírgenes, que protestan contra las constantes sequías y contra el desamparo en que viven, sin que ninguna voluntad tutelar les lleve agua para la fertilización necesaria de esas tierras que quieren producir y que padecen las angustias de querer crear, sin conseguir tener lo único que les falta para realizar esa finalidad. porque tienen esos campos tierra virgen, abonos, Sol, manos que los acaricien y trabajen; y solo les falta el agua por cuya consecución gimen.
Enfrente está Turrillas, que es casi una excepción; y Sierra Alhamilla, que apenas si parece un declive del terreno. Por encima de ella se ve el mar.
Hacia la izquierda, se ve Sierra Cabrera y Sierra Carbonera, Turre, Mojácar y Garrucha. A la derecha, Sierra de Gádor, las estribaciones de Almería y el Mar Latino. En la falda, Alcudia, Benizalón, Benitagla, Senés, Velefique y Castro. Mirando para el Norte, a los pies está Cóbdar con sus funiculares, para bajar hasta la Rambla los grandes bloques de mármol blanco. A la izquierda, Chercos, con su carretera provincial, que asusta y llama. Más abajo, Albanchez, mas lejos Cantoria, al fondo Partaloa, Oria, Chirivel y toda la Sierra de Cúllar-Baza, de Orce, de Puebla de Don Fadrique, de María y de Vélez-Blanco con su célebre Pico de Maimón. Y en esta vertiente, por todas partes, agua que salta, que corre y que se des peña.
En ese fantástico balcón, qué bien estaría que Obras públicas construyese un refugio, ya que está gastando, y hace bien, sumas considerables en arreglar el piso de la ruta y en darle mayor radio a las curvas de la carretera!
Y, presidiendo toda esa hermosura a nada comparable, porque es una hermosura suprema: limitando esa explanada, un cono, casi vertical de áspera subida, por lo que, en poco tiempo, se asciende mucho, unos 500 metros en media hora, en cuyo pico hay una Capilla. Allí está Nuestra Señora de Monteagud, viva y ardorosa devoción de todos los pueblos que he citado, adonde la fé cristiana lleva cantando el saludo que a la Virgen Santísima dirigiera el Arcángel San Gabriel, a todo el vecindario de esos pueblos sencillos, honrados y trabajadores.
¿Qué hacen los turistas que no van y no ven esas maravillas? Desde allí, deben seguir hasta Cóbdar, bordear la impresionante carretera que baja a ese pueblo, rodeado de mármol blanco por todas partes. Ir a Chercos y a Lijar, yendo a Albanchez con ese pequeño y verdaderamente divino rodeo; y pasando el hermoso puente colgante de Cantoria, ver las canteras de Macael, el Cerro del Sagrado Corazón de Jesús, alzado en Purchena por los esfuerzos del Cura Pardo que ha realizado una obra meritísima. Ver ver Tijola, cuya vega vale un tesoro; y después de admirar los barrancos de Serón, de una belleza que no tienen igual en toda la provincia, subir a la Sierra, donde la voluntad de los ingleses y de los franceses, ha realizado, en un pleno desierto, donde no había mas que piedras y alacranes, una maravilla, así como se dice, una maravilla de población encantadora, con todos los adelantos y sugestiones de una población, modernísima y divertida; sorprende a quien lo vé.
Todo este recorrido, despacio, viéndolo todo, admirándolo todo, obteniendo fotografías de todo, recreándose en cuanto llevo dicho, no invierte más que unas seis horas.
¿Cuándo irán los turistas de Almería, a ver todo eso; y cuándo Pepe Guillen y el señor Mateos, irán con sus máquinas, a captar esas perspectivas, para que los poetas y los literatos las canten y las describan?
La simiente, está echada: veremos, si cae en pedregal o en buena tierra.
La Crónica Meridional del sábado 28 de abril de 1934
Santuario de la Nra. Sra. de Monteagud en Benizalón.
Iglesia de Fines
Minas de Serón
Albanchez